Gatos: son muy lindos

escribe Nicolás Piva▹
Nueve mil años de historia gatuna condensada en una sola nota. Bigotes y patitas se entrelazan en incontables historias. Presentamos El gato: el mejor amigo del hombre. Aunque algunos digan lo contrario.



LOS BUENOS

Un viejo relato del Antiguo Egipto, ubicado en la ciudad de Bubastis, narra la historia de un miembro de aquél pueblo, un bubastis, que debía complacer a los Dioses.

Entre los miembros de su comunidad discutían sobre cuál debía ser el sacrificio: algunos decían que las cosechas tenían que ser quemadas y las cenizas arrojadas al río, donde los Dioses habitaban; otros más instruidos, decían que los Dioses gustaban de ver brotar la sangre de los cuerpos, y en consecuencia, mandaba degollar una vaca y dejarla dentro del corral, para que la agitación de los demás animales alertara a las deidades. Sin embargo, el sacerdote —si tal jerarquía pudiera existir dentro de la comunidad en cuestión— insistió en que el sacrificio no podría ser otra cosa sino aquello a lo que más se aferraban: la propia vida.

Poco tiempo más tarde se llevó a cabo el sacrificio. Todo el pueblo murió durante el ritual: el sacerdote les había convencido para que se mataran los unos a los otros y que los sobrevivientes se arrojaran al tormentoso río.

Cuenta la leyenda que los Dioses se enojaron con los hombres por malinterpretar el mensaje y enviaron a la tierra a una criatura que sirviera para impedir que algo como aquello volviera a suceder. Existen múltiples versiones de este relato, sin embargo, todas coinciden en afirmar que la criatura creada por los Dioses no es otra que el gato.

El poder de seducción de los gatos los volvió lo único digno en este mundo para ofrecer como sacrificio. Es por eso que, desde ese día, los gatos son perseguidos con respeto y admirados en silencio.


Honrando una tradición de historias sospechosas, relatos mitológicos y documentos históricos, este espacio conforma un bastión de lucha desde donde se alimenta todo aquello que tenga que ver con los gatos porque, como bien aclara el título de esta nota, “son muy lindos”. La historia reproducida tiene un único cuestionamiento que es necesario resaltar: existen diversos registros de la vida con gatos que son previos a la aparición del Imperio Egipcio, sin embargo, con dicha civilización se reconocen rastros de una vida en conjunto, de un culto: de una animosidad extra, más allá de la domesticación para la compañía u otras faenas. Por otra parte, existe un lado oscuro en la historia de los gatos, que es necesario rescatar. En un esfuerzo por ocupar nueve mil años de historia felina, la propuesta para el presente número es analizar las dos caras de esta moneda.
Otra vertiente de esta leyenda egipcia cuenta las peripecias de Ra, el dios Sol, que enojado con la raza humana envió a su hija Sekhmet, diosa con cuerpo de mujer, cabeza de leona y coronada con el disco solar (entre otros bártulos), para que propiciara un castigo ejemplar.
Según parece, Sekhmet o Sejmet era una diosa guerrera que enfatizaba su actitud vengativa debido a sus antojos por la sangre. Satisfecho con el brutal castigo que había dejado diezmada a la población, Ra le ordenó a su hija que regresara. Desafortunadamente para la humanidad, la diosa no tenía intenciones de regresar: no quería perder el festín.
Sin ganas de discutir con la joven diosa, Ra envió a Anhur, también conocido como Inheret, a traer a su hija de una oreja. No llama la atención que Anhur no sea otro que un dios cazador, que bajó del cielo en busca de la leona. Algunos dicen que el enviado pudo cumplir con lo solicitado, otros creen que fracasó rotundamente.
Una única afirmación se esboza de manera constante: Sekhmet no quería regresar y Anhur respondió transformando la personalidad de la diosa. Como consecuencia, cuando Sekhmet estuviera calmada, se convertiría en Bastis, la diosa a cargo de la protección del hogar, la armonía y la felicidad; asimismo, cuando no lo estuviera, la forma de Sekhmet volvería.
Los que sostienen que Anhur no cumplió su cometido, dicen que —al menos— la convenció de permanecer como Bastis. Los que creen que sí lo hizo, aseveran que, de todas formas, dejó un legado en el mundo de los hombres. Para interés de la humanidad, el legado, curiosamente, es el mismo: la aparición del gato doméstico, encargado de proteger las cosechas de los roedores, el hogar y la tranquilidad de espíritu.
Lo que sabemos es que, si Bastis permaneció en la tierra, los gatos que se multiplicaron fueron su descendencia directa; de lo contrario, una versión cuenta que, una vez que se hubo reunido con Ra, éste último le compartió sus secretos y despertó sentimientos escondidos en Bastis, quien desde entonces cuida a los hombres. Dicen que como muestra de sus cuidados, envió a este mundo a los gatos que aún hoy conocemos.
Así se registran las historias fundacionales de nuestra convivencia con los gatos. Es curioso cómo figuran —posteriormente— otras similares, según la cultura donde aparezcan estos animales. En los distintos casos, se ve que los motivos de adoración son replicados: las facultades que se les atribuyen son similares y las inquietudes sobre el significado de estos animales abarca un abanico de supersticiones incontables. India, China, Japón, el Reino del Congo, el Imperio del Gran Zimbabe, Arabia: los gatos aparecen dando buena o mala suerte, según su contexto, según a qué rumor, los distintos lugares se abstengan.
Para confirmar el aspecto religioso que se conforma en torno a este asunto, basta con verificar que en Egipto los cuerpos de los gatos eran momificados. Respecto de este asunto, James Frazer comenta, en relación con la mortalidad de los dioses egipcios:
“Los mismos grandes dioses de Egipto no son excepciones al destino común. Llegaban a viejos y morían, pues, al igual que los hombres, estaban compuestos de cuerpo y alma, y, como aquéllos, sujetos a todas las pasiones y debilidades de la carne. Su cuerpo, es cierto, estaba formado según un molde más etéreo, y duraba más tiempo. La vejez convertía sus huesos en plata, su carne en oro y sus bucles cerúleos en lapislázuli. Llegado el momento, dejaban el alegre mundo de los vivos para reinar como dioses muertos sobre los hombres muertos en el melancólico mundo más allá de la tumba. Y tal como las almas de los hombres, las suyas podían trascender la muerte siempre y cuando sus cuerpos no se desintegraran. Esto explica la necesidad, como ocurre entre los mortales, de preservar sus cuerpos, pues se temía que con la muerte del cuerpo divino, el espíritu divino también sufriera una muerte inesperada. En un principio, sus restos eran depositados bajo las desoladas arenas de las montañas con el objeto de que la sequedad de la tierra y la pureza del aire los protegiera de la putrefacción y el deterioro. Así, entre los títulos más antiguos de los dioses egipcios se encuentra el de «aquellos que moran bajo la tierra». Más aún cuando, después, el descubrimiento del arte de embalsamar dio un nuevo préstamo de vida a las almas de los muertos, preservando sus cuerpos de la corrupción por un tiempo indefinido, se permitió a las deidades gozar del beneficio de una invención que ofrecía a los dioses, de igual modo que a los humanos, una esperanza razonable de inmortalidad. Entonces cada provincia tuvo la momia y la tumba de su dios muerto; la momia de Osiris podía verse; en Mendes se ufanaban de poseer la momia de Anhouri […]”1 2
Ahora bien, la pregunta que aún no se ha hecho del todo es: ¿cuál es la otra cara de todo esto?


LOS MALOS

Gente con menos pudor afirma que los fenicios fueron quienes llevaron el gato a Europa: he aquí que se inician los problemas. Grecia y Roma reconfiguraron el culto: Artemisa y Diana son la consecuencia de Bastis; algunos comentan que la propagación del culto fue en forma pagana hasta dar con las civilizaciones que lo institucionalizaron (hablando mal y pronto). Pierre Grimal, en su Diccionario de Mitología Griega y Romana comenta al respecto:
“Diana es la diosa itálica y romana identificada con Ártemis. Esa identificación parece haberse realizado muy pronto, tal vez en el siglo VI antes de Jesucristo, por mediación de las colonias griegas de Italia meridional, particularmente de Cumas. Sea como fuere, no hizo sino superponerse a los rasgos de una diosa indígena cuyas leyendas propias son evidentemente muy pobres, pues era adorada por un pueblo inculto; pero les dieron colorido otras leyendas elaboradas con posterioridad.” [Entrada: Diana]
Así como estas civilizaciones incorporaron la herencia de Bastis, existen otros casos donde la cultura no fue tan flexible. La Iglesia Católica —con otro tipo de supersticiones a su cargo— dio piedra libre a la matanza indiscriminada de gatos, debido a la creencia de que estos poseían un carácter demoníaco. Gracias a su origen pagano, los felinos debieron padecer las peores atrocidades a lo largo de toda Europa: fueron revoleados desde las torres de las iglesias, perseguidos por entre los campos y exterminados en las ciudades.
Una anécdota cuenta que en Irlanda, convencidos de que los gatos eran la mano derecha de las brujas y demonios, se preparaba una persecución de dimensiones espectaculares. A pesar del peso de estas ideas, los miembros de un pueblo del sur decidieron actuar homenajeando a San Patricio, el famoso misionero que comparó a la Santísima Trindad con un Trébol (para luego terminar siendo el Santo de la Birrita). Resulta ser que San Patricio era un conocido amante de estos animales; siendo así, los devotos en cuestión resolvieron salvar la mayor cantidad posible. El método: embarcaciones precarias que se largaban con dos tripulantes y muchos gatos a tierras vecinas.
Claro que, en general, no todos los gatos tuvieron tanta suerte. A partir del siglo XIV (sin contar los ejemplos precedentes en España y Francia) la Inquisición Española y el papado de Inocencio VII, quien promulgó la bula Sumis desiderantis donde se reconocían formalmente los hechos de herejía y brujería, se ocuparon de cambiar la suerte de los gatos. “Todo bicho que camina va a parar al asador”, habrá dicho alguien y todo fuego que se prendía era alimentado con los gatos que cruzaban su camino con los improvisados sicarios.
En este sentido es fundamental el aporte de Robert Darnton, autor de la gran matanza de gatos y otros episodios en la historia de la cultura francesa, libro que retrata, desde lo francés cotidiano de mediados del siglo XVIII, la forma de narrar, de leer y de escribir: el peso y circulación de la cultura escrita en un país donde el Antiguo Régimen comienza a quebrarse. Allí, entre otras cosas, Darnton describe el ciclo del Carnaval y la Cuaresma: el autor comenta que, en Carnaval, la diversión, la risa, la sexualidad y el descuido eran la moneda corriente; se avalaba socialmente el desenfreno de los jóvenes, que debían forzar las barreras sociales, cometer improperios, antes de que fueran asimilados de nuevo por el mundo del orden, la sumisión y la seriedad de la Cuaresma. Asimismo, cuenta que los gatos eran parte importante en muchas cencerradas:
“En Borgoña, el pueblo incorporaba la tortura de un gato a éstas. Mientras se burlaban de un cornudo o de otra víctima, los jóvenes pasaban de mano en mano un gato, tirándole los pelos para que maullara. A esto le llamaban faire le chat. Los alemanes denominaban las cencerradas Katzenmusik, un término que pudo haberse derivado de los maullidos de los gatos torturados” [p.89]
De la misma manera que en el Carnaval, la matanza se extendía en otros festejos, como la  Noche de San Juan, que se consolida como otro híbrido entre el paganismo y las religiones canonizadas, o el día de San Martín, donde se realiza en primer lugar un juicio ficticio y luego una fiesta (que si bien está canonizada, según Frazer, parte del ritual es herencia pagana). Los gatos eran fuertes aliados de las brujas, y las instituciones —o las costumbres— respondían a un ritual que hacía muchos años se había propagado por los pueblos de Europa.
El maltrato hacia los gatos se había institucionalizado poco después del advenimiento de la Peste Negra. Hacia principios del siglo XIV los gatos eran mal vistos y fueron echados del lugar privilegiado que Bastis tenía en Egipto: expulsados de las cosechas y de las ciudades, estos animales recibían un anticipo de lo que vendría. Poco tiempo después, los comerciantes importaron la Peste a Europa y las ratas y pulgas que circulaban a su antojo se ocuparon de la distribución. Ciega a las culpas, la superstición puede ser despiadada con las mínimas distracciones. Los gatos, en su descuido, fueron señalados con el dedo y estigmatizados inmediatamente. Las consecuencias de la Peste fueron muchas, entre ellas, las persecuciones de todo tipo. Esa herencia que se asienta en Europa, es reflejada maravillosamente por Darnton:
“Las matanzas de gatos fueron un tema común en la literatura, desde Don Quijote a principios del siglo XVII en España hasta Germinal a fines del siglo XIX en Francia. Lejos de ser una fantasía sádica de unos cuantos autores medio chiflados, las versiones literarias de la crueldad con los animales expresaron una profunda corriente de la cultura popular, como Mijaíl Bajtín lo mostró en su estudio sobre Rabelais.
” […] En el dimanche des brandons en Semur, por ejemplo, los niños acostumbraban atar gatos a palos y asarlos en hogueras. En eljeu du chat en la Fete-Dieu enAixen-Provence, aventaban a los gatos para estrellarlos contra la tierra. Usaban expresiones como "paciente como un gato al que le han arrancado las garras", o "paciente como un gato que tiene las patas quemadas". Los ingleses también fueron crueles. Durante la época de la Reforma en Londres, una multitud protestante rasuró a un gato para que pareciera un sacerdote, le puso una vestimenta ridícula, y lo ahorcó en un patíbulo en Cheapside” [pp. 95-96]
Las referencias son muchísimas. Otra representación clara se ve en trabajo de William Hogarth en Las cuatro etapas de la crueldad (1751), serie de cuatro grabados que representa cuatro momentos en la vida de Tom Nero, quien en los primeros dos tortura animales, luego roba y asesina y finalmente recibe la recompensa de la crueldad: es ahorcado y mutilado por sus acciones. Las imágenes de este trabajo hablan por sí solas. Por otra parte, el simbolismo que las supersticiones acarrean y que los gatos adquirieron por sus cualidades y su historia no se le escapa a Darnton. El gato como violencia. El gato como erotismo. El gato como instrumento demoníaco de seducción. El gato como la sexualidad, como la vida doméstica. El autor norteamericano advierte que “la sabiduría de los proverbios identificó a las mujeres con los gatos” y cita como ejemplo las conocidas frases: “el que cuida bien los gatos tendrá una bella mujer”; “el que cuida bien a los gatos tendrá una buena esposa”; en referencia al adulterio: “tiene otros gatos para azotar”; y el favorito local, “de noche todos los gatos son pardos”. Si él se vale de ese recurso, esta nota se toma la libertad de citar el programa de Mirtha Legrand y la destacada frase “¿Usted, es un gato?”3 Y deja de resaltar la variedad de significados que se desprenden del uso de la palabra ‘gato’ en Argentina. Todos son ejemplos de la violencia inherente que causaban estos animales y a la que, como contracara obvia, estaban expuestos. Muchos quedaron afuera: el mismo Darnton basa su análisis en un relato de la época que no se mencionará para que vayan corriendo a buscarlo. También es útil aclarar que lo aquí citado de ese libro es tan solo uno de los muchos trabajos que lo componen.
La otra cara de este relato comienza paulatinamente a cerrarse. Dicen que mucho tiempo después el gato comenzó a reivindicarse gracias las plagas de ratas que ayudó a frenar. Sin embargo, mucho nos llega a modo de herencia hasta nuestros días. Entonces, ¿son buenos o son malos?


LOS GATOS: SON MUY LINDOS

A medida que se avanza, queda en evidencia que nadie se pone de acuerdo. Ni buenos ni malos. Sobre el gato negro, por ejemplo: cruzarlo da mala suerte pero si un pelo blanco aparece en un gato negro es señal de buena suerte, ¿primero se adquiere una dosis de mala suerte y luego se contrarresta? ¿Qué resulta de esta operación? Si buscamos más ejemplos, hay quienes dicen que matar a un gato trae siete años de mala suerte, cuando todos sabemos que en lugar de gato quiso decir espejo o que en lugar de eso quiso decir que tienen siete vidas. Los ciudadanos europeos creían que, en realidad, eran brujas disfrazadas que venían a atacar; señal maligna como pocas, sin embargo, el antídoto era romperle alguna parte del cuerpo, mutilarlos, romperles una pata y todo solucionado. Una leyenda árabe indica que hay que susurrarle al oído un deseo para que este se cumpla; sólo existe una complicación: si el aire no se expira constante el gato se escapa y el deseo no puede cumplirse nunca. Incluso hay casos de gente que promulga los poderes curativos de las distintas partes del cuerpo de estos animales.
Por si el lector no sospecha, se aclara la duda que aún no posee: esta nota esconde historias en su interior porque, de otra forma, no sería divertida. Para hablar de lo lindos que son los gatos, sugerimos éste enlace. Sin embargo, si le interesa saber más sobre gatitos, queda una historia a modo de cierre.

Hacia el 1128 a.C. en China uno de los emperadores de la Dinastía Shang, Lin Xin, necesitaba consolidar su poder. Valiéndose de artimañas varias, intentó persuadir a los suyos de realizar ciertos ‘castigos ejemplares’, cuyos pormenores se desconocen.

Sin embargo, fue un hecho de características antagónicas el que consolidó su poder. El emperador tenía una hija, adoradora de los gatos y de su padre. El vínculo entre ellos era muy profundo para aquellos tiempos: el pueblo se mofaba por lo bajo de su emperador. Lo que algunos textos revelan es que un cambio muy profundo se produjo en su persona, a partir de que el gato de su hija se escapó y se refugió en un bosque cercano. Muy pronto, los hechos de violencia se recrudecieron, el pueblo fue reprimido injustificadamente y los ejércitos libraron batallas innecesarias.

Se supo que la niña había enfermado. El gato no aparecía y Lin Xin, impulsado por la ternura o la impotencia determinó que todo aquel que viera el gato negro de la princesa y no lo atrapase sería condenado a la horca. Mientras la princesa moría, la gente vivía maldiciendo la idea de encontrarse con un gato negro y al mismo tiempo deseando su recuperación, que implicaría la normalización de sus vidas.

Finalmente la princesa se mejoró, pero la historia no termina así. Una mañana el gato salió desde debajo de la cama y se subió al cuerpo dormido de la niña. La alegría fue tal que se recuperó enseguida. Sin embargo, esa misma mañana, cuando aún la niña agonizaba, había llegado un campesino con gato negro hasta los pies del Emperador. En la mezcla de sentimientos, el Emperador lo acusó de estafador y lo mandó ahorcar inmediatamente.

Es por eso que los gatos negros son una mala señal aún hoy en día: encontrarlos era de mala suerte: ya fuera por la dificultad que significaba atraparlos, ya fuera por los desenlaces terribles que podían ocasionar.

Asimismo, en Japón se constituyen las historias sobre Maneki Neko, el objeto preferido de la cultura kitsch en Argentina y otras partes del mundo. Se trata del prestigioso gato de la suerte, que cambia de significado según su postura, color y ornamenta: es así que se condensan, en una escultura, los problemas para definir bondades o maldades de este animal.
Existen infinitas leyendas de origen que siempre retratan la recompensa de los gatos en relación con los cuidados del hombre.
Todo esto no es más que una excusa para hablar de ellos, dado que lo más posible es que no se trate de maldad o bondad, sino que las apariciones de estas formas en contacto con la vida humana sean una reminiscencia del pasado. Es posible que Bastis y Sekhmet convivan con nosotros y que nuestra suerte (o la suerte que brindan) se encuentre atada a su estado de ánimo. Así, Bastis dará buena suerte y Sekhmet nos pronosticará desgracia. Sin embargo, después de nueve mil años de historia, lo único que podemos saber con certeza es que son muy lindos y que generan todo tipo de historias.4


1. FRAZER, James George, La rama dorada. Magia y religión,  Fondo de Cultura Económica, Serie: Selección de obras de antropología, México, 2011, tercera edición, pp. 174-175.
2. La cita es exageradamente larga porque es una fiesta.
3. Referencia: http://youtu.be/3q_q2tssqZ0?t=36s
4. Referencia: https://www.youtube.com/watch?v=8cF6ZQUjToM.

Ilustración por Julián Rodríguez F.Abril 2014