Z de Zamora

escribe Ignacio Mozetic▹
"Los tiempos desafían para ver cómo logramos avanzar desde abajo, aquí, en América Latina y en el mundo." Una entrevista imperdible de la A a la Z de Zamora.

Luis Zamora militó por los derechos humanos en plena dictadura. Puso el pecho a las balas en todo tipo de represiones, en todo tipo de luchas, durante todo tipo de gobiernos. Enfrentó a militares que se sentaron en el banquillo de los acusados, el banquillo en el que nunca se sentaron los luchadores que secuestraron, torturaron, violaron, asesinaron y desaparecieron. Incluso tuvo el privilegio de repudiar heroicamente a Bush padre en medio de un homenaje en el teatro parlamentario. Luchador y marxista, la vergüenza del Congreso. Con El Pez Digital lo entrevistamos para que lo conozcan un poco mejor.

Empezaste a militar por los Derechos Humanos, en la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, y en el CELS. Contanos un poco de esa experiencia. 
Empecé a tomar algunas causas de perseguidos por la dictadura y luego me vinculé a la Asociación de Abogados y a la APDH. Allí tuve la oportunidad de conocer a Emilio Mignone y a Augusto Conte que tenían hijos desaparecidos. En 1979 cuando pensaron en formar el CELS me propusieron unirme a ese proyecto y allí formamos un equipo formidable con otros familiares y abogados para denunciar los crímenes de la dictadura y defender a sus víctimas. Llegó un momento en que tuvimos cerca de tres mil causas judiciales. Nos desbordó completamente, patrocinamos a muchas integrantes de las Madres y de Abuelas, marchamos con ellas muchísimos jueves alrededor de la Plaza frente a la Rosada cuando estaba Videla, nos contagiamos de su fuerza en medio de tanto terror, amenazas, miedo, detenciones, visitábamos a los presos políticos que defendíamos en las cárceles, abrimos muchas de las causas que hoy están en trámite todavía, en fin. Un recuerdo imborrable, duro, doloroso, parte de una lucha contra la impunidad del genocidio en la que hemos seguido hasta hoy.

En los ochenta ya te empezaste a hacer un nombre en el MAS. ¿Como viviste las luchas de esa democracia incipiente?
Cuando se conformó el MAS sobre la base del PST (Partido Socialista de los Trabajadores) tuve el privilegio de ser propuesto como candidato a presidente junto a Silvia Díaz. Fueron años de aprendizajes, de formación militante anticapitalista, socialista, de experiencias en luchas y huelgas obreras, barriadas populares, recorridas por fábricas y tantos lugares de trabajo en todo el país. Tuve la oportunidad de estar en muchas ocupaciones de fábricas, grandes como la Ford, la entonces SOMISA, huelgas como la de la represa Piedra de Aguila, o la de Fate, represiones fuertes, enfrentamientos a la burocracia y la patota sindical, marchas, la lucha y las campañas de años contra el pago de la deuda externa, la gigantesca movilización nacional contra los carapintadas de Semana Santa del 87 y la estafa de Alfonsín de las Felices Pascuas, las luchas contra las leyes de obediencia debida y punto final, las luchas contra el menemismo, las privatizaciones, el indulto. Participé de encuentros y luchas internacionales contra el capitalismo junto a otros pueblos. Luego hice un reexamen crítico de la construcción del MAS pero lo que aprendí allí teórica, política y humanamente tampoco lo olvido nunca.

En el año 1989 fuiste elegido diputado por primera vez. ¿Qué rescatás de esta experiencia? 
Muchas experiencias, con mucho orgullo, porque juramos poner las bancas, y así lo hicimos, al servicio de las luchas obreras y populares y por la difusión de un  programa internacionalista y socialista. No teníamos experiencia previa pero sí la de los socialistas clásicos que enseñaban a que la principal tarea parlamentaria estaba afuera y no dentro del Congreso. Y era parte de un partidazo como era el MAS en ese momento. Nuestra militancia como diputados fue parte de la de miles de militantes en otros frentes y con esa fuerza enfrentamos el desafío de estar en ese ámbito antidemocrático y al servicio de los que nos explotan y dominan que es el Congreso.

Se convirtió en una especie de leyenda la sesión del Congreso en la que te vas a los gritos en el medio del homenaje a George Bush...
¡Qué satisfacción! Repudiar al presidente de los EE.UU. a pocos metros de distancia como parte de la lucha contra ese mundo capitalista que defiende, que simboliza, por la sangre y la explotación de pueblos enteros, de miles de millones, sólo para defender la ganancia de pocos. Fue una escena miserable ver a senadores y diputados justicialistas, radicales, liberales homenajeando a ese enemigo de la humanidad, insultando mi repudio al homenaje. Ellos aplaudiendo con entusiasmo al genocida, yo denunciando y en medio de esos insultos me fui de la Cámara. Siempre pienso que tuve el privilegio que desean tener millones y millones en el mundo que le dirían lo mismo en esa situación.

Hablanos del 2001.
Fue una rebelión impresionante que abrió un período que todavía no logran cerrar. Un pueblo que se hartó de las angustiantes condiciones de vida,  del fraude del gobierno y de la dirigencia política llenó las calles, enfrentó la represión, tuvo cerca de cuarenta asesinados y echó al presidente dos años antes de que terminara su período. Creo que ese diecinueve y veinte fue una de las acciones más democráticas del pueblo argentino en toda la historia y nos enorgullece haber sido, con AyL (Autodeterminación y Libertad), parte activa en las calles y en el enfrentamiento a la represión; de lo que era una continuidad de la lucha previa de los desocupados; de los cortes y los piquetes; de movimientos sociales que se juntaron con los sectores medios en esas jornadas.
Después se hizo carne que con De la Rúa no bastaba y se empezó a gritar el “que se vayan todos”, asambleas autoconvocadas en tantos barrios de  muchas ciudades,  fábricas recuperadas, movidas juveniles; habíamos formado Autodeterminación y Libertad unos meses antes, había salido diputado de nuevo y defendimos con AyL ese proceso asambleario inédito participando de esas movilizaciones impresionantes en calles, plazas, barrios. La tarea quedó pendiente pero abierta. Aprendimos mucho de ese proceso y del que siguió especialmente en luchas ambientales, también asamblearias, en estos años. Y más nos empuja a propiciar procesos de autoorganización para luchar contra el capitalismo y sus instituciones sin ataduras, de caminos de democracia directa, de construir desde abajo, de no esperar nada de los de arriba, en una fábrica, en la universidad, en una escuela. En todo el mundo, especialmente jóvenes trabajadores o estudiantes empiezan a recorrer esos caminos. Pensamos que si no mandamos, nos seguirán mandando.

¿Qué pensás del gobierno actual?
Lamentablemente para los que esperaban algo distinto, este gobierno, si bien con el crecimiento que arrancó con la devaluación del 2002 y los precios agrícolas favorables en el mercado mundial mejoraron el salario y el empleo y se redujo la pobreza y la indigencia en comparación con el 2001, por otra parte aseguró especialmente una enorme rentabilidad a los negocios empresarios, superior incluso a la de los 90, y mantuvo la matriz productiva extranjerizada y concentrada lo que se evidencia en las formidables remesas de utilidades al exterior y la fuga de capitales que permitió. Es decir, no hizo cambios de fondo, estructurales: llenó de soja el país, la cordillera de megaminería y pagó deuda externa en efectivo como nadie antes; para desmontar el proceso de poder popular que había salido a la superficie con el 2001 debió hacer concesiones en las políticas sociales y también democráticas como las conquistas de los juicios a los represores de la dictadura o como el matrimonio igualitario. Pero el país dominado por grandes empresas transnacionales no cambió. Y cuando se cierra el ciclo favorable el gobierno hace lo de todos, aumenta tarifas, baja salarios, pide prestado afuera. Paradójicamente, la ‘política’ volvieron a hacerla los ‘polítícos’. Los del PJ, la UCR, el Pro, o UNEN. Pero los aparatos partidarios siguen atravesados por la profunda crisis de representación y la brecha que no se acorta con el pueblo. Y las decisiones las toma un puñado desde el poder lo que se contrapone con esa cultura de participación de los de abajo que surgió del 2001 y quizás también con la de muchos  jóvenes que se acercaron atraídos por algunas banderas que levanta el gobierno. Y que hoy se encuentran con Milani, con el proyecto antimanifestación, con Chevron, Monsanto.

¿Qué opinás del paro del pasado 10 de abril?
Fue un paro muy fuerte. Si tenemos en cuenta que el gobierno hizo campaña y amenazó a los que pretendían parar, que los burócratas de los gremios más numerosos —los de la CGT oficialista— estaban en contra, con dirigentes políticos como Macri o Scioli o los radicales en contra y que los que convocaban eran dirigentes como Moyano o Barrionuevo, legítimamente desprestigiados, incluyendo que venían de traicionar la formidable huelga docente, con un tercio de trabajadores en negro que si paran los echan sin más, se puede decir que el paro fue muy importante. Políticamente, sólo las organizaciones de izquierda nos jugamos a apoyar el paro. Y era lo que correspondía —nos parece—, ya que es imprescindible luchar contra el fuerte ajuste del gobierno a los salarios y las jubilaciones, como parte de la política de hacer deberes clásicos con el poder económico y volver a endeudarnos. Y del paro salimos más fuertes y el gobierno más débil. Ya se ven efectos en las paritarias que cierran más alto después del paro como la de mercantiles. Y en esa necesidad imperiosa de empujar la lucha contra el ajuste de  la presidenta  hasta derrotarlo buscamos aprovechar esta medida para ver si podemos aportar a la pelea por la autoorganización para no depender de los Moyano, los Caló, los Barrionuevo o los Martínez y avanzar en el planteo de fondo que es enfrentar al sistema capitalista en su totalidad. Los tiempos desafían para ver cómo logramos avanzar desde abajo, aquí, en América Latina y en el mundo.

Fotografía por Cami López RuizMayo 2014