Tres para El Pez #3: Adriana Bruno

escribe Nacho Castillo▹
En esta edición de Tres para El Pez, Adriana Bruno nos recomienda tres series para ver hasta el final.

Adriana Bruno pasa muchas, muchas horas de todos sus días mirando televisión. Quizá sean unas cuantas más de lo aconsejable para su salud mental, supone. Sin embargo, ese es su trabajo desde hace más de veinticinco años. Periodista desde siempre, después de unos veranos como secretaria y un par de años como empleada bancaria, en su más tierna juventud pasó a ganarse la vida en los medios de comunicación cuando la democracia era tan joven como ella. Recorrió las publicaciones más diversas: desde revistas femeninas de circulación masiva hasta las más under del rock; desde las que hicieron historia como El periodista de Buenos Aires o el diario Página12 hasta fascículos de comida naturista; desde suplementos sobre medio ambiente hasta el de Espectáculos del diario Clarín, donde edita el área de Televisión desde hace dos décadas. No cree que la pequeña pantalla sea una “caja boba”. Está convencida de que, como todo instrumento, los bobos o los genios son los que la hacen y los que la miran.
Y entonces recomienda.


:: TRES SERIES PARA EL PEZ
1. Los simuladores
2. Prófugos
3. Treme
Los simuladores, la serie creada y dirigida por Damián Szifron, no perdió su vigencia ni su gracia, pese a haber sido emitida originalmente en 2002 y repetida tantas veces que ya perdimos la cuenta. Sin embargo, siempre hay nuevas generaciones para disfrutarla. Cada escena esconde una ironía sobre un modo de ser muy nuestro (más que argentino, me animaría a decir que muy porteño), además de estar bien filmada y bien actuada. Y aunque esto último es lo mínimo que se le puede pedir a un producto televisivo, convengamos que no es algo que abunda. ¡A disfrutarla! Y ya que se dan una vueltita retro por YouTube, pueden buscar algunos capítulos de Rolando Rivas, taxista, telenovela ícono de los ’70 donde se refleja mucho más una época que en varios libros presuntamente ‘setentísticos’. O de Okupas, otra joyita nativa.
Prófugos es una excelente miniserie chilena, realizada con dinero de HBO (y se nota). Violentísima, con ritmo de vértigo y actuaciones del carajo. Paisajes que ni les cuento, y una narración que va abriendo misterios como en un juego de muñecas rusas. Si entienden a los chilenos hablando, les va a encantar.
Treme. Otro producto HBO, pero este hecho por allá. Y sin embargo, poco que ver con la típica serie yanqui. De los mismos creadores de The Wire, ésta no es policial sino una cosa rara. Está ambientada en la Nueva Orleans inmediatamente post Katrina. Una ciudad devastada en muchos sentidos, cuya identidad y dignidad parecen rescatar una sola cosa: la música. No por nada se llama Treme, el nombre del mítico barrio negro donde algunos dicen que nació el jazz.
Por supuesto, también me gustan Dr. House y Game of Thrones, pero esas son más conocidas, y estas perlitas no tanto.

En la última década el formato de las series se vió afectado por el aumento de la velocidad del intercambio de información, a tal punto que ya nisiquiera hay que anotarse en la agenda cuándo sale el próximo episodio de House of cards: Netflix se encarga de subir toda la temporada entera de un tirón y al ratito se puede bajar gratis por los medios alternativos usuales para ver en el momento que elige uno mismo. A pesar de que parecen todas buenas, ¿creés que se pierde algo para la "ceremonia" de seguir una serie? ¿Cambió todo lo anterior tu forma de relacionarte con las series?
Interesante discusión. ¿Estamos mirando los productos televisivos en la forma en que los creadores quisieron transmitirlos? ¿Hay en los productos televisivos alguna forma de arte que deba ser respetada? ¿Qué está expresando sobre nuestro consumo cultural el hecho de devorar maratones de series como quien se pega el atracón de comida? Personalmente, sigo mirando las series por capítulos. Es más: intento estar frente al televisor en el momento de su primera emisión. Por supuesto, es un resabio generacional. Estoy perfectamente enterada de las ventajas de mirar lo que uno quiere en el momento que quiere gracias a Internet. Con todo, desaconsejo la bulimia televisiva. Cada episodio tiene su principio y su fin, su suspenso, sus ganas... el tiempo que te da el autor para procesar lo que viste porque ¿hay algo más fascinante que anticiparte a lo que puede pasar en el capítulo siguiente?

Servicios como Youtube o Vimeo abrieron puertas a nuevos formatos que son en algunos casos aprovechados por realizadores independientes. Son casos como el de Famoso, la micro-serie que (anti)conducía el actor Martín Garabal o la ficción autoreferencial de Malena Pichot, La loca de mierda. ¿Creés que hay algún valor a futuro en ese tipo de producciones?
Las producciones hechas para Internet pueden tener valor, o no. Ni les da ni les quita valor el hecho de que el formato o el soporte sea diferente. Pero no puede dejarse de lado lo que implica como democratización de la producción televisiva. Cuando el viento quite la hojarasca se verá lo que quedó.

De las producciones nacionales, ¿cuáles fueron las últimas que te llamaron la atención y por qué?
Me gustó mucho la telenovela El elegido (¿cómo olvidar a Bredice en su Verónica San Martín?) haciendo críticas sociales sin perder de vista la historia de amor ni el suspenso, y con una reivindicación de la cultura de los pueblos originarios, que es una deuda enorme de la Tv  en general. Muy original me pareció Muñecos del destino, una parodia al género hecha con muñecos de trapo, realizada por estudiantes de la Universidad de Tucumán y emitida por Canal 7. Soy ecléctica: me gustan los documentales de Encuentro y también Sres. papis.

En tiempos donde la función del periodismo formador de opinión de los grandes medios es cuestionado por todos los frentes, ¿creés que hay una posición tomada desde el periodismo cultural en este contexto?
Creo que la función del periodismo cultural como formador de opinión está en franco declive. La crítica, por ejemplo, es un género en extinción, al menos en lo que a televisión se refiere. Sospechado y con toda razón está todo el periodismo. Habría que ver a qué deberíamos empezar a llamar ‘periodismo’, ya que los grandes medios están decididamente volcados al marketing. Pero esa es otra historia.

En una entrevista que le hicimos desde El Pez Digital a Osvaldo Bayer para la edición de este mes la conversación nos llevó a la siguiente frase: "(...) los medios de comunicación no pertenecen a cooperativas de periodistas ni transmiten toda la información, si no que pertenecen a grandes empresas. Mientras exista todo eso no hay democracia". ¿Qué opinás de esa afirmación desde tu lugar?
Tendría que decir “Osvaldo Bayer tiene la posta”. Agrego que muchos de los que trabajamos en los grandes medios guardamos siempre la secretísima esperanza de que algunas líneas, entre las cientos y miles que escribimos, logren filtrar algo digno de que algún otro lo lea. Y además hay que pagar las expensas y todo eso... la burguesía es un viaje de ida.

Fotografía por Federico DalmazzoMayo 2014