Giap: Estrella de Vietnam

escribe Federico Dalmazzo ▹
Una cita en la pantalla grande con Võ Nguyên Giáp, el superhéroe vietnamita por excelencia, ídolo entre la juventud oriental. Un encuentro cara a cara con el personaje que se confunde con San Martín o Napoleón, según la ocasión.




Se apagan las luces, sólo queda el insoportable cartel verde de SALIDA y los leds que marcan la escalera; tomará nada más que un rato acostumbrarse. Para bien del séptimo arte, la costumbre yanqui del consumo de palomitas de maíz está en grata decadencia, en favor del consumo de alfajores y conitos de dulce de leche, inocuos al oído. Pasan algunos logos de productoras mientras nos acomodamos en la butaca (yo, en lo personal, me saco el calzado) y comienzan tenuemente a sonar unas cuerdas de orquesta, in crescendo. Sobre fondo negro se lee el siguiente extracto, correspondiente a uno de los artículos de Uno y El Universo de Ernesto Sábato:
SOCIALIZACIÓN
He visto algunas críticas al socialismo que, esquemáticamente, consisten en lo siguiente: las ideas marxistas sobre el átomo son equivocadas; luego, el socialismo es una ingenuidad. Con lo cual sus autores se quedan muy tranquilos y no sufren problemas de conciencia ante el hecho de que millones de hombres vivan y mueran como bestias en minas, ingenios o frigoríficos. Por mi parte no me parece necesario averiguar antes si la ley dialéctica de transformación de causa en efecto vale o no en la física para hacer algo en favor de los mineros que son explotados en Gales o de los peones que viven como esclavos en el norte de la Argentina. Supongamos que la teoría dialéctica de la naturaleza es equivocada: ¿por qué no ha de ser posible nacionalizar la industria del carbón en Inglaterra? Ningún espíritu digno desciende a esta clase de sofismas. En cambio, aun sin ser economista o sociólogo, verá fácilmente, en cuanto examine unas cuantas estadísticas, cómo la libre concurrencia condujo a la concentración industrial y financiera; y cómo la lucha económica entre los monopolios se ha convertido frecuentemente en luchas políticas y en guerras internacionales por la hegemonía. Y verá también que mientras la máquina y los medios de producción estén al servicio de una minoría engendrarán la desocupación, la miseria, el subconsumo, la aparente superproducción y el consiguiente combate por el mercado.
Ahora estamos viendo el río Mekong, gran arteria y madre de pueblos en el sudeste asiático. Nos ubicamos en la Indochina Francesa de entreguerras, vemos las estrechas calles y los clásicos mercados orientales, sombreros en forma de cono, monjes budistas, especias y arroz, mucho arroz. Disfrutamos un rato de estos detalles con los que se suele representar a las naciones lejanas en el cine oficial, hasta que la mirada va enfocando otros detalles, y corta con ese exotismo tan típico, para enfocar la realidad latente de un pueblo vietnamita esclavizado, porque esta no es de Hollywood, esta es una película de acción antiimperialista.
Un joven profesor universitario de historia y literatura discute acaloradamente con un colega simpatizante de la administración francesa, ambos vietnamitas, en plena calle. Este último argumenta que están a la vista las grandes mejoras estructurales que se realizaron, la universidad, los hospitales, las obras de irrigación para aumentar la producción de arroz. El otro le responde que todos esos edificios sólo los pueden usar los franceses, que para sus compatriotas ahora hay más insalubridad e incluso más analfabetismo, que si bien entre 1880 y 1930 se cuadruplicó la producción de arroz, los mismos números de la administración delatan más hambrunas. Antes de levantar sospechas, el nacionalista le entrega un volante, le pide que lo lea en detalle y se despide. Este joven que se pierde entre la multitud mientras la cámara se aleja y abre un plano general será un gran héroe, por eso ahora su nombre aparece en pantalla a modo de título épico: Võ Nguyên Giáp.
En las escenas siguientes apreciamos la vida de los jóvenes vietnamitas organizando mitines, plenarios, manifestaciones y demás actividades tradicionales de estudiantes nacionalistas de izquierda. Contrariamente a los clásicos pronósticos que suponen que el socialismo nacional, como patología que afecta a los jóvenes universitarios creándoles delirios de utopías y justicias imposibles, desaparece tarde o temprano al encontrarse con el mundo ‘real’, este movimiento demostraba una vitalidad arrolladora —y, sobre todo, peligrosa— encarnada sobremanera en nuestro protagonista. De mirada optimista y sonrisa amplia y constante, hablaba un francés fluido sin perder el acento, y ya cargaba el drama nacional desde su infancia: por nacionalista, su padre había sido asesinado en la cárcel francesa. La solución del problema colonial se les reveló cada vez más ligado a un problema profundo e internacional, la explotación del hombre por el hombre, que se expresa a un nivel macro en los países centrales e industrializados que explotan a la periferia (lo cual tampoco sería posible sin explotadores y colaboradores nativos). Por lo tanto, si el dominador francés no sólo representa, sino que esel capitalismo, la independencia debe ser y será socialista.
Vemos a Giap iniciándose en la facultad en el pensamiento marxista con su legendario camarada Truong Chinh, y, consecuentemente, siendo expulsado ‘por zurdo’. Para el inicio de la Segunda Guerra Mundial se acaba la joda, y la represión contra la resistencia se agudiza, dándole un giro de violencia inesperada para nuestro protagonista, cuya única preparación militar, según afirman, vino de una entrada de enciclopedia que describía el mecanismo de las granadas de mano. La situación lo empuja al exilio en China donde conoce a Nguyễn Sinh Cung, poeta guerrero, maestro de la liberación, llamado por su pueblo “Tío Ho” y por el resto del mundo Ho Chi Mihn, “el que ilumina”. En el momento en que la pax romana se demuestra insuficiente, en que la paz significa resignación ante la miseria y el sufrimiento generalizado, los poetas deben volverse guerreros, y los pacifistas, soldados.
En Vietnam, su mujer muere por las torturas francesas que tanta fama tuvieron en Argelia (y luego en la Escuela de las Américas: Argentina, Chile, etcétera[i]), su cuñada es guillotinada y asesinan también a su hijo recién nacido, a dos hermanas y a otros familiares. Ya no hay retorno; vemos a nuestros intelectuales trasladarse a la selva vietnamita para preparar desde allí la tan necesaria liberación, y fundar el Viet Minh, la Liga Vietnamita para la Independencia, en la hora en que se presenta un nuevo enemigo a saquear sus arrozales, igual o más despiadado que el francés.
En la alucinante Hombre nuevo: Giap contra el Imperio del Sol Naciente (1940) nos encontramos a Japón invadiendo Indochina con el visto bueno del gobierno filo-nazi de la Francia ocupada. Nuestros héroes actúan recluidos en lo más profundo de la selva, comprendiendo que no deben dejarse llevar por la ira o el temor, sino que deben prepararse para una larga lucha. Nuestro guerrero, en ciertas ocasiones, pierde la tranquilidad acosado por las muertes de los compañeros, las tropas enemigas y la dura vida en la jungla. Pero el Tío Ho, con su chaqueta color índigo al estilo de las minorías Tho, de larga barba blanca y jugando con niños como era su costumbre, le recuerda: “Sólo hay que sentarse a la ribera de un río para ver pasar el cadáver de tu enemigo”. Tan oscuras son las cuevas y tan espesa la vegetación, que en pleno día para leer tenían que ascender a lo alto de los cerros, como también debieron aprender a considerar camaradas a las serpientes y alimañas que llenan las cavernas en los días de lluvia. El Tío Ho cuida la salud del grupo: todas las mañanas se ejercitan bajo su dirección y observan rigurosamente los horarios de las comidas, que muchas veces son poco menos que simbólicas. Así y todo, ninguno escapa al paludismo; Ho pasa semanas enteras al borde de la muerte pero sin desesperar, confiando en el trabajo de sus compañeros, y con razón: las organizaciones de base se multiplican, en los pueblos la gente se une ansiosa, se publican periódicos y se dictan cursos de formación política, se explica con dibujos y canciones folklóricas a las etnias sin escritura. Avanzan hacia el sur haciendo ‘saltos’, largas marchas por la selva para llevar cada vez más lejos al movimiento. La avalancha toma forma, millones que no ponen la otra mejilla, hechos un solo puño contra el agresor. La Liga ya forma un ejército profesional de diez mil combatientes que avanzan sobre Hanói en agosto de 1945 y, expulsado el ejército japonés, declaran en septiembre la independencia.
Es sólo el comienzo. Recién ahora, terminada la guerra mundial, los cañones se fijan realmente en Indochina. En la vieja Europa, generales y empresarios acuerdan en pomposos eventos de beneficencia sobre la importancia de retener la colonia, y debaten sobre los mejores métodos para masacrar a un pueblo campesino al otro lado del mundo. Por el sur invaden los ingleses, por el norte tropas chinas, y cada día llegan más soldados franceses; en estas condiciones el poder de los independentistas es efímero. Giap, primer soldado ascendido a general del Vietnam libre, es enviado a Francia a negociar y vuelve con respuestas inaceptables para su pueblo. Así comienza Hombre nuevo II: Napoleón Rojo (1946). Queda por delante una década de guerra y humillación para el gran imperio colonial que a pesar de su técnica avanzada nunca termina de derrotar a los famélicos rebeldes. Todo se intenta, pero nada funciona, siguen saliendo de todos lados, hombres mujeres y niños dispuestos a degollar a un invasor al menor descuido.  
Es 20 de noviembre de 1953. Los primeros rayos del alba iluminan los rostros del General Giap y sus camaradas, parados en lo alto de un cerro observando los movimientos del enemigo en el valle. El despliegue de miles de paracaidistas franceses contrasta con los cantos de las aves que festejan el nuevo día y hacen recordar a Giapun verso que su amigo Ho escribió en la cárcel: “A los antiguos les gustaba cantarle a la belleza natural: Nieve y flores, luna y viento, niebla, montañas y ríos. Hoy deberemos hacer poemas que incluyan hierro y acero”. Los franceses deciden que el poblado de Dien Bien Phusería el lugar perfecto para aplastar definitivamente al Viet Mihn y lanzan nueve mil parachutistes. En tres días, construyen dos aeropuertos y cuatro fortines, mientras Giap observa tranquilamente sin interferir. Planean destruir al ejército guerrillero y pobremente equipado llevándolo a una batalla convencional en la que no pueda hacer frente a un ejército moderno. Giap decide aceptar el reto y se lanza a la batalla, porque antes de comenzar ya la había ganado.
Al caer la primera noche, los vietnamitas ya habían azotado a los franceses con ataques masivos de artillería. Para colmo, los cañones eran irrastreables porque estaban literalmente enterrados: habían sido transportados pieza por pieza en bicicleta o a mano por caminos impensables a través de las colinas y luego ensamblados donde menos se esperaba. Mientras tanto, el ataque por tierra es constante; cuando cae un vietnamita muerto sobre el alambre de púa, cientos aparecen detrás y usan su cuerpo para sobrepasarlo. El comandante francés de artillería se suicida y los refuerzos de paracaidistas sucumben ante el poder antiaéreo del Viet Mihn, desconocido hasta el momento. Francia cavó su propia tumba en Dien Bien Phu, que serviría de ejemplo ilustre para todos los movimientos de liberación del mundo: un imperio cayendo en su propia ley, contra todo pronóstico, en una batalla convencional contra campesinos desnutridos. Se acerca el final del filme mientras los vietnamitas cargan a sus muertos con el orgullo que significa terminar con mil años de ocupación extranjera y comenzar la construcción de la patria. Se siente como respirar aire puro por primera vez, piensa nuestro General meciéndose en una hamaca; pero sorpresivamente lo perturba una mosca terriblemente molesta… ¡La contradicción! ¡Qué terrible la contradicción! La misma nación que declaró los Derechos del Hombre y los principios de Libertad, Igualdad y Fraternidad, esclavizó y asesinó a su pueblo por cien años. ¡Qué ironía! ¡Finalmente, sólo la muerte le ganó a Vietnam el derecho a la vida!
Mientras se pierde nuestro protagonista en estas disquisiciones y Vietnam festeja, otro tigre acecha en la sombra (con perdón de los tigres), listo a traicionar los principios que declara. Esta gran nación, siendo la primera en la historia en declarar el derecho inalienable de todos los hombres del mundo a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad, se encuentra en esos momentos coronando su prolífica carrera imperial. Abran paso, que acá llegaron los mejores, los únicos, los métodos del gendarme mundial. De hecho, ya financió por lo bajo los últimos años de guerra en Indochina e incluso le ofrecióa Francia utilizar dos bombas nucleares, que ésta rechazó. Por algo Europa se queda atrás ante el espíritu emprendedor norteamericano, que prepara nada menos que quince años más de guerra humanitaria contra Vietnam utilizando masivamente armas químicas. Pero esto ya será narrado en la secuela Giap contra el Gendarme Mundial, gran éxito a nivel internacional que superaría a las anteriores, en contraposición a la versión americana Guerra de Vietnam (1973), que sería un rotundo fracaso tanto de público como de crítica[ii].
En esta cuarta película el héroe popular es llamado otra vez al frente para enfrentarse contra la gran potencia mundial, teniendo que innovar sus métodos en una de las guerras más contrastantes del siglo XX: campesinos con cerbatanas y pólvora artesanal contra helicópteros, bombas y tanques de última tecnología. Consecuente con sus principios democráticos, los EE.UU. aprovecharon para experimentar lo último de la tecnología anti-vida. Es así como aparece, en un papel secundario quien hoy en día sacude las taquillas, tanto mundiales como argentinas, con su protagonismo: Monsanto, con su Agente Naranja[iii]. Más allá de las figuritas repetidas, y muy a pesar de haber hecho el imperio capitalista su mejor esfuerzo, lanzando más bombas sobre Vietnam que el total lanzado en la Segunda Guerra Mundial y acompañando el combo con todas las violaciones a los Derechos Humanos que pueda haber en la lista que los declara, fue derrotado vergonzosamente y tuvo que escaparse su último representante en helicóptero mientras el Ejército Popular de Vietnam rodeaban la embajada (sí, Chupete). Se le atribuye el éxito de las tácticas vietnamitas a su concepción más que dinámica de la lucha, combinando el despliegue militar con la acción política de las masas, la guerra de guerrillas rural con insurrecciones urbanas, coordinando al ejército regular de Vietnam del Norte con las guerrillas del sur.
Más aventuras le esperaban luego en Giap contra los Jemeres Rojos (1978) donde invade Camboya, deteniendo el genocidio que allí se estaba perpetrando bajo la dirección de Pol Pot, sin que aparezca ninguna potencia occidental a resguardar los derechos humanos. Sin embargo, la menos conocida de sus actuaciones se daría en China invade, Giap contraataca (1979), donde una China tan poco socialista como solidaria, ya guiada por la burguesía estatal de Deng Xiaoping, ataca el norte de Vietnam hasta que se retira con veinte mil bajas. Habiendo vencido al truchaje chino, Giap no pudo escapar de los enemigos en casa; se acerca el Fin de la Historia, China restablece relaciones con EE.UU., la U.R.S.S. está metida en su propio Vietnam en Afganistán y de todas formas no hay diferencia ya entre los dos polos. ¿Qué queda para Vietnam entonces? La inevitable traición de la burocracia que entrega paulatinamente la patria a las multinacionales sin necesidad de ninguna nueva guerra.

Como sucedió en la mayoría de los países socialistas, una nueva burguesía fue amamantada bajo el ala del estado, y así Giap es expulsado del Ministerio de Defensa, y luego del politburó del Partido. Sin embargo, siete décadas de guerras constantes no lo mataron ni desanimaron, todo lo contrario: el General vivió mucho más que todos nosotros con nuestras vidas sedentarias y 'tranquilas', gozó de una excelente salud y siguió escribiendo sobre guerra de guerrillas, tácticas y la lucha política prolongada. Ya centenario, seguiría dando increíbles señales de rebeldía que dan pie a rumores sobre la existencia de una última producción inédita, Giap regresa contra el Imperialismo del s.XXI, donde el General, ídolo entre la juventud, se une a viejos camaradas, veteranos, intelectuales, budistas, católicos y defensores del medio ambiente, contra las pretensiones de las compañías chinas de instalar en las tierras altas del Vietnam gigantescas minas a cielo abierto, con consecuencias catastróficas para el ecosistema, incluido el humano. Señalando, a quienes lo escuchemos, los nuevos monstruos voraces que se aproximan, muere a los ciento dos años, rodeado por su familia.
Que más se puede decir, los hechos hablan por sí solos.
¡Mentira! Los hechos NO hablan, porque no hay hechos, hay interpretaciones[iv], y así como se construye un mundo en 35mm., se construye la Historia. Algunos críticos preconizaron en su momento, década del sesenta, exaltados por tan optimista filmografía, que “crear dos, tres... muchos Vietnam, es la consigna” y, en consecuencia, encontraron el desastre en el momento de producir sus propios éxitos. Porque si hay algo que no hace jamás el buen cine anticapitalista, si pretende realmente vencer al imperio, es copiar recetas y programas. La producción en serie corresponde a la fábrica, no a las revoluciones, y así Giap instaba a “mantener invariables los principios y ser flexible en la táctica”.
Si me preguntan qué vi, yo contestaría que vi, al otro lado del mundo, y muchas décadas atrás, enormes ejemplos de dignidad, ética y libertad, una libertad real y palpable, por sobre todas las comodidades, que es sacrificio y dolor, fundiéndose en la gran batalla que transcurre en las profundas espesuras de la conciencia humana para que reluzca, al fin, la vida.


[i] La United States Army School of the Americas, fue una escuela emplazada en Panamá luego de la 2ªG.M. para instruir a los militares latinoamericanos en la defensa de los capitales y la cultura estadounidenses, formándolos en la guerra de baja intensidad, operaciones psicológicas (PSYOPS), técnicas de contrainsurgencia, operaciones de comando, métodos de interrogación y recolección de información. Se egresaron de ella cincuenta y seis mil militares provenientes de dieciocho países de Latinoamérica, muchos famosos por aplicar sus enseñanzas en los planes de exterminio, tortura y desaparición que fueron el objetivo de la doctrina. Podemos nombrar a Leopoldo Fortunato Galtieri, Roberto Eduardo Viola, Emilio Massera, Jorge Rafael Videla y demás dictadores y directores de los servicios de inteligencia de América, como también podemos llamar la atención sobre un hecho no tan resaltado, que es la participación activa en el comienzo de la producción masiva de drogas en el continente. Para más información, bastan los manuales de torturas desclasificados por la misma CIA a partir de 1996, donde se promueve el uso de la picana y el secuestro y arresto de miembros de la familia del subversivo (¿suena conocido?). Sigue en funcionamiento. Nótese la cruz y la espada en el escudo.

[ii] Estas deplorables producciones norteamericanas encuentran hoy continuación en la saga Guerra contra el Terror: Afganistán (2001) o Irak (2003) del director U. R. Donkey Mr. Bush o la prometedora Eje del Mal: Irán, actualmente en producción.

[iii] El Agente Naranja era un herbicida extremadamente tóxico fabricado por Monsanto Corporation y Dow Chemical, del cual se rociaron setenta y seis millones de litros con el objetivo de hacer imposible la vida agraria y así forzar a las poblaciones a moverse a las ciudades. Su uso estaba localizado en los cultivos de alimentos con la esperanza de privar al Viet Cong de suministros. cuatrocientos mil humanos fueron asesinados o masacrados, pero el efecto más escandalizador es que luego los niños nacen deformes. La Cruz Roja de Vietnam calcula que hoy en día un millón de humanos son discapacitados o afectados gravemente (sin contar efectos ambientales en un nivel macro). También es notable el uso masivo de fósforo blanco y napalm, así como otros químicos nuevos para probarlos sobre humanos. Mientras a Gustavo Sala se lo acusa de nazi a los cuatro vientos por un chiste sobre David Gueto, los responsables directos de estos genocidios se publicitan en la televisión, los diarios y las rutas de la Argentina.

[iv] F.W. Nietzsche: “Existe únicamente un ver perspectivista, únicamente un conocer perspectivista; y cuanto mayor sea el número de afectos a los que permitamos decir su palabra sobre una cosa, cuanto mayor sea el número de ojos, de ojos distintos que sepamos emplear para ver una misma cosa, tanto más completo será nuestro concepto de ella, tanto más completa será nuestra objetividad.” (Genealogía de la Moral, Editorial Alianza; P.155)

Ilustración por Federico Dalmazzo y Lucía ChappelJunio 2014