Respuesta y respuesta

escribe Nacho Castillo ▹
El pianista Hernán Ríos, paladín de la música improvisada, nos habla de su último disco y de su primer libro. Incluso se anima a hablar de lo que se viene. Una entrevista imperdible.
Es viernes, hace algo de frío (un poco más que ayer, menos que mañana) y recibimos las 11 a.m. en la estación de Lomas de Zamora. Aseguramos las facturas en una panadería que encontramos apenas unos pasos más allá de nuestro punto de partida. La excusa que nos trae a este lado del conurbano bonaerense, de todas maneras, no es la degustación de medialunas sureñas sino un encuentro que ya desde el punto cero genera bastante expectativa. Unas cuadras más tarde nos abre la puerta de su estudio, mate en mano, Hernán Ríos.         
Pianista, compositor, improvisador, docente... Músico. Hernán integró uno de los grupos más interesantes del cambio de milenio, El Terceto, que entre 1993 y 2006, hasta el fallecimiento de su otra mitad fundamental, el percusionista Norberto Minichillo, abordó la música latinoamericana desde el lenguaje de la improvisación dejando como testimonio de su empresa una discografía ineludible a la hora de revisar la historia de la música creativa argentina. Compruébelo usted mismo, si desconfía de este redactor, en el canal de Youtube que el mismo Hernán mantiene actualizado con muchas de esas grabaciones.
Los temas de conversación abundan. Además de las preguntas de rigor, mayo fue para el pianista un mes agitado, que incluyó el lanzamiento del disco Pregunta y pregunta, tercer hijo del matrimonio creativo junto al percusionista Facundo Guevara, y la presentación de su primer (¿y único?) libro didáctico, Más acá de la improvisación, compendio de escritos y propuestas de trabajo grupales e individuales para el desarrollo del lenguaje de la composición espontánea. Con muchísima generosidad, Hernán nos dedicó un rato donde pudimos charlar de todo esto y de unas cuantas cosas más.

¿Dónde está tu curiosidad musical hoy? Si pusiésemos play ahora... ¿Qué estabas escuchando cuando llegamos?
En general escucho de todo. La verdad que no quiero caer en el lugar común, pero escucho de todo. Lo que sí me interesa y me ha interesado siempre es volver a las cosas de raíz. No tengo una avidez por ver qué se está haciendo. Nunca la tuve y no la tengo... A lo mejor de muy pibe, ¿no? Porque no conocía.
Lamentablemente, la gran mayoría de las cosas nuevas que escucho están muy bien hechas, muy bien tocadas, muy bien grabadas, muy bien cantadas, muy bien compuestas, pero no pasa nada. No tienen un mensaje claro. Es algo que solamente decís: “Che, qué bien que está”. Y ya está, ¿no? Dentro de eso, aparecen cosas que te dicen algo, y en cierto modo, trato de tener la atención puesta en esas cosas. En ese aspecto, por supuesto que me interesa que estén bien tocadas, pero no es lo que más me importa realmente. Me importa que me pase algo. De última, si algo no está bien tocado, se mejorará. 
Siempre estoy atento a conocer cosas nuevas, soy muy curioso y hay muchas cosas que no conozco. Pero siempre vuelvo a los referentes, digamos. A los que uno vuelve a escuchar y continuamente encuentra cosas nuevas. Es como que tenés la vara alta. Voy a hablar de alguien fuera de la música improvisada, Yupanqui, que es un referente total mío. Uno encuentra cosas todo el tiempo, sin parar, no sólo en las letras, si no en lo instrumental también. Solamente por mencionar uno. Te podría decir cualquiera: Monk, Chico Buarque o Bartók, digamos.

Me pasa algo con el repertorio de El Terceto y con tus proyectos en general que es que (aunque están, obviamente, las excepciones) hay mucho de volver a esa música de raíz, resignificada y en otro contexto. ¿Es una decisión? ¿O sólo pasa?
Es una decisión, absolutamente. También tiene que ver con mi historia. Yo toco piano clásico desde los siete años. Después empecé a tocar folklore y música afrocaribeña, porque era lo que encontraba. Yo siempre fui de buscar, era muy curioso, y entonces descubrí el jazz. Me fascinó el lenguaje de la improvisación, pero me daba cuenta que no me alcanzaba. Por cuestiones históricas, políticas, sociales, mi música era la de Argentina, y Latinoamérica también.
Yo siempre digo que el gran mensaje del jazz se terminó a principios de los setenta. ¿Cuál era el gran mensaje del jazz? El mensaje de libertad, el mensaje de los negros, esa actitud revulsiva y libertaria. Yo creo que está totalmente vigente como lenguaje eso. Pero, a lo mejor el jazz, como el rock en los ochenta, ha perdido ese mensaje rebelde, por decirlo de alguna manera. En general, es gente que toca bárbaro y no pasa nada. Yo no digo que las luchas de los sesenta no estén ahora presentes, pero han cambiado las cosas. Entonces, ahora hay que situarse en 2014 y ver: “¿Qué tengo que hacer? ¿Cómo tengo que hacerlo? ¿Para quién lo hago? ¿Para qué?”. Esas preguntas que yo creo que un artista, un músico latinoamericano, debe hacerse desde acá. Una persona, bah...
Pasado ese momento ‘intuitivo’, empecé a hacerlo intencionadamente. Antes de El Terceto, incluso. Y El Terceto fue una escuela fenomenal para trabajar todo eso. Y lo mismo ahora. ¿Pueden estar Mingus, Troilo, el Cuchi, Jobim y Violeta Parra en la misma paleta? Totalmente. Ya desde hace muchos años sé que la búsqueda mía es esa: devolver la música nuestra desde otro lugar, desde el lenguaje de la improvisación, que es lo que a mí me fascina, me divierte.

¿Te interesaría trabajar hoy por hoy en una música que no sea improvisada?
Voy a hacer una especie de confesión: yo creo que me costaría mucho. No es que no sea capaz de hacerlo. Leo muy bien, pero me cuesta mucho tocar dos veces lo mismo, ya por una cuestión conceptual. A mí me fascina sentarme al piano sin saber qué voy a tocar y construir a partir de ahí; no tener una idea preconcebida. Sin perjuicio de eso, en mi trabajo individual, lo practico mucho. Justamente porque me cuesta, lo hago.

Y para componer, ¿partís desde la improvisación? ¿O desarrollás una idea previa?
No tengo un método. Generalmente, mirando para atrás, las cosas que he compuesto tienen dos características fundamentales: una es que lo que me mueve suele ser lo estrictamente musical. No es que parto de una sensación, o de que le quiero escribir a Lomas de Zamora, ¿no? Me sale un móvil musical por algo que quiero hacer, o porque algo me falta, o porque viene bien para tal o cual cosa. Y si en alguna ocasión —como me estoy acordando— tiene un móvil más ‘humano’, busco que tenga un rebote musical. La otra cuestión es lo rítmico. Por lo general nunca se me ocurre una melodía o una progresión armónica. Siempre pienso en el ritmo, en el carácter, en la onda. Sobre eso monto la melodía. La armonía es lo que menos me importa. Después va apareciendo. No estoy diciendo que todo esto sea intencionado, sino que es como ocurre.

Ese ritmo, ¿viene tocando?
A veces pensado, a veces tocando. Confío mucho en lo que siento naturalmente, a veces lo quiero llevar para un lugar y siento que lo que se me empezó a ocurrir fue para otro y confío en eso. No lo fuerzo, digamos. Yo soy un tocador, básicamente... Voy para ahí. Es lo que más me gusta y es lo que me sale más fácil. A veces se me puede ocurrir algo, pero enseguida voy a tocarlo y a ver a dónde va.

Hay una línea en tu trabajo que es que las personas que están alrededor siempre son, más o menos, las mismas. Con Norberto trabajaste trece años, con Facundo Guevara tienen esta relación de siete años. Mismo la gente que hace las fotos... Siempre la misma gente. ¿Cómo se sostiene un trabajo en conjunto por tanto tiempo?
Bueno, en principio, siempre me gustaron los proyectos largos. El Terceto fue la mayor muestra de eso. Todo lo que sucede cuando el tiempo pasa y se sostiene un proyecto, cómo la cosa va creciendo y como en el medio pasan cosas buenas, obstáculos, problemas, ese proceso en general me fascina. Me atrapa, me gusta ver eso en mí y en los otros.

¿Te das cuenta cuando estás transitando un proceso así de largo?
Sí. Lo disfruto y tengo paciencia. Me gusta mucho ver qué le va pasando a uno y cómo va aprendiendo, cómo va resolviendo las cosas, cómo ves una cosa con claridad ahora que hace tiempo atrás no era tan clara. Retrocedo tres casillas y voy para adelante. Me parece súper alentador, digamos. Descubrir todo lo que uno fue mejorando, todo lo que a uno le falta, todas las cosas que va a tener que enfrentar, lejos de ser una cosa negativa es lo mejor. Es lo más alentador.
A mí me gusta ensayar mucho, a pesar de que no hay arreglos, amasar mucho la cosa. Por supuesto, pueden pasar cosas buenísimas en un ensayo. Pero si vos tocás seis meses, pasan otras. Un año, y pasan otras. Yo con Facundo, por ejemplo, toco desde el 2007. Lo que hicimos en el primer año estuvo buenísimo, pero, indudablemente, hemos desarrollado un lenguaje de dúo que ambos sentimos como mucho más rico y potente que hace siete años. Y menos mal que es así. Ensayamos todas las semanas... Si no fuera así sería para darnos una patada ya sabemos dónde.
También es la prueba de que hay que confiar en que si uno labura, pasa lo que tiene que pasar. Yo no creo en las casualidades: pasa lo que tiene que pasar, tardará un poco más, tardará un poco menos... Un poco el mensaje de aliento tiene que ver con eso. No solamente con decirlo, sino con hacerlo.
Pero, una de las cosas que me está pasando ahora, que me encanta, es que estoy abriendo el juego. Justamente, en este último disco, el diseño lo hicieron otras personas.


La tapa está bárbara, veníamos hablando de eso.
Un hallazgo de los diseñadores, ¿eh? También gente joven. Nosotros les contamos con Facundo el concepto que queríamos, pero todo idea de ellos. Queríamos algo así, con una vuelta de tuerca. Que sea en serio pero con un guiño.         
Entonces, ahora estoy abriendo el juego, teniendo nuevos aliados. De alguna manera es la propuesta, ¿no? Salir del lugar cómodo.

Claro... Yo pensaba en eso porque veía que no se daba sólo con los músicos, sino que de repente estaban estas personas y bueno, también Mario Breuer, el ingeniero de sonido, que está en todo. ¿Vos qué sentís que aporta él? ¿Te da tranquilidad tenerlo del otro lado?
Totalmente. Mario es una pata fundamental en mi vida musical. Somos muy amigos, hablamos todo el tiempo aunque no estemos grabando. Tenemos una manera de trabajar súper aceitada, una manera de grabar que él llama ‘orgánica’, digamos, que es así, súper cruda, en vivo. Y bueno, ni hablar... Voy a pasar por arriba el nivel profesional que tiene Mario, que es descomunal, digamos, ¿no? Directamente es una cosa que yo nunca vi. Pero, aparte, hay mucho entendimiento humano, espiritual. Además, hay una manera de concebir la producción privilegiando el clima, el carácter y la onda de la grabación. Es como un equilibrio raro en el que ninguno se mete en lo del otro pero a la vez sí. Él confía plenamente y se engancha en todo lo que le propongo, y eso la verdad que me tiene súper agradecido. Es un honor para mí que le interese, que le guste y que se involucre. Y cuando él graba y hace las mezclas, yo me quedo tranquilo. No se me ocurre grabar sin Mario.

Hablando de encuentros nuevos, algo que vi en la discografía del libro es que estás por sacar un disco junto a Chacho Echenique.
Ya sale. Ahora, supongo, en julio. La historia con Chacho es alucinante. Yo soy fan del Dúo Salteño desde siempre, y siempre los tengo entre los discos que hay que escuchar de folklore. Hace como seis años, cuando todavía vivía Patricio Jiménez, suena el teléfono en casa. Chacho Echenique. Y mi esposa me dice “llamó Chacho Echenique”. Y, no entendía de dónde... Qué podía vincular, digamos, ¿no? Porque no nos conocíamos personalmente. Llamé a la casa de Salta y, efectivamente, era él. Quería que yo produjera el último disco, o lo que iba a ser el último disco del Dúo Salteño. Finalmente vino, estuvimos viendo algunas cosas y recontra enganchamos. En el medio, falleció Patricio y, bueno, quedó en la nada.     
Después, un ex-alumno mío de Jujuy que tenía una productora quería organizar un concierto con nosotros dos allá. La gira no se dio nunca, pero nosotros nos reencontramos y empezamos a tocar, naturalmente, como había pasado años antes, pero desde otro lugar, porque ya no estaba más el dúo. Empezamos haciendo cosas del Cuchi, que él decía que ya no hacía más pero que por estar conmigo le dieron ganas de cantarlas de vuelta. El proyecto es bien dúo, yo no lo acompaño. Cada uno en su lugar. Y es alucinante...
Lo realmente alucinante es cómo llego Chacho a llamarme. El sobrino nieto del Cuchi, que es un cineasta buenísimo, tenía mis discos, conocía mi trabajo sobre la música del Cuchi sólo y con El Terceto. Una vez, Chacho va a la casa de la familia del Cuchi a comer un asado, y en la parrilla, los jóvenes estaban escuchando Volviendo desde mí, el disco de piano solo. O sea, un sueño, digamos, para mí, que estén escuchando el disco de piano solo haciendo el asado, en la parrilla. La cuestión es que Chacho escuchó el track dos, que es Si llega a ser tucumana y sin saber quién estaba tocando ni nada, se puso a cantar arriba, naturalmente, y dice que él no se quedó al asado, se fue cantando. Al año, Martín lo invita a la proyección del estreno de un cortometraje en que, entre la música, hay un fragmento de eso que él cantó, que alguien lo grabó. Sólo la música. Y ahí se acordó de eso y preguntó quién era yo, si era salteño, si vivía... Así que fue realmente un encuentro. Nosotros jodemos con Chacho... “El duende del Cuchi”.

Hay una pregunta que no quiero dejar de hacerte, que es una duda puntual, casi didáctica. ¿Cómo se encara la grabación de una música improvisada? ¿Cómo trabajás vos eso?
Por supuesto que la situación de tocar en vivo es diferente a la de estudio o a la de ensayo, pero trato de que todo sea lo mismo. No estoy diciendo que todas las situaciones sean iguales, pero sí que la actitud y la disposición deberían ser la misma. Yo llego al estudio de grabación y estoy muy seguro de la música, digamos, porque ya se tocó un montón. Hemos probado tantas cosas, que en el estudio sería como seguir probando pero ya sobre seguro. No hay arreglos ni nada, pero ya hay mucho de lenguaje común, de contenernos, de confianza para caer parados, digamos, ¿no? Y lo que busco en general tiene que ver con lo que hablábamos antes de la escucha de discos. No me importa mucho que esté bien tocado. Si voy a grabar, por supuesto, pienso que está bien, pero no es lo que más me importa, sino que pase algo, ¿no? Entonces, busco generar el clima en el estudio de modo de tocar tranquilo, de estar conectado y que la única preocupación sea la música.
Sí busco la versión. De hecho, en el último disco con Facundo grabamos dos días. Del primero casi no quedó nada. No porque esté mal. Facundo me dice, “el primer día laburamos para lo que tocamos el segundo”. Y es así. Casi todo el disco es el segundo día, que es en el que estábamos inspirados. No es que no estuviésemos inspirados el primero, pero no estaba eso que estábamos buscando, que no sé qué es.

Por lo que me contás, me da la sensación de que hay un paso previo que es el ensayo, donde ya se trabaja con un compromiso que es el de estar grabando.
Totalmente. Me cansa un montón ensayar. No porque la pase mal...

Pero mentalmente estás ahí. Estás trabajando en ese momento.
Recontra ahí. Re ahí. Yo noto que estoy preparado. Todos los músicos tenemos que prepararnos para estar muchas horas tocando, y concentrados. Grabar es muchas horas. Un concierto, mismo. Hay que estar enchufado y prepararse. Es como entrenar, digamos, para jugar algún deporte. Hay que practicar. No digo que no pueda hacer un concierto concentrado sin parar si estudio todo cortado o si ensayo todo cortado. Pero es bastante más probable que lo logre si también yo practico así. Si yo nunca estoy así, ¿cómo voy a estar grabando ocho horas concentrado? Naturalmente, no estoy entrenado. Entonces, a mí la situación de ensayo es la que más me cansa. Me re comprometo. Nunca no termino cansado.       
Me encanta ensayar, y toco como si fuera la última vez. Creo que eso rinde. Los músicos con los que he tocado tocan así. Facundo toca así. Norberto tocaba así. Y muchísimos músicos más... No es que estamos mirando el reloj. El tiempo que estás ahí es tocar de verdad.                 

Claro. No se puede ir a fichar al ensayo.
No. En general me parece que, bueno, no me quiero hacer el dramático... No se puede ir a fichar en la vida. No me quiero ir al carajo, pero no puedo dejar de decirlo. 

Y para un disco de solo piano, ¿el trabajo es el mismo?
Sí, hago exactamente lo mismo, nada más que decido en el momento lo que voy a hacer. Hay veces que hay temas que quiero grabar sí o sí, pero siempre grabo de más. Y los discos de piano solo los grabo en un día, en un rato. De hecho, esta última grabación con Facundo, como el primer día se fue a las cinco me quedé un par de horas tocando y grabé un disco de piano solo. Quise tocar improvisaciones libres, digamos, que surgieran en el momento. Pero, en el medio, me daba ganas de tocar otras cosas. Y de pronto, si bien la temática era esa, grabé una versión de Piedra y camino, y de Pequeña, que hacía años que no lo tocaba. Me tomo esa licencia, que me divierte. Confío mucho en lo que siento. Tengo ganas de eso, y lo tocaba. Pero, la preparación es exactamente la misma, es el mismo criterio, nada más que me tomo algunas licencias más porque estoy solo.


Descansamos. En el estudio, acompañados por el piano, varios instrumentos de percusión y unos estantes atiborrados de discos, siguen circulando el mate y las facturas. Cambiamos de tema.

¿Creés que el libro llega en un buen momento? Sé que estuviste mucho tiempo trabajándolo. Pensaba que es un momento en donde hay mucha música. Se está tocando mucha música argentina, mucho de lo que se dice música creativa (música improvisada, jazz, etcétera), y que hay un interés de buena parte de los chicos de nuestra edad en estos tipos de música.
Yo espero que sí, que sea un aporte a que los músicos se sientan estimulados o alentados a todo lo que estamos hablando, ¿no? A abrir el juego, a intentar esa búsqueda profunda que nos haga equilibrar la vida actual de vértigo y corridas con la paciencia, con la idea de tomar al éxito y al fracaso desde otros parámetros, digamos. Sentirse más seguros y confiados. Hay que laburar, hay que hacer las cosas con pasión, con amor a lo que se hace, con honestidad, con constancia... Disfrutar de eso, ¿no? Meterse en el barro y qué bueno que está. Espero que desde ese lugar sí sea un buen momento. Estoy con muchas ganas de que los músicos lo aprovechen, que lo lleven a otro lugar que a mí no se me ocurrió, que les sirva aún para descartarlo, ¿no?

Hay en todo el texto un planteo de seguir un trabajo grupal, de compartir la ejercitación. De hecho, se trata de trabajar fuera del concepto de ‘solo’. Me hacía acordar a algo que decís en el corto Resumen de un día (Rodrigo Merolla, 2005): que una de las mejores cosas que tiene el ser músico es poder tocar con otros.
Exactamente. Yo creo que la música tiene esa característica. Tocar hace que conozcas a la gente, digamos. Vos te das cuenta si a un músico le interesa tocar con vos o no, si es arrogante, si te escucha, si está al servicio de la música, si está pensando en él mismo, si está perturbado por algo, si van para el mismo lado... Realmente, parece medio ambiguo, pero para nada. Cualquier músico que toca lo vive continuamente, y si le presta atención es fenomenal. De hecho, pasaque uno tiene amigos músicos que admira mucho y que le encanta lo que hacen, pero que no se puede tocar juntos. No van para el mismo lado. Y a veces tocás con alguien que no conocés mucho, que a lo mejor viste por primera vez, y parece que hubieran tocado juntos toda la vida.

Hay una cosa muy específica también con el uso de la voz y la percusión, que no suele pasar. Uno suele estar trabajando siempre sobre el instrumento propio. ¿Cómo llegaste vos a eso? ¿Cómo descubriste que por ahí había algo?
Mirá, mi camino es bastante autodidacta. He tomado muchas clases, sí, pero más bien sueltas, no siguiendo una línea. Y, tocando mucho. Entonces estuve tomando muchas cosas de todos lados. A mí una cosa que realmente me fascina y me interesa mucho es el ritmo en general. Y a mí siempre me pareció muy natural, sin ser cantante, cantar.       
Vamos a llevarlo a este plano: yo supongo que un no músico piensa que un músico puede cantar cualquier cosa que toca. Sacar la voz para afuera, digamos. Y tiene razón. Debería poder hacerlo. Entonces, partiendo de esa visión, uno se reencuentra con la voz como su primer instrumento, como lo más natural que tiene. En realidad, a mí me surgió siempre como una necesidad de intentar reducir la brecha entre lo intelectual, lo práctico, y lo esencial, por decirlo de alguna manera. Entonces, la voz yo la empecé a incorporar naturalmente en un primer momento. Y la percusión porque me encanta. Es mi segundo instrumento.
Yo no tuve un camino institucional, ni como docente, ni como alumno, entonces no hice ninguna materia de audioperceptiva, ni de dictado, ni de todo eso. Lo estudié mucho, pero empecé a darme cuenta que, practicando desde lo anterior, tocaba mejor y escuchaba mejor la música. Llegaba a cumplir los mismos objetivos. 
Por supuesto, en mi vida, la parte docente es clave. Ahí aprendí un montón. Y veía la aplicación real de todo esto que estaba empezando a transmitir, de compartir lo que yo practicaba. Y viendo cómo funcionaba, me daba cuenta que ayudaba a los músicos. Que les daba buenas ideas, también.

Otra cosa que en el libro está repetido varias veces tiene que ver con la lectura y el ver películas como cuestiones fundamentales de la formación.
Fundamentales, sí. Mencionaste a la literatura o al cine, que no tienen a lo mejor aparente conexión directa con la música, y sin embargo son súper estimulantes. Porque, en realidad, la música es un lenguaje, es un idioma, ¿viste? Entonces, uno encuentra muchísimos puntos de contacto, no solamente con otras expresiones artísticas, sino con la vida cotidiana. Es más, no es que tiene puntos de contacto: la música es eso. Si uno no vive, no sé qué toca. Un poco apunta también a esa cuestión de abrir el juego y salir de estar enfrascado en un instrumento, metido en esa especie de micromundo. Por supuesto, hay que estudiar, hay que tocar, pero hay que vivir muchas otras cosas. No estar todo el tiempo ahí, creyendo que ahí está todo. Ahí hay una parte. Importante, pero una parte.

Te quería preguntar además por los prólogos, que son de Carmelo Saitta, Leo Maslíah y Lilián Saba, tres personas que vienen de lugares aparentemente muy distintos. ¿Por qué ellos? ¿Qué relación tenés con su música?
La elección de ellos tres tiene que ver con que son, en principio, músicos que quiero mucho. El hecho de que sean los tres muy distintos y ninguno de los tres jazzistas fue una cosa que, además, me interesó particularmente.
Carmelo ha sido una persona fundamental para el libro porque me ha apoyado desde un primer momento. Fue muy importante su aporte en estos once años que lo escribí, criticándolo: Yo le llevaba a él muestras de proyectos de libro, sin terminar, y él, sin mirarlo exhaustivamente, me hacía un montón de críticas y comentarios. Fue un gran estímulo, porque me apoyaba un montón, y, al mismo tiempo, fue una gran ayuda. Me hizo ver todo mucho más claro.
Leo es un amigo y músico que admiro tremendamente. Me parece genial y bárbaro lo que hace. Y, a pesar de ser tan distinto lo que hacemos, estamos muy cerca, digamos, ¿no? Él siempre estuvo muy interesado en este material. Estoy muy agradecido por lo que escribió, que aparte está buenísimo.    
Lilián es también una persona que admiro y una gran amiga. Anoche fui a ver la presentación del disco maravilloso que acaba de sacar con Marcelo Chiodi. Está buenísimo, y lo que propone, siendo también muy distinto de lo que yo hago, está de todas maneras muy cerca.      
Todos están preocupados por hacer, por profundizar. Son gente cuya opinión respeto mucho, y sé que hay mucho cariño y hay mucho interés. La idea de los prólogos era que cada uno aportara, porque los tres tienen cosas muy importantes para decir, así que para mí fue un honor que aceptaran hacerlo. Los prólogos que escribieron son bien distintos. Y bueno, es un poco eso y un poco la admiración que les tengo como artistas, como grandes trabajadores y buscadores en lo que hacen y lo distintos que son. Distinta formación, distintas edades, distinto camino... Cumplen con algunos requisitos que hacen que los tres prólogos sean un lujo.

Hablando ahora de tu prólogo, termina con la frase: “Queda mucho por hacer”. ¿Es para vos o es para todos?
Es para todos. Y para mí, por supuesto. Queda mucho por hacer.

¿Tenés planeado seguir escribiendo?
La verdad es que es una pregunta que me han hecho bastante cuando salió el libro. Incluso, me han preguntado: “¿Es tu primer libro?”. Sí, es mi primero, único y, tal vez, último.
Yo soy músico. Me dedico a tocar, grabar discos y salir de gira. Esa es mi vida. Las patas artísticas y pedagógicas se complementan: me encanta enseñar, compartir y transmitir esto. Este libro no nació de la idea de hacer un libro, fue casi como que se me cayó. Salió solo. La verdad es que ahora estoy disfrutando esto. No descarto nada, pero tampoco es que quiero escribir o tener una carrera literaria. A mí me encanta escribir, pero lo que pasa es que me encanta tocar. Y el tiempo lo pongo ahí. Yo quiero tocar, digamos, ¿no? Eso es lo que quiero hacer.

Lomas de Zamora, Buenos Aires. 16 de mayo de 2014.

Fotografía por Antonio DovalJunio 2014