Masacre de Rincón Bomba

escribe Urco▹
Viaje en el tiempo lector, viaje en bicicleta si quiere, pero deténgase cuando a su costado asome la presidencia de Juan Domingo Perón y pueda hacer memoria sobre el último genocidio indígena en tiempos de democracia.
Imagínese, lector, que usted no es una de las tantas víctimas insulsas de la babia posmodernista del siglo XXI, sino que forma parte de todas aquellas personas que construyen la historia pero nadie los recuerda. Es más, imagínese que la historia lo niega; imagínese, entonces, que usted nunca existió. Imagínese que a usted no le alcanza. No le alcanza para llegar a viejo porque usted, querido lector, es un excluido. Viaje en el tiempo lector, viaje en bicicleta si quiere, pero deténgase cuando a su costado asome la presidencia de Juan Domingo Perón y pueda hacer memoria sobre el último genocidio indígena en tiempos de democracia.
No es el objetivo de esta nota hablar de lo que ya se sabe, de lo que es verdad y aparece en los libros de historia. La historia, justamente, no se trata sólo de los que figuran en ella sino de todos los que cruelmente dejó de lado. Nadie puede existir sin tener historia, es una cualidad innata de todo ser humano que habrá de perecer llegada su hora. Negarle la posibilidad de trascender a una persona es negarla a ella misma y relegar su existencia.
La Masacre de Rincón Bomba, también conocida como Genocidio Pilagá, fue el último gran exterminio de aborígenes perpetrado en Argentina, honor que en 1947 el General Perón, en compañía de la Gendarmería Nacional, asumió con orgullo y destreza. La masacre dejó un saldo de más de mil aborígenes muertos, y se calcula que la cifra puede duplicarse, ya que muchos de los cuerpos fueron quemados y las investigaciones siguen en curso. Todo comenzó cuando un grupo de trabajadores pilagás, qoms, wichíes y kollas realizaron un largo viaje desde Las Lomitas hasta Tartagal con la promesa de conseguir trabajo en el ingenio azucarero San Martín de Tabacal, propiedad del magnate Robustiano Patrón Costas. El conflicto empezó cuando la jornada de trabajo, que se pagaba seis pesos el día, fue reducida a dos pesos con cincuenta. Arduas y extensas jornadas de trabajo en condiciones casi serviles de explotación caracterizaban la vida en este ingenio. A los trabajadores se les pagaba con vales y Patrón Costas contaba con una suerte de policía privada de la cual se valía para perseguir y regresar a la fuerza a los que se escapaban de sus trabajos. Pero Patrón Costas no trabajó toda la vida sólo para aparecer mencionado a la ligera en este artículo. Patrón Costas ganó con su esfuerzo que aquí se diga más sobre su interesante vida y sobre su participación política, ya que además de ser un apropiador de tierras indígenas fue candidato a presidente con la Concordancia —en alianza con el Partido Socialista Independiente— y senador en tres ocasiones hasta la llegada del primer peronismo.
Frustrados y hambrientos, los trabajadores pilagás del ingenio volvieron a sus hogares en Rincón Bomba. Al llegar, pidieron ayuda a la Comisión de Fomento y a la Gendarmería Nacional, asunto que finalmente fue atendido por Perón cuando la noticia llegó a Buenos Aires. El presidente les envió un cargamento de tres vagones de alimentos, medicamentos y ropa que, por el tiempo que tardó en llegar, fueron entregados en mal estado. Semejante gesto de la Gendarmería Nacional trajo como consecuencia más de cincuenta muertos por intoxicación, y desencadenó una serie de manifestaciones y protestas de los habitantes de Rincón Bomba. La respuesta de la Gendarmería y el Estado Nacional fue la masacre de prácticamente toda la comunidad y la posterior quema de los cadáveres. La prensa habló de un sublevamiento indígena inexistente y esta fue la única participación mediática del suceso en la historia hasta años recientes, cuando se abrió la investigación y se dio a conocer el genocidio.
No voy a detallar punto por punto las instancias de la Masacre ni su repercusión en la comunidad pilagá porque la información está disponible en varias fuentes (recomiendo al respecto un documental de 2010 de Valeria Mapelman, Octubre Pilagá). Lo que me interesa remarcar es lo que subyace a esta masacre, la necesidad occidental capitalista de exterminar las formas de producción alternativas; poder dar cuenta de este proceso que continúa bajo otras formas en la actualidad. Poco importa la postura marxista economicista, según la cual estas masacres suceden por la necesidad del capital de encontrar nuevas zonas donde reproducirse. En un plano más general, la idea es dar cuenta de la intención occidental de moldear el mundo a su imagen y semejanza. Es un proceso cultural que data de largo tiempo y se propaga a nivel mundial, independientemente de la expansión del capital. En Argentina, este proceso homogenizante se llevó a cabo por los mismos gobiernos que forjaron y consolidaron nuestra democracia, es decir, por aquellos gobiernos que sentaron las bases para que hoy en día disfrutemos de un hermoso sistema capitalista de producción. En el siglo XIX, Rosas y —sobre todo— Julio Argentino Roca expandieron las fronteras nacionales a costa de incontables comunidades indígenas. Entrado el siglo XX, Hipólito Yrigoyen y Juan Domingo Perón fueron los encargados de continuar esta tarea añadiendo a la historia argentina las masacres de Napalpí y Rincón Bomba respectivamente.
La consolidación de un sistema de producción implica que precedentemente se haya preparado el terreno para semejante emprendimiento, es decir que se haya forjado una unidad e identidad territorial por sobre la cual establecerse. Aquí es donde la heterogeneidad, la multiplicidad de pueblos e ideologías, las formas alternativas de producción y la diversidad se convierten en un peligro para un estado–nación. Fue así que en Argentina eliminamos a los gauchos, la población afrodescendiente y los aborígenes, sólo para generar una identidad nacional que nos identifique a todos —es decir, a los pocos que quedaron. No es casualidad que los gobiernos nacionales que más éxito tuvieron reactivando la economía, fortaleciendo la industria y mejorando las condiciones de vida de los trabajadores hayan sido los mismos gobiernos responsables de las masacres indígenas mencionadas. Estos gobiernos, que tuvieron la intención de realizar cambios mínimamente estructurales, necesitaban generar una comunidad definida donde realizar estas modificaciones. Esa necesidad de unificar, homogenizar y construir identidad (en tanto herramientas de control estatales) fue llevada a cabo no sólo con masacres indígenas sino también con políticas educativas, obras públicas y el correspondiente apoyo de los medios masivos de comunicación.
Una vez lograda la consolidación de esa identidad, el proceso de homogenización sigue en pie para proyectar este sistema hacia el futuro. En la actualidad esto se convierte en un desafío, ya que el mismo sistema económico mundial ha convertido en cenizas las fronteras nacionales, y porque el uso indiscriminado de la violencia es rechazado por la mayoría de la población. Las políticas de formación de identidad, sin embargo, siguen vigentes en escuelas, diarios, discursos políticos y todo un abanico de herramientas culturales.
Entonces, ¿cuál es el problema de cuidar una identidad, consolidarla y proyectarla hacia el futuro? ¿No apunta hacia una hermandad ciudadana? ¿No es, por lo tanto, una política de inclusión? Lamentablemente, si se forja una identidad, se genera al mismo tiempo una otredad, que sirve a su vez para ratificar la pertenencia al primer grupo. Tal vez ahora no haya problema con incluir a un ‘gaucho’ dentro del concepto de identidad argentina, pero el otro no es siempre el mismo. Hoy en día se puede observar la discriminación con los que se recibe a los inmigrantes de países limítrofes que, víctimas de una identidad a la que no pertenecen, viven excluidos cobrando bajos salarios y trabajando muchas veces en condiciones casi serviles. Paradójicamente, recorre la opinión pública la idea de que “nos roban el trabajo” pero, en realidad, ese es el rol que le queda a los otros en nuestra sociedad.

Ilustración por Julián Rodríguez F.Mayo 2014