Veinticuatro de marzo, a pesar de las diferencias

escriben Matías Rodríguez F. e Ignacio Mozetic▹
Dos crónicas para dos marchas que luchan por lo mismo, a pesar de las diferencias.


SIEMPRE EN LA PLAZA

 

Son las ocho de la mañana del lunes veinticuatro de marzo. Me acabo de levantar. Casi como un acto reflejo en este tipo de jornadas —en las que movilizamos— corro las cortinas de mi cuarto y espío el día. No hay rastros de nubes y veo un sol que raja la tierra. Automáticamente el gesto de una sonrisa me invade la cara, suspiro, y digo: “hoy es un día peronista”. Sirvo un café con leche rápido y elijo qué ponerme para lo que será un largo día de militancia. En una secuencia que se repite año a año me reto por no tener para la ocasión la remera de H.I.J.O.S., la blanca que dice “Yo me pongo la camiseta por el Juicio y Castigo”. Es más, al salir de casa sostengo firme que hoy es el día, hoy la compro. Me gusta esa remera. Mientras camino a paso ligero las tres cuadras que me separan de la parada del colectivo, chequeo que el resto de mis compañeros también estén camino a la Unidad Básica. Son las nueve y media, tengo ganas de unos amargos y pienso en todo lo que tenemos que hacer cuando lleguemos: sacar del sótano los bombos, los redoblantes y las tacuaras para armar, uno por uno y charla mediante, los trapos para llevar.
Los compañeros empezaron a llegar y el micro también. Teníamos todo listo para salir rumbo a la Plaza. En pleno viaje comienzan los cánticos, el sonido del bombo y el traqueteo de las manos contra el techo del colectivo: “a pesar de las bombas, de los fusilamientos / los compañeros muertos, los desaparecidos / no nos han vencido”.
Pocas cosas me ponen más feliz que marchar y participar de los veinticuatro de marzo. Siempre digo que es una movilización a la que hay que tener asistencia perfecta. Militar con compromiso y alegría, como lo hacían los treinta mil, levantando banderas de justicia social: las mismas que hoy levantamos en todos los territorios. Acompañar a las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo siempre me emocionó. Un jueves de abril en 1977, catorce mujeres realizaron la primera ronda a la Pirámide de Mayo y mostraron un compromiso por la verdad y la identidad que hoy por hoy se continúa. Empezaron una lucha que siguen dando con amor, con un amor que sólo las madres saben dar, para recuperar a sus hijos y nietos.
La columna es tan grande en Avenida de Mayo que entramos por Bartolomé Mitre. La Plaza de Mayo, iluminada por el sol radiante, está repleta de compañeros. Hace calor, tengo sed y hambre —en parte, claro, por culpa del humo de las parrillitas instaladas sobre la vereda. Nos acomodamos a un costado de la plaza, sobre Rivadavia, frente a la Catedral. Desde allí se ve la bandera interminable con fotos de los compañeros que no están. En el escenario principal van desfilando los oradores, representantes de los organismos de Derechos Humanos. Entre discurso y discurso, un locutor lee las adhesiones y saluda a las organizaciones presentes. La Plaza se llena por el Nunca Más.
¡Treinta mil compañeros detenidos desaparecidos!
¡Presentes!
¡Treinta mil compañeros detenidos desaparecidos!
¡Presentes!
¡Ahora!
¡Y siempre!
¡Ahora!
¡Y siempre!
Piel de gallina. Pienso en esos jóvenes, muchos de mi edad, que dejaron la vida por el sueño de un país mejor para todos. Me acuerdo de Néstor Kirchner, de la derogación de las leyes de obediencia debida y punto final, de los juicios a los genocidas, de Jorge Rafael Videla terminando su vida preso en cárcel común. De los ciento diez nietos que recuperaron su identidad y de todos los que faltan.
La vorágine del día me lleva a la ex Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). Hay un acto a las seis de la tarde. Hoy se cumplen 10 años de su recuperación y la creación del Museo de la Memoria y el Centro Cultural Haroldo Conti. El veinticuatro de marzo de 2004, Néstor Kirchner hizo bajar los cuadros de los dictadores genocidas y dio el discurso quizás más emotivo de su presidencia.
La Plaza de Armas de la ex ESMA comienza a llenarse de jóvenes. Armaron un escenario mirando a Avenida Del Libertador donde más tarde hablará Estela de Carlotto. El acto comienza pasadas las seis de la tarde. Como preámbulo, en las pantallas al costado del escenario se proyectan videos del 2004. Néstor, en su memorable discurso y bajo la atenta mirada de Cristina, levanta la voz y pide “perdón en nombre del Estado Nacional por la vergüenza de haber callado durante veinte años de democracia tantas atrocidades”. Escondido, casi para que ningún compañero me vea, se me caen las lágrimas. Este discurso y todo lo que pasó después, hablando mal y pronto, me liquidan. Es un recuerdo vivo que me conmueve muchísimo.
Agotado físicamente y tras escuchar las palabras de Estela y de Carlos Zannini, vuelvo con mis compañeros en el colectivo medio dormido. Las plantas de los pies no me dan más y la cintura me está matando. Así estamos todos. Ojo, son de esos dolores lindos, de esos que valen el esfuerzo.
Bajo del colectivo en Caseros y Muñiz, el mismo lugar desde donde salimos hace doce horas. El día estaba terminando y de repente me di cuenta de que el destino me había jugado una mala pasada: no compré la remera de H.I.J.O.S.. Tendrá que esperar.
Matías Rodríguez F.



  EL VEINTICUATRO SE CAMINA

 

Y ya es veinticuatro de marzo de nuevo. Y de nuevo somos miles de personas las que salimos a gritar ¡Nunca Más!. Gritar. Gritarles. Gritarles ¡Nunca Más! a los culpables y a los cómplices en los oídos, hasta que sangren. ¡Nunca Más! a la dictadura militar, máquina asesina constituida por las fuerzas de inseguridad, carta apostada por especuladores financieros y empresarios, bendecida por la cruz, amparada  por los jueces y encubierta por los medios de desinformación masivos. ¡Nunca Más! a los grupos económicos decidiendo por nosotros, y matando a quienes presten resistencia. ¡Nunca Más! al miedo. ¿Y qué fue ese ruido? ¿Me están siguiendo? ¿Y ese compañero de la facu no nos estará espiando? ¡Nunca Más! a irte a dormir sin saber si te vas a despertar, y ¡Nunca Más! a despertarte sin saber si vas a dormir de nuevo. ¡Nunca Más desaparecidos! Nada peor que no velar a nuestros muertos. Nada más espantoso que confundir al crujir fantasmagórico de una ventana o al ruido de la calle con la imposible vuelta de ese que no va a volver. ¡Nunca Más! al genocidio. Y si bien hoy estamos a años luz de una dictadura, de un genocidio —porque de ser así estarías arriesgando tu vida por leer una nota como ésta, y afortunadamente no es así— hoy la represión continúa.
Ya arrancó y marchamos por Avenida de Mayo, de espaldas al sol que se esconde detrás del Congreso, imponente. Ahí va una chica de la Sala Alberdi. Recordamos que exactamente un año atrás la Metropolitana reprimió por segunda vez a la asamblea, con el antecedente de haberlo hecho con balas de plomo. Yo también estuve. Qué ironía, ¿no? Represión un veinticuatro de marzo.
Y ahí veo la primera intervención de La Garganta Poderosa de la jornada. La primera de muchas. “Muchos de ellos jamás se fueron”. Y entre las caras más tenebrosas de la historia de la impunidad argentina, veo la de César Milani. Parece mentira, ¿no? Que la presidente haya nombrado de Jefe del Ejército a un milico sospechado de suficientes violaciones a los derechos humanos como para darle unos largos años en la cárcel es un bife y un garzo en la jeta de los que luchamos por los derechos humanos. ¿Hay, acaso, mejor día para denunciarlo?
Un cartel reza “por la absolución de los petroleros de Las Heras”. Con eso sí que no caben dudas. Huelga de petroleros contra el impuesto al salario y la tercerización laboral. Dirigente sindical detenido. En Las Heras, un millar de personas (de aproximadamente 12.000 habitantes) marcharon pidiendo su libertad. La policía reprimió y la gente contestó. Jorge Sayago, que nutría las filas policiales, cayó muerto. Los investigadores, según denuncia la abogada Claudia Ferro, dejaron el área sin perimetrar, lo cual permite suponer que la evidencia fue alterada para esconder la utilización de balas de plomo. Esas semanas la policía detuvo a varios trabajadores que habían participado en el conflicto. El tío de Sayago los definió como ‘perejiles’. Luis Bicego, párroco de Las Heras, denunció que decenas de viviendas fueron allanadas y que algunas personas fueron torturadas antes de declarar. Catalogó la situación como “una caza de brujas”, y agregó: “al mejor estilo de la represión militar que sufrí como estudiante en Buenos Aires. Cuando llegué había más de setenta presos por una muerte y con situaciones de violación a los derechos humanos fundamentales porque torturaban en casas particulares”. El juicio oral fue anulado por “fallas en la instrucción”, pero el gobierno de Santa Cruz apeló y siguió en marcha. Asimismo, se abrió otra causa a varios policías por las irregularidades en el procedimiento, en la que se demostró que, por ejemplo, arrojaron personas de un patrullero en marcha, para luego ser golpeadas. No se probó la vinculación entre la muerte del policía y los condenados, salvo por el testimonio de un acusado condicionado por torturas. En su alegato, el fiscal Ariel Candia afirmó que “darle una cachetada, o ponerle una bolsa en la cabeza no implica decirle [a un testigo] lo que debe declarar”. Y ahora cinco tipos tienen que pagar con cadena perpetua para ‘disciplinar’ a los trabajadores santacruceños que tienen que seguir luchando por sus derechos y por sus salarios.
“Muchos de nosotros jamás volvieron”. Otra intervención de La Garganta Poderosa. Fotos de desaparecidos en democracia. Quizá lo único que nos queda de ellos. 2002, Marita Verón, símbolo de la lucha contra la trata. 2009, Luciano Arruga, desaparecido por la Bonaerense por haberse negado a robar para la mafia policial; ni un condenado. 2012, Facundo Alegre, luego de varios episodios de haber sido detenido y hostigado por la policía de Córdoba no lo vieron más. 2006, Julio López, había sido secuestrado entre 1976 y 1979, y desapareció luego de declarar en el juicio contra Etchecolatz. 2003, a Iván Torres lo subieron a un patrullero, ¿cómo terminó? Todavía no sabemos. 2009, Daniel Solano, que era un indígena que organizaba a sus compañeros para enfrentar al trabajo esclavo al que eran sometidos, fue subido a un patrullero para ser llevado al limbo de los que no están ni vivos ni muertos. Y estos nombres representan sólo algunos de los casos de la violencia institucional en democracia.: podemos seguir la lista1, pero sería interminable. Desaparecidos en democracia, muertos en manifestaciones populares, víctimas del gatillo fácil. Esto último también es un tipo de represión política. Es el control social y la disciplina que presionan a los sectores más pobres, los que potencialmente deberían prestar más resistencia a los hostigamientos del sistema injusto.
Ya llegamos a Plaza de Mayo. Ya es de noche. Creo que hubo un acto, pero la marcha fue tan grande que cuando llegó la columna en la que estaba ya no había ni rastros. Por supuesto no creo que todo en la marcha haya sido color de rosas. Creo que ciertos partidos se colocan en posición de dar cátedra y finalmente no dialogan con nadie. Que se cierran en sus posiciones —muchas de las cuales puedo llegar a compartir— y no llegan a la gente; que priorizan encabezar una marcha por sobre darle un significado; que terminan reproduciendo las relaciones de poder que tanto critican, o criticamos. Pero en fin, mis opiniones sobre la izquierda dan lugar a otra discusión que no corresponde a este espacio. Ahí en la Plaza hay una muestra fotográfica de La Garganta Poderosa. Consta de un excelente registro de imágenes con los ejes villas y dictadura. Un referente de la revista me comenta que forma parte de un trabajo de investigación de una historia que no está contada. Cuenta que la mayoría de los registros de los setenta están enfocados en la militancia universitaria, social o sindical; que se suman a las luchas de las villas pero que hay pocos registros de la militancia de los vecinos de los barrios. Y que con los vecinos de sus barrios están llevando a cabo la reconstrucción de esa historia del ¡Nunca Más! que no está escrita.
En líneas generales, con estas cosas me encontré mientras marchaba en el Encuentro Memoria, Verdad y Justicia. Porque el ¡Nunca Más! mira hacia adelante. Porque aún se siguen sufriendo las consecuencias económicas de la dictadura. Porque aún se siguen palpando los efectos sociales del genocidio. Porque si el objetivo de la dictadura fue asesinar a varios miles de luchadores populares —obreros, estudiantes, villeros— para aleccionar a quienes quedasen vivos, la mejor manera de quebrar la maldición paralizadora del genocidio es volver a gritar en los puestos de trabajo, en los barrios, en las aulas. Porque las fuerzas de inseguridad siguen manchadas de la sangre del pueblo. Porque no olvidamos. Porque no perdonamos. Porque si dijimos que no queremos que esta historia se repita ¡Nunca Más!, no queremos que en ninguna magnitud se repita ¡Nunca Más!. Porque los treinta mil somos todos. Porque los desaparecidos en democracia también. Porque los muertos en manifestaciones populares también. Porque las victimas de gatillo fácil también.
Ignacio Mozetic


1. Solo algunos de los nombres son: Atahualpa Martínez Vinaya, Alan Tapia, Marcelo Sepúlveda, Luis Bolaño, Gabriel “Willy” Gutiérrez, Braian Hernández, Mariano Ferreyra, Kevin Molina, Silvia Suppo, Jon Camafreitas, Nahuel Ramírez, Fernando Díaz, Diego Gallardo, Damian Salcedo, Sergio Duran, Fito Ríos, Daiana Santos, Carlos Fuentealba, Ramón Aramayo, Rubén Carballo, Pocho Lepratti, Mariano Wittis, Darío Santillán, Maxi Kosteki, Juan Daniel Díaz Asijak, Gonzalo Martín Pecha, Kiki Lezcano, Ezequiel Blanco.

Fotografía por Antonio DovalAbril 2014