Invitación a conocer a Gerardo Gandini

escribe Nacho Castillo▹
El pasado 22 de marzo se cumplió un año del fallecimiento del compositor porteño Gerardo Gandini nacido en 1936. Aprovechando las facilidades del intercambio cultural que nos acerca internet, procede a realizar, no una recomendación, sino una invitación a los lectores: descubrir la obra de Gerardo Gandini.


El pasado 22 de marzo se cumplió un año del fallecimiento del compositor porteño Gerardo Gandini nacido en 1936. El crítico Pablo Gianera escribió en el obituario que le dedicó el suplemento Espectáculos de La Nación que su desaparición “depara un desamparo inconsolable en el mundo musical argentino”[1]. Gandini dejó como legado de su vida más de cien obras, entre las que se encuentran músicas para instrumentos solistas, grupos de cámara, orquesta sinfónica, tres óperas, varias ediciones discográficas como intérprete de música propia y ajena y una notable actividad docente en el país y en el exterior. En febrero de este año llegó la buena noticia de que el archivo personal del pianista (que incluye entre muchas otras cosas manuscritos, grabaciones inéditas y recortes periodísticos) fue donado a la Biblioteca Nacional para su clasificación y puesto a disposición del público. A propósito de todo esto, el redactor —que se confiesa neófito en la escucha y estudio de la música— querría cambiar el género de esta nota para alivianar un poco la carga de la tarea revisionista. Aprovechando las facilidades del intercambio cultural que nos acerca internet, procede a realizar, no una recomendación, sino una invitación a los lectores: descubrir la obra de Gerardo Gandini.

Si se considera que la novedad y la originalidad son cuestiones fundamentales en el contexto de la producción creativa, es interesante resaltar cómo Gandini trabaja sus composiciones desde otra perspectiva. El compositor conserva su originalidad mientras afirma que su trabajo es realizado —deliberadamente— a través de la interacción con lo que él denomina “museo sonoro imaginario”. Este museo se constituye, efectivamente,  como un espacio sonoro imaginario donde conviven, ni más ni menos, todas las músicas de la historia. A la hora de repasar algunos de sus títulos, son muchos los ejemplos en donde el recorrido por ese museo deviene material disparador. Por nombrar algunos de los más emblemáticos, son interesantes dos casos. En primer lugar, Eusebius, cuatro nocturnos para piano o un nocturno para cuatro pianos (1984), que también cuenta con una finísima versión para orquesta, la cual utiliza como punto de partida la pieza para piano número 14, parte del ciclo Davidsbündlertänze (1837), del compositor alemán Robert Schumann.  El otro caso es el de sus Sonatas para piano I, II y III (1995 - 2001) que parten de obras de Mozart, Schubert y un concepto armónico de Schönberg. La observación sobre lo dicho es importante: la referencia que plantea Gandini no busca la cita entendida como literalidad, sino la resignificación individual del material tomado de ese ineludible inconsciente colectivo al que se apela. Siendo así, es la consciente utilización de este concepto, a la hora de escribir, lo que genera su mayor rasgo identitario. Basta escuchar cualquiera de los ejemplos citados para notar que lo puesto juego, en muchos casos, ni siquiera alcanza la reminiscencia. La ‘obra base’ es prácticamente una anécdota. En una ponencia de 1984 diría al respecto:
“Son aquéllos que creen que éste es un momento de síntesis; que el compositor tiene a su disposición los materiales provistos por toda la historia de la música, que su historia es la suya personal, la de su generación y la de su país, pero además la del arte que practica; los que desconfían de la ingenuidad, los que consideran a la imaginación el elemento fundamental de la creación; los que piensan que la música siempre habla de sí misma y que las músicas conversan entre ellas en el Museo Sonoro Imaginario; los que se han dado cuenta de que esa manera de pensar es típica de cierto arte de Buenos Aires: de Borges a Girondo, de Torre Nilsson a Xul Solar, del Grupo Nueva Figuración a Alberto Heredia.
”Nosotros creemos que éste es el verdadero aporte original de la Argentina a la composición musical en este momento.”[2]
Otra instancia llamativa en el repaso del mundo Gandini está en sus coqueteos con la literatura. En 2006, durante la Semana Borges, se estrena su Sonata para violoncello, cuyo origen radica en un encargo de la Secretaría de Cultura de una obra en homenaje al escritor, y que completaría un ciclo junto a sus Sonatas para piano V yVI que denominó Anatomía de la melancolía (en referencia al texto que Borges utiliza como epígrafe en La biblioteca de Babel). Allí citaba una obra anterior del propio Gandini, en la que se partía de una zarabanda para chelo de Bach. En una entrevista previa al concierto, luego de denominarse “Pierre Menard, autor de la Zarabanda de Bach”, Gandini comentaba:
“Partí de la cita de esa cita que hace Borges. El texto original, de Robert Burton, habla de las distintas maneras de curar la melancolía, pero la cita menciona a las 23 letras del alfabeto. Tanto la quinta como la sexta sonata tienen 23 secciones cada una y ambas parten de una idea de simetría, donde la sección número 12 funciona como centro.”[3]
Hablando acerca de su ópera más celebrada (Diego Fischerman arriesgó que se trata de “una de las mejores óperas argentinas de la historia”[4]), La ciudad ausente (1995), basada en el libro homónimo de Ricardo Piglia y cuyo libreto fue escrito por el propio escritor en un trabajo conjunto con Gandini, dejó entrever como profundizaba este vínculo con la literatura:
“Cuando leí por primera vez un libro de Ricardo que no fue La ciudad ausente, si no Respiración artificial, me caí de culo. El tipo piensa la literatura como yo pienso la música. Y bueno, ahí me vinieron ganas de conocerlo. (...) Hasta que de repente, empezamos a hablar sobre hacer algo con La ciudad ausente. (...) Como Ricardo trabaja continuamente con la intertextualidad, estas micro-óperas son tres micro-óperas que hacen referencia a la historia de la Ópera. Más concretamente, hay una ópera del siglo XVIII, al estilo Mozart, una ópera romántica, que no se refiere a nada si no que el argumento es romántico: dúo de amantes, y una ópera expresionista cuya fuente es todo el Pierrot Lunaire de Schönberg.”[5]
Fogwill, con quien compartía amistad, alguna que otra publicación y en una ocasión el escenario del auditorio de la Biblioteca Nacional, dijo de su colega músico: “Es que la mayoría de los músicos no lee. Y si no leen no puede interesarles la literatura. A lo sumo leen el último éxito de Anagrama. Gandini, en cambio, tiene una línea de lectura, lo que es raro. Es como si supiera.”[6]
Por otra parte, sus numerosas incursiones en el mundo de la música popular y la música no escrita conforman un tercer aspecto, de gran relevancia, en la obra del compositor. Sus Postangos aparecieron como experimentos en el campo de la improvisación, luego de haberse enfrentado por primera vez al género como pianista convocado específicamente para el último sexteto de Piazzolla (“tocás como un italiano”, le habría dicho Astor luego de una primera audición). En ellos se sintetiza la intención de revisar la música geográficamente propia y el diálogo con lo indeterminado. Muchas de estas improvisaciones están editadas en discos en donde se encuentran interesantes versiones de Los mareados, El choclo, La casita de mis viejos y otros tantos tangos gardelianos y no tanto. En la previa a una presentación en México se quitaba, de todas maneras, algo de peso de encima:
“Trato de tocar el tango como un músico popular, a pesar de que no lo soy. Pero después de trabajar con Astor Piazzolla durante un año me considero autorizado para pensar un poco como músico popular. (...) Algunas veces se filtra la información que tengo sobre la música contemporánea. Trato, además, de que esto sea improvisado, pero sin referencias al jazz, porque éste no tiene nada que ver con el tango.”[7]
Separar el jazz del tango, dos músicas de siglo XX, que por urbanas son mezcladas continuamente era, sin duda, una preocupación:
“Puede llegar a favorecer —hablando sobre la existencia o no de relaciones entre el tango y la música contemporánea—que no tiene un tempo estricto. Me parece que en el jazz es diferente,tenés que respetar ciertas cosas. Además hay ciertos jeites de pianista de jazz que si no los hacés, no es jazz.”[8]
Gandini, fanático confeso de Thelonious Monk, también incursionó por los terrenos de la música originariamente norteamericana. Aunque inclasificable (¿jazz? ¿música contemporánea? ¿música argentina? ¿música creativa? ¡todo al mismo tiempo!), en el disco De/generaciones (2006) a dos pianos junto a Ernesto Jodos se cuelan, entre algunas improvisaciones, una versión del clásico Caravan e, incluso, una visita por el standard Loverman. Antecedentes de esta búsqueda están también en el álbum Solo Gershwin (1986), grabado junto al saxofonista Hugo Pierre: el repertorio consta únicamente de canciones del compositor de Rhapsody In Blue.  Este trabajo es mucho más respetuoso de la tradición: el piano plantado en un swing un poco más estricto y el plan armónico menos extravagante. Aun así, no faltan las digresiones características. Es el caso de la introducción de Love Is Here To Stay, donde sus dos manos barren rítmicamente buena parte del teclado.
También, como colaborador y amigo de Fito Páez,se entrecruzó con el rock, una música que en Argentina supo tener referentes de altísima estima e importancia para el público.  Queda de su amistad y de su labor conjunta el disco Moda y pueblo (2005), en el que, además de algunas composiciones del propio Páez, se someten a los arreglos para cuerdas de Gandini, canciones de Nebbia y Spinetta. Su conjunción, de todas maneras, data de mucho tiempo antes: en 1996 ya habían participado en algunos conciertos junto a la Camerata Bariloche realizando un repertorio similar. Acerca de este encuentro, como paralelo de su trabajo en la ‘música culta’ reflexionó algún tiempo después:
“Durante mucho tiempo tuve un gran problema. Un problema psicológico, diría. Yo hacía una jerarquización de lo que componía. En primer lugar estaban las obras serias y después estaba tocar con Piazzolla, que fue el primer choque, hacer tangos o tocar con Fito. Me sentía un poco esquizofrénico. Progresivamente dejé de establecer estas jerarquías y, como consecuencia, de sentirme esquizofrénico.”[9]

Escribiría Fito Páez en Página/12 en el día siguiente al fallecimiento de su amigo:
“Si alguien puso en escena la libertad, ese fue Gerardo Gandini. La música erudita y la popular fueron temas que lo hacían pensar hacia una única dirección vinculada a la historia, su estética personal, el juego y el presente. Era un niño atrapado en el cuerpo de un hombre. Gerardo fue siempre en la búsqueda de la perfección. Un auténtico hombre utópico. Fue un artista artesano que construyó su obra con lo que tenía a mano. Hombre desprejuiciado y aventurero. Todo lo ligado a la música le interesaba. Pensaba el mundo desde allí. Y ese mundo era tan complejo como su espíritu. Gerardo nunca escribió una sola nota con la cual no estuviera involucrado emotiva y conceptualmente.”[10]
Al respecto del repaso de la obra de un artista, lo que realmente queda tiene que ver con las lecciones aprendidas en el camino. Los números o los procedimientos son ilustrativos de un pensamiento mucho más profundo que vale rescatar en este caso. Lo que sobresale al descubrir a Gerardo Gandini es el ingenio que supo aplicar para apropiarse de los espacios que le tocaron. La música, su verdadero hogar (home is where your heart is) sufrió sus intervenciones a partir del juego con la historia, la transgresión de ciertos límites y el chicaneo de los espacios reticentes al cambio. No es un dato menor, a la hora de realizar este balance, que además de todo lo anterior, haya dedicado buena parte de su vida a la docencia y a la difusión (como docente, como intérprete, como director) de las músicas en las que creía. Su energía y su espíritu quedarán incrustados, para quien escucha y se deja atravesar, en cada una de las paredes de nuestro propio museo imaginario.


[1]http://www.lanacion.com.ar/1566071-gerardo-gandini-una-figura-decisiva-de-la-musica-contemporanea
[2]http://www.latinoamerica-musica.net/compositores/gandini/estar.html
[3]http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/2-3388-2006-08-10.html
[4]http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/3-14780-2009-08-02.html
[5]http://revistas.unlp.edu.ar/PLR/article/view/435/357
[6]http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/9-3848-2007-05-27.html
[7]http://www.jornada.unam.mx/2004/05/24/02an1cul.php?origen=cultura.php&fly=2
[8]http://revistas.unlp.edu.ar/PLR/article/view/435/357
[9]http://www.pagina12.com.ar/diario/espectaculos/6-50668-2005-05-07.html
[10]http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-216487-2013-03-24.html

Ilustración por Julián Rodríguez F.Abril 2014