Hoja por hoja

escribe Laura Desmery▹
Los animadores canadienses Ryan Larkin y Chris Landreth se cruzan en un corto increíble. Nuestra experta nos trae un episodio que marcará un antes y un después en la historia de la animación.



Un animador absoluto o puro tiene la capacidad de dibujar un dibujo tras otro, sin mantener un registro de lo que hizo anteriormente para que su animación tenga continuidad y fluidez. Cabe aclarar, en este punto, que esta habilidad no tiene que ver con la calidad final de la animación: eso ya corre por cuenta del artista. De por sí, es bastante raro encontrar un animador puro; sin embargo en esta historia participan dos. Cada uno recorrió un camino muy distinto, con técnicas y estéticas completamente diferentes aunque igualmente relevantes. Gracias a una gran casualidad se encontraron y el resultado es imperdible.
Ryan Larkin entra a la National Film Board of Canada en el año 1962, con solo 19 años, como el pequeño saltamontes del extraordinario animador Norman McLaren, que en ese momento era una de las figuras más importantes de la institución. McLaren ordenaba, registraba y archivaba todo aspecto de cada proyecto que realizaba; Ryan no necesitaba nada de eso, simplemente veía, imaginaba y dibujaba. Naturalmente, esto creaba ciertos desencuentros muy poco agradables entre ellos que con el tiempo, lamentablemente, se pusieron peor: Ryan se volvió adicto a las drogas a una edad muy temprana y sus adicciones aumentaron a pasos agigantados. Pero la realidad es que era un artista y uno muy bueno; él mismo dice, años más tarde, que animar era sólo una de las muchas cosas que él podía y quería hacer; deseaba (y lograba) trasmitir la belleza de las cosas, una belleza que observaba en todo lo que había a su alrededor. (Queda a criterio del espectador si esos ojos estaban afectados por las drogas o no, pero de todos modos es innegable que todas sus películas tienen una esencia peculiarmente hermosa.) Durante su pasaje por la NFB estrenó cuatro cortometrajes, los únicos que logró terminar en toda su carrera: Syrinx en 1965, Cityscape en 1966, Walking en 1969 y Street Musique en 1971. Los últimos dos tuvieron una enorme repercusión a nivel mundial y plantaron a Ryan Larkin dentro de la historia de la animación. Luego de largas discusiones con McLaren y los directivos de la NFB por su conducta cuestionable y el abuso de drogas, Ryan deja la institución en el año 1978 y desaparece del mundo cinematográfico por completo. Nadie sabía nada acerca de su paradero.  
Punto y a un costado.
Chris Landreth es nuestro segundo animador puro de esta historia. Estudió ingeniería —curiosamente— durante gran parte su vida académica y poco a poco se fue adentrando en la animación y más adelante en las técnicas y los softwares complejos que requieren la animación 3D. Sus primeros tres cortometrajes fueron The Listener en 1991, The End en 1995 y Bingo en 1998. Este hombre tiene una forma muy particular de contar historias: los sucesos pasados y los conflictos internos se ven reflejados en la apariencia física o en alguna característica fantástica (en ocasiones fantasmagórica) del diseño de cada personaje. Dentro de su estética, que él mismo denomina psicorrealismo, trabaja mucho la psicología y las reacciones sentimentales y las transforma de maneras inesperadas a elementos visuales.
En las cercanías del año 2002 ocurre una de esas casualidades de la vida que de casualidad tienen poco. Chris estaba caminando tranquilamente por las calles de Toronto y a mitad de cuadra encuentra a una persona pidiendo unas monedas y agradeciendo con reverencias cada donación. Cuando se acerca, nota algo que lo descoloca: Ryan Larkin. Con impulso de admirador, Chris se quedó hablando con él y volvió a la semana siguiente y unos días después, y así durante un tiempo. Esa admiración que sentía por el animador se transformó rápidamente en una mutua amistad. Un día, Chris le pregunta si puede grabar una de sus conversaciones, con la valiosa excusa que tiene una idea para un cortometraje. Por suerte, Ryan acepta.
En el año 2004 se estrena el cuarto cortometraje de Chris Landreth: Ryan. En trece minutos logra llevar al espectador al interior de un hombre. De dos hombres, en realidad: el entrevistador también muestra sus heridas y confiesa con imágenes sus sentimientos e intenciones a lo largo de toda la conversación con Ryan. Es todo un tema mostrar visualmente a un hombre destrozado y nostálgico; otro tema es mostrarlo bien. Chris Landreth lo logró. El salto que dio la calidad de su animación y su estética fue proporcional al gigantesco escalón que subió su reputación. Sin embargo, las consecuencias de este cortometraje no sólo afectaron al director sino también al retratado. Ryan Larkin volvió a aparecer ante los ojos de todos, y ante el éxito de Ryan se dio cuenta de que la gente todavía quería ver algo suyo. La comunidad cinematográfica admiraba sus animaciones de su época de oro y durante treinta años fueron juntando las ganas de ver más.

Ryan (2004) - Chris Landreth

Ryan Larkin volvió al negocio. Tuvo sus intercambios con la National Film Board, pero bajo ciertas condiciones decidieron producir una nueva película dirigida por él. Tristemente, nunca vio finalizada su obra: en febrero del 2007 Ryan Larkin murió de cáncer de pulmón. Sin embargo, la historia, el guion, varios dibujos y un par de animaciones ya estaban realizadas. Laurie Gordon, un productor y músico amigo de Ryan, completó el film junto a un grupo de animadores jóvenes de la NFB, todos grandes admiradores de su obra. El cortometraje, que se estrenó en 2008 con el título Spare Change, nos muestra un poco de la belleza que el animador supo ver en las calles de Montreal, su ciudad natal, durante sus años como hombre invisible.
Es notable la forma en que Ryan y Spare Change se conectan y dialogan: entre los dos cortos queda plasmada la esencia de uno de los grandes animadores de la historia. Y queda abierta la entrada para otro gran animador: Chris Landreth, que ya sorprendió una vez planteando una estética visual innovadora y una narrativa extremadamente moderna. En cada cortometraje marca el estilo propio que lo destaca: en The Spine (2009) relata las relaciones entre personas y parejas; en su más reciente film, Subconscious Password (2013), ganador de dos reconocidos premios, juega con el encuentro entre dos personas cuando una de ellas no puede recordar el nombre de la otra. Se sugiere pedir otro trago y quedarse mirando: Landreth ya sorprendió una vez y se puede ver que algo trae entre manos.

Spare Change (2008) - Ryan Larkin / Laurie Gordon

Ilustración por Laura DesmeryJunio 2014