Milonga en negro

escribe Antonio Doval ▹
Carlos Lamadrid, negro de Argentina y referente de Misibamba, nos cuenta un poco de su vida, de sus ancestros y de su lucha por la difusión de la cultura afroargentina.

Carlos Lamadrid es argentino. Más argentino que vos y que yo, probablemente. Pero su apellido no es herencia de un ancestro criollo o de alguno que vino en el último siglo escapando de la guerra, sino de aquella familia Aráoz de Lamadrid, que fuera dueña de sus ancestros africanos esclavizados. Carlos Lamadrid es afroargentino y es parte de Misibamba, una asociación que busca el reconocimiento histórico de lo afro en la identidad argentina. Justo antes de una actividad en el Centro Cultural Rojas, donde la asociación dicta un curso de candombe argentino, Carlos me recibió muy amablemente y me contó un poco de su vida, de sus ancestros y de su lucha por la difusión de la cultura afroargentina.

Para empezar me gustaría que me cuentes un poco de vos. Sos afrodescenciente, ¿no es así?
Descendiente de africanos esclavizados, claro. Y yo calculo que debo tener atrás más de seis generaciones de afroargentinos. Te explico más o menos como es nuestra ascendencia en nuestro país: por tradición oral familiar, sabemos que nuestros ancestros han sido esclavos de la familia Aráoz de Lamadrid, que allá por el mil ochocientos y pico tenían propiedades en Tucumán; de ahí en más sabemos que descendemos de esclavizados.
Entonces, en las distintas provincias —más que nada para el lado del norte— había muchos esclavos. Algunos se convertían en cimarrones, o sea que se escapaban de sus dueños, y se iban para el lado de la pampa y convivían con los pueblos originarios. Ahí se creaban los ‘tambos’ o ‘quilombos’. O sea que ésa es la historia que la cultura argentina negó, invisibilizó en forma intencional, porque después de aproximadamente 1880 o por ahí, cuando los hijos de las familias acaudaladas argentinas descendientes de europeos vuelven de allá, vuelven con la seguridad de querer blanquear al pueblo argentino. Entonces todos son descendientes de blancos europeos, de piel clara y ojos claros, y niegan la presencia de los pueblos originarios y de los africanos.

¿Cómo era la situación de la esclavitud en Argentina? ¿Es cierto que, a diferencia del caso de Brasil o de Estados Unidos, prevalecía la esclavitud doméstica?
En Buenos Aires sí. El trabajo en las provincias era trabajo en los yerbatales, en los ingenios azucareros, en las distintas estancias; ahí está un poco equivocado el concepto que tiene la mayoría de los argentinos. Que todo depende, igual que acá en la capital, todo depende del trato con la familia; no es que porque trabajaban en el servicio doméstico o eran amas de leche tenían un buen trato. Todo depende de quién era el dueño de esos esclavos: en algunos casos han sufrido bastante acá en la capital.

Me decías que había más presencia en la zona del norte del país. ¿Sigue, hoy en día, esa presencia?
Claro, porque esa era la ruta por la cual llevaban a los esclavizados que traían de los puertos de Brasil, Uruguay o Buenos Aires a las minas de Potosí en Perú y a las minas de Chile. Entonces en toda la parte norte del país había muchos esclavizados. Lo que ocurre es que en Argentina se dice que hay un crisol de razas, ¡pero un crisol de razas europeo! Para nosotros la raíz del país son pueblos originarios, europeos y africanos esclavizados. El africano y los pueblos originarios son preexistentes a la nación argentina: antes de que esto sea la Argentina ellos ya estaban aquí.

Justamente te quería preguntar sobre eso, porque en la reforma constitucional de 1994 se incluye el reconocimiento a la preexistencia étnica y cultural de los pueblos originarios y sin embargo no hay una mención a los descendientes de africanos.
Claro, recién empieza a haber una apertura a partir del dos mil con todo un movimiento que hay en el mundo de la matriz africana —por lo menos en el continente americano. En toda Centroamérica ha habido infinidad de esclavizados, entonces comienzan a hacer oír sus voces y a partir del dos mil, dos mil y algo, se empieza a tener conciencia de esto.

El año pasado se celebró por primera vez el Día Nacional de los Afroargentinos, ¿esto fue una conquista de ustedes?
Sí, sí, sí. No solamente de Misibamba, de todas las organizaciones afro. Porque en este momento acá en Capital están trabajando muchas organizaciones de afrodescendientes de Uruguay, de Brazil, de Perú, de Cuba, inclusive de las nuevas migraciones que están llegando de África: del Congo, de Kenya...
En este país se conmemora el 8 de noviembre como el Día de la Cultura de los Afroargentinos y de la Cultura Afro. En conmemoración de la fecha de muerte de María Remedios del Valle, que fue soldado en las tropas de Belgrano y fue reconocida por él como capitana del ejército, y por sus soldados fue reconocida como madre de la patria.

Entonces, ¿además de Misibamba hay otras organizaciones similares acá mismo?
Claro, pero lo que ocurre es lo siguiente: Misibamba se reconoce una asociación de afroargentinos del tronco colonial. Porque consideramos que nuestra historia —la historia de los esclavizados en este país— es diferente a la de otros países. Por ejemplo, en Uruguay vas a ver mayor cantidad de gente de piel oscura, digamos. En Brazil lo mismo; en Costa Rica, Puerto Rico, Panamá, ves más gente. Acá el descendiente de esclavizados se ‘mezcló’ con europeos y con pueblos originarios, entonces tal vez hoy en día la piel nuestra sea un poco más clara, pero esto no quita que seamos descendientes de aquellos. Entonces por eso, al haber tanta inmigración de gente que vino buscando una mejor calidad de vida a este país, los que tenemos la piel oscura tenemos que aclarar que somos argentinos de la Argentina —no en, sino de la Argentina.
En toda la cultura argentina, desde las palabras hasta la música, comidas... Hay toda una presencia cultural afro bastante importante, que fue negada. Y eso es lo que busca Misibamba, la inclusión de los descendientes de esclavizados y el reconocimiento de aquellos esclavizados en la historia argentina. Eso es lo que fundamenta el trabajo de Misibamba.

¿Cuándo y cómo surge la organización?
Surge en el 2008 por inquietud de una hermana mía por parte de padre, que se llama María Elena Lamadrid —que en este momento es presidente de la asociación— para darle una visibilidad a esta parte de la historia que no es contada. Al menos en las escuelas primarias y secundarias esto no se habla, más allá de que hagan alguna alusión a Falucho, al Sargento Cabral, o a un veinticinco de mayo con los negritos o negritas vendiendo pastelitos, ¿me entendés? Considera la cultura argentina que los descendientes de esclavos han desaparecido con la fiebre amarilla, con la Guerra Grande del Paraguay, o con las distintas guerras internas del país.

Desde este primer momento de disminución y ocultamiento de la población afrodescendiente hasta estos días, ¿hubo otras organizaciones afro similares?
Sí, hubo varias. Hubo asociaciones de socorros mutuos, hubo asociaciones de distintos grupos que se reunían de acuerdo a su zona, la que habitaban en África: los benguela, por ejemplo; hay varios, en este momento no recuerdo. Pero hubo varias organizaciones e inclusive periódicos afroargentinos que en el mil ochocientos sacaron varios números. Hubo un periódico, El Proletario se llamaba, que —según la gente que está en el tema de la política— fue uno de los primeros periódicos socialistas de este país. O sea que los africanos esclavizados, como eran todos trabajadores, se organizaron y hablaban desde su lugar, el de los trabajadores.

¿Después de la abolición de la esclavitud?
Claro, la abolición es en el mil ochocientos sesenta y algo. Se decreta la libertad de vientres en la asamblea del año XIII, pero ¿qué ocurre? No se da la libertad como se habló en un primer momento porque Brasil tenía mucha injerencia. O sea: todos los terratenientes de Centroamérica tenían esclavos, entonces si se daba la libertad en Argentina a los esclavizados, se venían todos para acá y los países de Centroamérica quedaban sin mano de obra. Ellos tuvieron influencia en el gobierno argentino de ese momento y se dio solamente la libertad de vientres.
A partir de esa fecha todo aquel nacido hijo de esclavizados era libre, pero no era tan así tampoco porque una criatura recién nacida tenía que vivir con sus padres. Y llegado el momento en que tuviera capacidad laboral, tenía que devolver el lugar. Económicamente tenía que devolver el hábitat y el alimento. En el 1853 se da la libertad definitiva, y recién en el sesenta y dos Buenos Aires adhiere y se obtiene la libertad. Pero ¿qué pasa? Quedan en inferioridad de condiciones los africanos. Eran libres, pero para conseguir trabajo les pagaban menos que a cualquier persona de piel blanca. No tenían vivienda. Entonces la libertad se consiguió mucho después, o sea, la libertad real. Recién cuando aquellos africanos pudieron tener medios económicos pudieron decir “soy libre”.

¿Esa segregación económica persiste hasta hoy?
Hasta hoy. Al tener nuestros abuelos menor oportunidad de acceder a la cultura se dan muchos casos como el mío, que con sesenta y cinco años apenas terminé la escuela primaria en una nocturna, ya de grande y mientras trabajaba, ¿me entendés? Esa falta de oportunidades existe no solamente entre los descendientes de esclavizados sino con los pueblos originarios, o con las clases medias-bajas en este país. No hay una apertura, una puerta para que aquellos que quieran acceder a un nivel terciario lo puedan hacer.

Durante el siglo pasado, muchas asociaciones y comunidades de pueblos originarios tuvieron una variedad de reclamos y logros en torno a la inclusión histórica. ¿Por qué te parece que eso con los afrodescendientes tardó más en llegar?
Porque básicamente el reclamo de los pueblos originarios es por sus tierras. Como los marginaban y les daban territorios en donde no podían cazar sin industria ni nada tuvieron que hacer un reclamo con más presión, porque no tenían donde estar. El africano se fue adaptando a las circunstancias, digamos, no iba a ser empleado administrativo, pero era peón. Entonces más o menos se acomodó, y muchos de nuestros ancestros o familiares ocultaron su negritud, al tener la piel más blanca, para conseguir un nivel medio de vida. Se acomodaron ahí, y ahí se quedaron. Pero lo que le da vida hoy a Misibamba es nuestro deseo de ser incluidos en la historia, esa parte para nosotros es lo más importante.

¿Cuál es su relación con las inmigraciones más recientes de africanos y con los descendientes de africanos que llegan al país desde otras partes de Latinoamérica?
Y... nuestra raíz está en África. Todo lo que podamos lograr para la visibilización es importante: es mejor que seamos muchos los que reclamamos. Por ejemplo, en este caso llegan los africanos y reclaman que se les sea reconocido el nivel terciario de educación a aquellos que lo tengan, que se los evalúe y que no tengan que andar vendiendo baratijas en la calle. En eso estamos de acuerdo, estamos en contra de la xenofobia, el racismo, la discriminación; estamos todos de acuerdo. Ahora, nosotros hacemos hincapié en la historia: la historia argentina es, también, de los afroargentinos.

En cuanto a la discriminación que mencionabas, es evidente que en nuestro país existe una discriminación muy fuerte hacia ‘los negros’ o ‘lo negro’, aunque quizá haciendo referencia a lo indígena o latinoamericano. ¿Sentís que esto afecta también a lo africano?
Sí, claro, todo aquello que es diferente o de clase medio baja es ‘negro’. Hemos tenido una charla con varias asociaciones afro en el Ministerio de Trabajo. Luego de terminar llegaron los funcionarios e hicieron su discurso de diez minutos: “los queremos mucho, los incluimos y de aquí en más un respeto mutuo, etcétera.” Pero queda todo ahí. Entonces, se le da al color negro el sentido de lo malo. Para nosotros el color no tiene nada que ver, son malas o buenas las personas. En lo que hacen, en las actitudes... No son todos blancos malos ni son todos negros buenos, ¿me entendés? Cada persona es como es. Y el Estado —ya sea el estado nacional, el provincial, el municipal— no tiene en este momento... ¿cómo te puedo decir? Una decisión firme de dar este giro histórico, que es hablar de la historia, pero de toda la historia. Con sus defectos y sus virtudes, ésta es la historia argentina: pueblos originarios, europeos y africanos esclavizados.

En este sentido, en Misibamba formaron el Grupo de Estudios Afroargentinos. ¿Qué investigaciones hacen?
Bueno, por ejemplo ir conociendo distintas familias que se reconozcan como descendientes de africanos —porque tampoco queremos obligar a nadie. Hay personas de unos cincuenta años de edad que hasta este momento han vivido bien, están en una posición medianamente cómoda y borraron a sus ancestros, o se olvidaron de sus ancestros. Y, hoy en día, decirle a un tipo “reconocete como descendiente de esclavizados” es cambiarle toda la historia. Entonces si no tienen esa voluntad, no los obligamos. Pedimos a aquellos que se reconocen o que tienen en su familia conocimiento de que son descendientes de esclavizados y que quieren acercar su historia, cómo vivieron hasta ahora, cómo vivieron sus padres, nosotros nos acercamos; al menos Pablo Cirio, un antropólogo que está colaborando muchísimo con nosotros, se acerca, les hace una entrevista... Y así tratamos de rearmar la historia de los afro en este país.

¿Son comunes los casos de negación?
Y, está muy generalizado. No te olvides que no sólo de parte del Estado se negó la presencia afro, sino inclusive de los mismos afros. Por ejemplo, hay familias que nosotros estamos descubriendo ahora, que recuerdan comidas que hacían sus abuelas, sus bisabuelas, que analizando son comidas que se hacían en África; con las palabras pasa lo mismo... Por ejemplo, en nuestra familia y en algunas familias de la zona de Merlo, de Alsina, hemos conservado el candombe. Que es distinto al candombe uruguayo, no es el mismo porque el candombe está aquí desde la época de la colonia. Ellos han luchado muchísimo para imponer el candombe en la calle. O sea, hoy en día hablás de candombe en la Argentina y te dicen “ah, sí, candombe uruguayo; sí, lo escuché, ¿cómo no?” El nuestro no es uruguayo, el nuestro es candombe argentino. O de Buenos Aires, porque inclusive en otras provincias como en Corrientes o Santa Fe hay otra música de matriz africana con otro nombre: zemba o charanga. Aunque para nosotros la palabra candombe —al menos en mi familia— significa “reunión”, no es un género musical. Significa reunión con gente amiga, con familia, estar en un ambiente donde me siento cómodo. Entonces voy al candombe, me reúno con mi gente en el candombe, ¿entendés?
Es por eso que nosotros, en el taller que estamos dando acá en el Centro Cultural Rojas, no sólo hablamos de “pasame el toque”. No: les hablamos de la historia de los afroargentinos, de un Gabino Ezeiza, de un Lorenzo Barcala. El padre de Carmen Barbieri, vos le preguntás a Carmen y te va a decir que no tiene nada que ver con los africanos, ¿vos te das cuenta? Salgán también...[1] Entonces nosotros lo que intentamos es que aquel que sabe que es descendiente de africanos esclavizados en este país y tiene intención de reconocerse nos ayude a rearmar la historia y presentársela a las autoridades. Ésta es la parte de la historia que no se cuenta. Ésta es la parte de la historia argentina que está negada, al menos en las escuelas primaria y secundaria. Consideramos que si en la escuela se enseñara toda la historia argentina tal vez discriminaríamos menos. Porque aceptaríamos a los pueblos originarios, a aquél que viene de otro lado, al gordo, al flaco. O sea, saber que este ‘crisol de razas’ no se formó solamente los barcos que llegaron de Europa, sino también con los barcos que llegaron de África con personas esclavizadas y con los pueblos originarios que ya estaban acá. ¡Acá no se descubrió nada! Acá había gente, ¿me entendés? Esa es nuestra temática.

Hace una o dos décadas la presencia afro en Buenos Aires era menos visible. Ahora, con la visibilidad que generó la inmigración reciente, ¿crece la aceptación de la comunidad negra o, en su defecto, da lugar a más discriminación?
Yo considero que hay que dividir lo que es el pueblo de lo que son los funcionarios o el Estado. El Estado se mantiene en lo mismo: hay más negros y todos los negros son iguales. Entonces no hay ningún problema en que haya negros, pero no hay una diferencia entre el africano que llegó recién del Congo por razones políticas o por una mejor calidad de vida y aquel negro que tiene cinco generaciones encima y es descendiente de esclavizados. Es todo lo mismo: “Sí, claro, hay negros ¡ahora hay negros! —dicen— ¿pero cuántos negros hay?” No dicen “hay negros argentinos”, dicen “hay negros”. Claro: si son negros, es África. Se generaliza, entonces vos tenés que explicar; aunque en el caso mío no tanto, en mi documento dice que yo tengo “cutis trigueña” [se ríe]. Pero a familiares míos, cuando los ven por la calle les preguntan “¿de dónde es?” Y tiene que empezar a explicar, ¡en su país! ¡Donde tiene más de seis generaciones! Y quizá la persona que te está preguntando hace, no sé, cincuenta años que llegaron sus padres acá, y él es hijo o es nieto de inmigrantes, ¡y te pregunta a vos de dónde sos! ¿Entendés? En nuestro país —¡porque somos argentinos!— tener que explicar de dónde somos...

En las actividades que organiza Misibamba en escuelas, ¿cómo los reciben los chicos y los maestros, que están acostumbrados a otra historia?
A nosotros nos invitan y damos charlas en las escuelas, o donde nos inviten; vamos y explicamos esto que estamos charlando... Si encontrás una maestra piola podés tener oportunidad de hacer una charla en un colegio, si no te es muy difícil. Porque la currícula educativa no lo tiene. A mí me pasó en una escuela técnica en La Matanza, que me conecté por medio de otra persona con una maestra. Muy piola la maestra, me dice: “¿por qué no viene a dar una charla? Porque tengo un chico que es boliviano, tiene la piel oscura, y lo discriminan, lo cargan, lo molestan todo el día.” Lo que hoy en día se denomina bullying. Y dice: “sería bueno que usted venga y charle sobre los orígenes de éste país, para ver si puede mermar un poco el asedio a este chico.” Y le digo que bueno, acordamos y fui. Cuando llego me dice: “Ay, Carlos, hay un problema. No sé cómo la pude convencer a la directora, porque quería que usted y yo vayamos a pedir permiso al consejo escolar de La Matanza para ver de qué era la charla que usted iba a dar, porque ellos no quieren tener nada que ver con la política, con esas cosas.” “¿Y qué va a ser? —le digo— ¿Pero te aceptó que demos la charla?”. “Sí, sí, ¡pero me costó una barbaridad!” Y ese es el tema, la parte cultural. No sé, no está, no está. No figura, y entonces no lo demos.
Por otro lado, hace poco acá en la escuela Mariano Moreno dimos una charla para profesores de música de todo el país. Y así nos vamos moviendo: por nuestra gente o con gente amiga que nos invita, con gente como vos que se acerca y nos da la oportunidad de escucharnos y reconocernos. Les agradezco a ustedes que le den difusión a esto, porque como te explico: es importante que se conozca el tema, que se conozca esta parte de la historia que no fue contada, que hoy no es relatada. Y que en un futuro no muy lejano estos temas se puedan enseñar en la escuela primaria y secundaria. Como te dije antes: Lorenzo Barcala, Falucho, Cabral, Gabino Ezeiza, Casildo Thompson... Han participado en las luchas de la independencia, son poetas, son escritores... Enrique Maciel, el autor de la letra de La pulpera de Santa Lucía. Fermín Gayoso, hay infinidad[2]. Infinidad de personas descendientes de africanos que han aportado a la cultura de este país, y no son reconocidos. Insistimos en que sea reconocida esto: la inclusión de nuestros ancestros en la historia argentina. Porque en las luchas del país, cuando se les tiró aceite hirviendo y agua hirviendo a los ingleses, los que hervían el agua y el aceite, los que hacían el fuego y subían la olla a la terraza para tirarle a los ingleses, eran los esclavos, ¿me entendés? Estamos negando esa parte de la historia. Y esa es nuestra lucha. Espero que antes de partir vea alguna reacción de parte de las autoridades, que es lo que más nos cuesta. No quieren cambiar la historia argentina.


[1] Gabino Ezeiza, músico y payador. Coronel Lorenzo Barcala, esclavo liberado de niño por el General San Martín y posteriormente militar de amplia carrera. Carmen Barbieri, actriz. Horacio Salgán, pianista y compositor de tango.
[2] Antonio Ruiz, o “Falucho”, soldado del Ejército de los Andes. El Sargento Juan Bautista Cabral, que sacrificó su vida en la batalla de San Lorenzo al salvar a José de San Martín. Casildo Thompson, poeta. Enrique Maciel, guitarrista, bandoneonista y compositor de tango. Fermín Gayoso, artista y esclavo de la familia Pueyrredón en tiempos de Prilidiano.

Fotografía por Antonio DovalJunio 2014