Cosmos, la leyenda continúa

escribe Antonio Doval▹
La serie del amigo de la casa Carl Sagan vuelve a los televisores de la mano de un nuevo equipo de producción. Todo lo que siempre se preguntó sobre el cosmos seguirá sin respuesta.
Corre el año 1980. La puja ideológica entre soviéticos y yanquis predomina en el paisaje político y la disputa por el dominio del globo sacude al mundo entero. Se celebran los Juegos Olímpicos en Moscú: más de sesenta países, organizados principalmente por Estados Unidos, se abstienen de participar en protesta contra la invasión rusa en Afganistán. En Nicaragua el joven sandinismo le da pelea a los grupos contrarrevolucionarios impulsados y financiados por Estados Unidos. Al mismo tiempo, muy lejos de todo esto, la sonda estadounidense Voyager 1 sigue su calma deriva espacial, más o menos a la altura de la órbita de Saturno. Su hermana, la Voyager 2, alcanzaría ese sitio al año siguiente.
El primer registro de actividad volcánica extraterrestre, la identificación de muchos de los anillos planetarios de los gigantes gaseosos y un sinnúmero de increíbles fotografías espaciales son sólo algunas de las cosas que la comunidad científica le debe a estas sondas y a los equipos que participaron en su desarrollo. Entre estos equipos estaba el astrónomo y astrofísico Carl Sagan. Este científico oriundo de Brooklyn estuvo involucrado en los programas de la NASA desde el comienzo, participando, entre tantas otras, en las misiones Apollo de los sesenta y setenta. Fue él quien ideó y diseñó los mensajes que se enviaron al espacio en las misiones Pioneer y Voyager, esas pequeñas muestras de la existencia humana que aún esperan ser encontradas por quién sabe qué maravillosas civilizaciones estelares. Carl Sagan fue, además, un hombre comprometido con sus opiniones. Se mostró a favor del derecho al aborto y publicó, bajo un seudónimo, un ensayo defendiendo el consumo y la despenalización de la marihuana, argumentando que le había servido de inspiración para muchos descubrimientos y que había potenciado sus experiencias sensuales e intelectuales. También se opuso fuertemente a la guerra de Vietnam —postura que lo llevó a renunciar a un puesto de consejero en las Fuerzas Aéreas— y fue detenido en dos ocasiones mientras participaba de movilizaciones por el desarme nuclear. Consciente del grave peligro que corría la humanidad, pero siempre con la frente en alto y una profunda confianza en la especie, dedicó gran parte del final de sus días a estas protestas, en ocasiones a costa de su labor científica. Pero si hoy lo recordamos con tanto respeto y cariño, a más de quince años de su muerte, es sin duda gracias a su profundo compromiso con la masificación de la ciencia, que supo reflejar en una serie televisiva que también se estrenaría en el año 1980:Cosmos: Un viaje personal.

“El Cosmos es todo lo que es, lo que fue, o lo que alguna vez será”. Con estas palabras Sagan empieza el increíble viaje de trece episodios en que llevaría a millones de televidentes de todo el mundo a conocer el tiempo y el espacio en su fantástica Nave de la Imaginación. Con tanta espiritualidad y poesía como pasión por el conocimiento, el astrónomo rompió para siempre la idea del científico aburrido y frío, encerrado en un laboratorio ajeno a la belleza que lo rodea. La vida ancestral de hombres y mujeres, extraños fenómenos físicos, galaxias lejanas y conjeturas sobre otras dimensiones ocupan en partes iguales la ya clásica serie. Sin caer en desvaríos metafísicos chatos pero saliendo de la opresora jaula de la racionalidad llana, Sagan nos enseña el nacimiento de las estrellas y cómo su contemplación nos trajo desde la superstición ancestral a la astronomía moderna. Nos cuenta sobre el nacimiento de la filosofía en la Grecia antigua y comparte sus conjeturas sobre qué extrañas criaturas podrían habitar los planetas más alejados, o cómo podrían ser las naves en que los primeros seres humanos se acerquen a ellos. En la serie,  la cinematografía y la música —a cargo del compositor griego Vangelis— son también de otro mundo: fantásticos montajes de las maravillas de la tierra se intercalan con ilustraciones y representaciones animadas del espacio y lo imposible. Pero cuidado: Cosmos no pretende ser una enciclopedia ni un curso básico de ciencia, la serie es una invitación, un paseo cósmico que busca solamente abrir la puerta de la curiosidad consciente e insaciable. Ya sea que lleve al televidente hacia la astrofísica o la pintura carece de importancia: la serie cumple su cometido de todos modos.

Volvamos a nuestro tiempo. Corre el año 2014. Ucrania se revuelca en pujas internas entre el compromiso con la Unión Europea y políticas de acercamiento a Rusia. Desde hace más de diez años, Afganistán sufre de la ocupación estadounidense. El sandinismo de Daniel Ortega sigue en pie desde su vuelta al gobierno de la República de Nicaragua, hace siete años. Las Voyager están entre las creaciones humanas que se encuentran más lejos de la Tierra al día de hoy. Tres décadas después de su lanzamiento siguen enviándonos información invaluable desde más allá del Sistema Solar.
Hoy tenemos otra vez la oportunidad de disfrutar de un viaje en una renovada nave imaginaria. A más de treinta años del estreno de la serie original, se transmite desde el mes de marzo por National Geographic la nueva Cosmos: Una odisea del espacio-tiempo. Conducida por Neil deGrasse Tyson, es una coproducción de NatGeo y la cadena Fox, junto con Ann Druyan (viuda de Sagan y coautora de la serie original) y Seth MacFarlane, creador de las series animadas Family Guy y American Dad!. Tyson, al igual que Sagan, es astrofísico y divulgador científico. Por supuesto, también es admirador de la obra de Sagan: fue seguramente uno de los tantos científicos inspirados por la serie original. La nueva edición de Cosmos sigue los pasos de su predecesora, renovando clásicos como el calendario cósmico y el resumen animado de la evolución humana. Pero también va mucho más allá, contando por ejemplo las fascinantes e inspiradoras historias de grandes hombres de ciencia como la del visionario hereje Giordano Bruno o la de Edmond Halley, el olvidado compañero de Newton. Ayudado por detalladas animaciones por computadora, Tyson sirve de guía en este nuevo y fantástico viaje que recorrerá desde la evolución del ojo hasta la profundidad de los lagos de metano de las lunas de Saturno. De esta manera, el nuevo conductor le saca el polvo a la ciencia y vuelve a poner en marcha el poder de la curiosidad y la imaginación para llevarnos, una vez más, hasta los más remotos rincones de la historia del hombre y el cosmos.

Ilustración por Julián Rodríguez F.Abril 2014