A oscuras

escribe Matías Rodríguez F.▹
El Pez Digital estuvo en el Centro Argentino del Teatro Ciego acompañando a los niños a reencontrarse con la oscuridad. Planes para el domingo con los más chicos: Mi amiga la oscuridad.


Mi amiga la oscuridad es la primera obra que el Centro Argentino de Teatro Ciego realiza especialmente para niños. Con cuatro actores en escena, la propuesta busca poner en contacto a los chicos con el mundo de la oscuridad. Para ello, las hermanas Claridad y Oscuridad, hijas del Rey Sol y la Reina Luna, los llevarán de viaje a lugares impensados con la ayuda de sus amigos Nescius y Positivín. Así es como, de a poco, las luces de la sala de teatro de la calle Zelaya van perdiendo fuerzas hasta que el público queda inmerso en completa oscuridad. A falta de la vista, los sentidos del tacto, el olfato, el oído y el gusto interactuarán constantemente y la imaginación será la única herramienta con la que contarán los niños. La obra es por sobre todas las cosas participativa, tiene una buena producción en materia de efectos y, además, el tamaño y la disposición de la sala le dan un carácter de intimidad con el que los espectadores toman enseguida confianza.

Fundado en el año 2008, y con espacio propio en las cercanías del Abasto, el Centro Argentino de Teatro Ciego presenta Mi amiga la oscuridad todos los sábados y domingos a las 16 horas. Su director y fundador, Martín Bondone, dialogó con El Pez Digital sobre la propuesta de esta obra y sobre cómo impacta esta modalidad de teatro en los chicos.

¿Cómo surge la idea de hacer Mi amiga la oscuridad?
La obra surge más que nada por una decisión del teatro de ir haciendo cosas diferentes y en formatos distintos. Uno de los que nos faltaba era el infantil, lo cual fue un desafío porque generar algo para chicos es difícil en relación a lo que nosotros hacemos. Después, nos dimos cuenta de que los niños se suman muy fácilmente a la propuesta del teatro ciego, y realmente fue muy grato el encuentro con ellos. Fue algo que superó completamente nuestras expectativas.

Ustedes han hecho también en el Centro Argentino de Teatro Ciego obras para adultos, ¿qué diferencia hay a la hora de trabajar con los chicos?
La principal diferencia es el lenguaje y la forma en que nos dirigimos al público. Otra diferencia es una cuestión conceptual que tiene que ver con que es impresionante cómo los chicos se dejan llevar por la imaginación. Nosotros al principio teníamos miedo por las posibles reacciones de los niños a la oscuridad, pero fue todo lo contrario. Los adultos suelen ser, en realidad, los que tienen más miedo que los chicos. El miedo a la oscuridad muchas veces tiene que ver con problemas no resueltos por las personas. Los chicos se dejan llevar más por el juego.

En la obra, ¿cómo responden los chicos a la falta de la vista y cómo operan el resto de sus sentidos?
En principio se lo toman con mucha sorpresa, pero después se van acostumbrando al juego. La obra está pensada de manera tal que desde un principio se vea; los chicos entran con luz a la sala y luego se empieza a generar la oscuridad de a poco, los chicos son los que van determinando eso.
Los niños entran a la sala con un truco que nosotros hacemos: les ponemos una pulserita que dice “Pulsera de poder contra el miedo”. Con esa pulsera buscamos generar cierta confianza.
La obra empieza con una parte de teatro de sombras, después hay partes que tienen que ver con el teatro negro en donde los personajes de la obra tienen cascos luminiscentes que se iluminan con luz negra y al final se apaga todo y queda sólo la oscuridad. Tratamos de generar una transición hacia la oscuridad.

En el teatro ciego en general, más allá de “Mi amiga la oscuridad”, ¿cómo se trabaja el guión?
Hay un trabajo de mesa y en conjunto como en cualquier otra obra de teatro. Primero pensamos la propuesta y después se hace todo un trabajo de pruebas en el espacio físico.

¿El Teatro Ciego surge como una posibilidad de acercar el universo de las personas no videntes al resto de la comunidad?
En realidad surge como una propuesta teatral, surge desde ahí. A partir de esa propuesta teatral nosotros empezamos a pensar cómo generar una mayor repercusión de nuestra técnica de teatro y del Centro Argentino de Teatro Ciego y la mejor forma de hacerlo fue con una sala propia. Así fue como alquilamos un lugar en 2008 y empezamos con una obra; ahora tenemos ocho en cartel y sesenta personas trabajando.

¿Hay alguna anécdota graciosa que haya surgido a partir de Mi amiga la oscuridad, algún comentario de algún chico que recuerdes?
Pasan muchas cosas porque los niños son los principales protagonistas de la obra. Hay un momento de la obra en donde se los invita a imaginar. En esos pasajes pasaron cosas muy conmovedoras: desde el relato de ellos de “queremos un país mejor” o “un mundo sin guerras”, hasta “quiero más chocolate”. Es la propia imaginación del nene, sumado a su inteligencia. Salen cosas muy piolas.


Septiembre 2014