Editorial #5: Puertas para adentro

Nunca entiendo cuándo gritar el gol. Para algunos es quedarse afónico, ahogarse en un grito, y para otros es respirar. Un alivio. La revista sale, a veces mejor, a veces peor, pero está y juega a armar algo y eso es un alivio. Por ahí es un espacio de pelea. Para adentro y para afuera. Lo más seguro que para adentro. ¿Cómo identificar si nos traicionamos a nosotros mismos? En mi caso, el gol son los nervios del de al lado. Mirar fútbol es hacerse compañía. No importa tanto quién juega, interesa más la historia que cada partido arma: “este equipo le ganó ochenta y cuatro mil veces a este otro que ganó sólo dos” Listo. Automáticamente de parte del más ‘débil’. Hay planteos, cada uno encuentra sobre qué quiere escribir. Alguno cree que tiene que dividir las cosas que hace, otro buscar un eje temático. Lo importante es que nos siga interesando lo que contamos.
A mí el fútbol me interesa. El editor dice que le gusta el mundial. Este número sale tarde, no creo que por culpa del mundial, pero quién sabe. Las cosas chiquitas: los equipos que sienten que tienen una tradición. La gente que juega con ideología. Los que  insisten en dejar el cuerpo en la cancha pero no saben para qué. Los tres o cuatro inocentes que creen que pueden jugar a olvidarse de la política cuando se trata de fútbol. Es ahogo y respiro. Es esa cosa auténtica que llena los cuerpos y también el aparato que muchos usan para hacer asquerosidades. Una pelota y un montón de tipos corriendo atrás. Pero hay algo ahí. Algo que no es la bandera ni los botines. ¿Cómo identificar si nos estamos olvidando de algo? No se hace porque sí. Es una forma de estar atentos también. Jugar a armar algo que tenga algo de nosotros es mucho. Tampoco se juega porque sí. En un partido de fútbol se materializan las abstracciones igualitarias. Ahí somos iguales. Y si no lo somos, no importa. Ir a buscar en lugares de mierda las respuestas a todo es parte de una tradición. No seamos necios. Vos no seas exagerado. Vos no seas romántico. Vos no seas nada. Encontrar una forma de vivir en el borde, es una forma de sentirse parte pero autónomo. Aprendimos a vivir lo suficientemente lejos; y los lugares que nos acercan, que nos cuentan un cuento de nosotros mismos, son un arma de doble filo.
La bandera, el cantito, los tipos corriendo, los botines son un arma de doble filo, pero identifica lo suficiente como para no obviarla por un capricho. Más que nada, damos bola porque puede lastimar igual si no lo hacemos. Puertas para adentro no hay nada tan claro, tan cerrado. Pero hacer las cosas que nos interesan es una forma de estar atentos, de hacer compañía, un alivio y un respiro. A veces sale mejor, a veces peor, pero saber que sale es una ilusión más, con perdón de la palabra. Como tantas otras que creemos con menos contradicciones. Puertas para adentro funciona. Esperemos que para afuera también. 

Hoy fui y no me atendieron. Creo que puedo sacar mis propias conclusiones.