El abuelo de la animación

escribe Laura Desmery ▹
¿Sabe usted quién es Émile Reynaud? La humana historia del primer animador hecho y derecho, con final trágico y todo.



En la París de 1844 nace Charles-Émile Reynaud, el primer animador hecho y derecho. Desde antes de su nacimiento el concepto de la animación ya existía, pero en forma de juguetes como el zoótropo, que consistía en una cinta con varios dibujos sobre la base de un cilindro con ranuras: al ver a través de esas ranuras los dibujos cobraban vida. Sin embargo, para 1878 Émile ya había perfeccionado este juguete con un sistema de espejos al cual llamó praxinoscopio que, a diferencia de los anteriores, tenía la ventaja de poder ser usado y observado por muchas personas a la vez. Pero los juguetes no le bastaron, entonces inventó el primer sistema se proyecciones, una maquina compleja con luces y espejos que hacían rebotar y magnificar los dibujos hechos sobre una cinta de fílmico. Se proyectaban quince imágenes por segundo y sus historias duraban aproximadamente cinco minutos, con lo cual los fílmicos dibujados llegaban a tener cincuenta metros de largo. Con su nuevo invento inauguró en 1882 el primer Teatro Óptico, donde hacía funciones de aproximadamente quince minutos (tres cortometrajes) con historias que en su mayoría eran comedias cortas con alguna cuestión de amor de fondo para deleite del variado público. La animación, gracias a Émile Reynaud, realizó una inesperada transformación: pasó de golpe de ser un juguete a un espectáculo. Tanto niños como adultos se vieron cautivados por este nuevo entretenimiento y fue uno de los eventos principales de París durante varios años. Es sabido que por esa época los hermanos Lumière compraban los juguetes de Reynaud y asistían al teatro óptico con frecuencia, hecho que hoy por hoy podemos interpretar como una ironía.
Con la herencia mecánica de su padre ingeniero y la creatividad de su madre artista, Émile Reynaud realiza varios inventos que se adelantan a su época. Entre ellos: un fílmico que soportaba altas temperaturas, que no se volvió a ver hasta 1923; pintura translúcida que al proyectarse permitía las animaciones a color, que recién logró realizar nuevamente Disney en la década del ‘30. Se las ingenió para poner objetos delante y detrás de las animaciones, elementos que hoy en día se conocen como “capas” en los programas de computadora: el abuelo de la animación las creo analógicamente hace más de cien años. También logró que la película corriera a una velocidad constante, cosa casi impensada hasta el momento, y, como si fuera poco, agregó al riel de la manivela la cinta que controlaba el tiempo de un piano automático. No sólo había logrado crear películas animadas a color con música sino que además estaban sincronizadas. Que es básicamente todo lo que consideramos una película moderna.
Lo notable es que a este hombre nadie lo conozca por todo lo que fue, pero todo tiene su razón de ser. Cuando los hermanos Lumière inventaron y patentaron el cinematógrafo causaron sensación en la época. Sus proyecciones eran tan concurridas que Émile Reynaud ya no podía competir con ellos y el Teatro Óptico tuvo su última proyección en 1895. Todo el dinero que Émile conseguía con el teatro lo reinvertía para sus inventos y mejoras, con lo cual durante la siguiente década su situación económica había empeorado a tal punto que entró en una profunda depresión. Un día de 1910 enloqueció, destruyó el teatro óptico con un martillo y luego arrojó todas sus películas al Río Sena. Sólo se consevaron dos de sus películas que de casualidad se encontraban en el riel de la máquina de proyección: ¡Pobre Pierrot! y Alrededor de una caseta de baño. Luego de este lamentable evento, Reynaud se interna en la soledad de un manicomio y termina suicidándose al cabo de ocho años. No es curioso el triste destino de este artista y su obra: al fin y al cabo, la historia la escriben los que ganan.

¡Pobre Pierrot! (1892) - Émile Reynaud

Marzo 2014