La fantasía de un boceto

escribe Laura Desmery▹
¡Mamma mía! ¡Forza Italia! La nostra experta Laura Desmerutti nos parla di Bruno Bozzetto, il único maestro della animazione italiana. Bravo.

Los tanos… testarudos como pocos. Siguiendo el clásico estereotipo, un italiano se propuso algo casi imposible: sin ninguna noción previa de los procesos de la animación comenzó su propio proyecto. El arte de la animación ha progresado de a poco hasta alcanzar una complejidad considerable, que sigue aumentando. Y aun así, un italiano decidió que no pasaba nada, que él podía animar sin conocimiento alguno de técnica, sólo con ganas y tiempo.
Aclaremos antes de empezar que no estamos hablando de Antonio Gino Domeneghini, el autor de La rosa de Bagdad (1949), una película bisagra en la historia de la animación italiana. Sin dudas un tipo pertinaz, Domeneghini tardó siete años en realizar el film, entre la guerra y la falta de dinero. Contra todas las adversidades, él quería que el resultado fuera perfecto: experimentó con fotografías y celuloide para que su film tenga color, trabajo que le tomó un gran porcentaje del tiempo de producción. El resultado, por cierto, es digno de chequear.
Ahora sí: Bruno Bozzetto, nacido y criado en Italia, fue un animador que comenzó a producir desde muy joven. En esencia, Bozzetto es un comediante de alma que aprendió a usar la animación como herramienta para transmitir lo que siente y lo que piensa. Movido por la convicción y la curiosidad, terminó su primer cortometraje (Tapum! La storia delle armi, 1958) en su casa a los veinte años y desde entonces no pudo parar. Sin la más pálida idea de cómo dar el puntapié inicial, el joven italiano se inventó sus propios procesos, registros y diseños que lo ayudaron a comprender y adentrarse en el mundo de la animación. Hoy en día, en el ámbito del cine, a Bruno Bozzetto se lo considera un cinematógrafo hecho y derecho.
Luego de ideas y vueltas, inventos y fallas, registros y acetatos, nuestro protagonista logró terminar una serie de cortometrajes que compiló en su primer película, West and Soda, estrenada en 1965. El film era una simpática burla animada al spaghetti western (la versión italiana de los western norteamericanos), que con poco presupuesto y una música muy característica contaba historias de vaqueros. El género, que por ese entonces estaba en su mejor momento, catapultó a la fama a toda una generación de actores y directores. Cuenta la leyenda que el día del estreno de West and Soda, un reconocido crítico italiano asistía a la avant premiere de otro film, de acción viva, que le resultó un bodrio espantoso. Aburrido, se escapó de la sala y entró sin sospecharlo a la función del largometraje de Bozzetto. Quedó fascinado: al día siguiente, el diario anunciaba que West and Soda era la mejor película en los cines italianos. Si eso no fue suficiente para que su nombre empezara a sonar, Bruno Bozzetto hizo el resto a fuerza de talento.

West and Soda (fragmento) - Bruno Bozzetto

La fama del tenaz italiano no vino del lado de su largometraje, ni tampoco de sus trabajos en publicidad. La fama vino de la mano de Signor Rossi, un personaje profundamente italiano que entretuvo a generaciones de niños durante quince años. Entre seis cortometrajes, tres películas y una miniserie, este personaje se volvió un hito en la historia de la animación italiana. Hoy en día hay quien lo asocia con la psicodelia pura de los sesenta: de más está decir que existen varias teorías incomprobables que incluyen hongos y plantas de colores, pero ni vale la pena adentrarse en el tema.
Lamentablemente nos lo perdimos, porque el señor Rossi nunca llegó a la Argentina. Sin embargo, algún lector podrá recordar a un curioso personaje que sufría de un hipo crónico e incurable. En el aire de Magic Kids se transmitía Mr. Hiccup (o Mr. Hipo), la serie de Bruno Bozzetto que desde 1983 hacía reír en pocos minutos.
En el año 1976 se estrena su cuarta película animada, Allegro non troppo, una especie de reversión del icónico film de Disney Fantasía (1940). El film, como su antecesor, es una serie de animaciones diseñadas a partir de fragmentos de obras de música clásica. Dicha película marcó un antes y un después en la carrera de Bozzetto, ya que se vió a la luz del proyector la versatilidad estética que alcanzaban tanto sus diseños como su estilo de animación. Por mucho tiempo se pensó que sus intenciones con este film eran meramente satíricas y burlonas, soplando en contra de la productora más grande hasta hoy. Sin embargo, más tarde Bozzetto en persona declararía sin titubear su respeto hacia la Disney. Simplemente tomó el recurso narrativo de Fantasía para decir otra cosa totalmente distinta. Cambió el ‘qué’ usando un ‘cómo’ similar. Sin dudas ésta es su obra más reconocida en el mundo de la animación, y le ganó un lugar en los libros.

Valse triste - Bruno Bozzetto

Luego de más de treinta años animando con dibujo tradicional y experimentando con medios analógicos, al italiano le llegó el Flash, literalmente. El Flash es uno de los programas de animación por computadora más difundidos incluso al día de hoy, a tal punto que hay festivales con categorías específicas para cortometrajes realizados únicamente con esta técnica. Desde los principios de la internet masiva, las animaciones en Flash cambiaron el modo de la difusión de los cortos y las series, que por su peso y programación se colgaban con facilidad en los sitios web de los artistas (en este boom de la animación por computadora, vale citar como ejemplo a la serie Happy Tree Friends y la nacional Alejo y Valentina, ambas de principio de siglo). Bruno Bozzetto no tardó en subirse a ese tren: de esa época nos quedan algunos cortos ya clásicos como Europa & Italia (1999), Yes & No (2000) y Olympics (2003). Los cortos, que tuvieron difusión viral, se pueden ver en el canal oficial de YouTube de Bruno Bozzetto, donde el número de visitas asciende a cada momento.

Europe vs Italy - Bruno Bozzetto

La historia no termina aquí, porque Bruno Bozzetto sigue produciendo cortometrajes, tanto en Flash como en tradicional. Sus inquietudes tampoco frenaron: hace seis años estrenó un cortometraje realizado en 3D mezclado con 2D (Armi Su Strada, 2008) y experimentó dirigiendo películas de acción viva. Pero en la animación tiene ese no sé qué… su humor único y preciso, con sátira y política. Una astucia inigualable. A fin de cuentas, como ya se ha dicho en esta columna, la técnica no importa, ni los diseños, ni el color: un cinematógrafo sabe lo que hace.

Ilustración por Laura DesmeryAgosto 2014