Esto pasa en Buenos Aires

escribe Nacho Castillo▹
Tres crónicas en una. Nacho Castillo de paseo por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires un fin de semana de calor, lluvia y música.


TRES CRÓNICAS DE UN FIN DE SEMANA MUSICALMENTE AGITADO

Jueves 21/08/2014
Se va agosto y en pleno invierno austral el encuentro es en bermudas y manga corta. No es joda: se viene Santa Rosa y no hay mucho que podamos hacer al respecto, salvo aprovechar la temperatura para darle un descanso a las camperas, medias largas y buzos que venimos paseando desde hace algunos meses. Algún exagerado pela ojotas, pero todos en común acuerdo lo miramos raro. ¡Bajá un cambio, che, que todavía falta un tanto largo para el verano!
El 65 nos dejó en Constitución a pesar de lo que nos sugirió el mapa de internet. Da igual, hay tiempo todavía. Se camina. En la plaza, la gente apura la marcha para tomar el tren de turno. Faltan veinte minutos para las nueve de la noche y eso significa que nosotros tampoco podemos relajarnos tanto. Llegar a San Telmo es difícil, no importa de dónde vengas. Siempre hay que dar un par de vueltas para ir o para volver. La excursión, por lo general, vale la pena: allí donde no asoman las torres, que hace tanto tiempo proliferan en los distintos barrios de Buenos Aires, los empedrados rodean las casas y los edificios bajos que —bien sabemos quienes vivimos en barrios menos poéticos— jamás podríamos encontrar en otras partes de la ciudad. (O sí, pero sin la misma carga simbólica. Vamos.)
La cita en cuestión es frente al encerrado[1] Parque Lezama, emblema y orgullo del barrio orillero de San Telmo. Mientras hacemos tiempo cerca del destino (al final llegamos temprano, menos mal que nos apuramos) las reminiscencias montevideanas reciben su afluente porteño: no es candombe ni es para Gardel lo que suena de dos muchachos que, a fuerza de guitarra y cajón, aprovechan la vereda como sala de ensayo. Mientras tanto, turistas extranjeros (y no tanto) empiezan a cruzar la puerta del Centro Cultural Torquato Tasso, hogar de la mayoría de los espectáculos tangueros mainstream de Buenos Aires, que nos recibirá esta noche de jueves con anfitriones de lujo. Entremos, que ya estamos sobre la hora.
Primero lo primero. El disco Hermida en blanco y negro que Juanjo Hermida & Julián Hermida editaron a principios de este año llegó a mis manos de casualidad, y se instaló sin mayores esfuerzos, casi como una escucha diaria obligada. Culpables de esto, son la frescura y el dinamismo de las versiones instrumentales de Mala junta o de Decarísimo, o de la versión junto a la cantante Alicia Vignola de Te llaman soledad. La espontaneidad, que se disfruta desde la escucha y que se escucha interpretada desde el disfrute, tiene una gracia difícil de ignorar. Nos congregamos en Defensa 1575 para escuchar la presentación en vivo de este larga duración que ganaría un Premio Gardel 2014 en la categoría “Mejor álbum nuevo artista de tango”. Cuando las luces se apagan y los comensales hacen silencio, lo que suena desde el escenario se condice con lo que muestran las grabaciones. Los Hermida (que no son hermanos, vale la aclaración para el lector despistado), acompañados por Juan Pablo Navarro en contrabajo, la están pasando bien y tienen sus razones: sólo hacen falta algunos temas para entrar en calor y ganarse al público presente.

Decarísimo - Juanjo Hermida y Julián Hermida

La yapa tampoco es poca cosa: todos los jueves en el Tasso, además de los grupos que rotan en la cartelera, la sobremesa la amenizan nada más y nada menos que tres de las grandes figuras del tango local contemporáneo. El bandoneonista Julio Pane, el guitarrista Hugo Rivas y el cantor Hernán “Cucuza” Castiello (a quienes se les suma eventualmente el pianista Pablo Estigarribia) agotan lo que queda de la noche a base de pelotazos fuertes al medio: después de un Garúa que me hace ir a buscar la peluca al fondo del boliche, detrás de la barra, siento que ya no queda mucho más por ver, al menos por el día. Pedimos la cuenta y nos vamos yendo despacito: después de toda panzada corresponde una buena digestión.


Sábado 23/08/2014
Jamás me voy a cansar de repetirlo: uno de mis lugares favoritos para escuchar música en Buenos Aires es sin duda el hall del Teatro San Martín. El ciclo de Música en el hall, que presenta una programación increíble todos los viernes y sábados a las 19hs con entrada libre y gratuita, recibe a los mejores músicos del país. Pensando en voz alta, recuerdo memorables conciertos de Pepi Taveira junto a Luis Agudo y Pablo Puntoriero, del noneto del trompetista Juan Cruz de Urquiza presentando la música de Charly García, del cuarteto de Lucio Balduini (con dicho trompetista como invitado), de Luna Monti y Juan Quintero adelantando mucha de la música que luego grabarían en Después de usted o de los cordobeses Radionetta con sus versiones en cuarteto de cuerdas de temas de Radiohead.
Además, ¡como si faltaran excusas para perderse en el mundo que representa la calle Corrientes! Comerse una porción de pizza en Güerrín post concierto, perderse en alguna de las librerías (de Libertador siempre hay algo para llevarse) o cruzarse a Luis Salinas caminando por ahí son algunas de las atracciones que pueden acompañar el pre-boliche favorito de los que no frecuentamos boliches. Es que, vale el aviso, los conciertos terminan temprano. De ahí la seguimos. Nos encontramos en el San Martín y vemos qué hacemos.
Esta vez de verdad llego tarde, y eso ya me pone un poco de mal humor: sigue haciendo calor, el subte se está demorando y voy a tener que correr desde Rivadavia. Voy solo pero no importa, allá siempre hay caras conocidas. Mientras espero, repaso: Poco dato enciclopédico tengo de Aura!, el trío de música original del pianista Popi Spatocco, en el que es acompañado por Ricardo Cánepa en contrabajo y el fenómeno percusionista Facundo Guevara, pero tanto no me importa: tengo garantías (porque son músicos bárbaros, porque algo[2] sí he escuchado) de que va a estar buenísimo. Al salir del subte, el calor obviamente sigue pero la lluvia comienza a amenazar. La humedad, aunque no mata, es insoportable.  El microcentro, como corresponde al anochecer de un sábado, está mayormente vacío. La avenida es otra historia: Corrientes se llena de gente que viene y que va.
Cruzar la puerta del teatro es transformar completamente el entorno. Del ruido de la avenida a la música que inunda el imponente hall hay un abismo de distancia, y aunque el sonido esta noche no es de lo mejor, lo que se toca me deja gratamente boquiabierto. Ritmos latinoamericanos que explotan desde el piano y reciben un soporte impecable, formas que dan vueltas y vueltas, proponiéndonos nuevos espacios, y que se dan el gusto de amagarnos con falsos finales cada vez que hay oportunidad. Pasan tres, cuatro temas largos. Aplausos finales y bis. Palo y a la bolsa. Una vez más, el ciclo cumple sus expectativas y reafirma mis primeras palabras. Además, mi apuesta original no falló: caras conocidas, algunas que llego a saludar y otras que se pierden en la multitud, preparadas ya para entrar en las distintas salas. Mi celular vibra en el bolsillo. “Dale, bárbaro, en media hora estoy allá.”

Tres negras - Aura!


Domingo 24/08/2014
Finalmente llueve en Buenos Aires. Hay quienes dicen que Santa Rosa se adelantó y que va a seguir unos días más así. Lo cierto es que las bermudas ahora son pantalones largos y que el buzo y la campera, aunque protegen de la lluvia y del viento, dan mucho calor. Para colmo, llego tarde de vuelta: es domingo y todo, incluso caminar desde Villa Crespo hasta Palermo, resulta un poco más difícil de lo normal. La excusa, sin embargo, es buenísima: el cantautor Nicolás Rallis presenta junto a su trío (integrado además por Lautaro Matute y Agustín Lumerman) su nueva producción discográfica, Saltar al vacío[3], en otro de los spots fundamentales de la actividad musical de nuestra querida ciudad: Café Vinilo.
El disco solista anterior de Nicolás giró muchísimo por mis dispositivos de reproducción durante todo el año pasado, y melodías como las de Luzdevelapermanece o Mal de amores van y vuelven en mi inconsciente invitando constantemente a la re-escucha. Distintos aires folklóricos giran alrededor de la música de este muchacho, que además integra el Ensamble Chancho a Cuerda y forma parte del colectivo Elefante en la habitación. Todo indicaba que el domingo iba a terminar de la mejor manera posible.
Cruzar Córdoba donde separa a Villa Crespo de Palermo es casi tan determinante como cruzar la puerta del Teatro San Martín (ah, listo, qué exagerado): volvemos a las torres y abandonamos los caserones en cuestión de cuadras. Aunque hace frío y el lunes se avecina hay gente dando vueltas, como siempre en el barrio que nunca duerme. Agarro Julián Álvarez, encaro hacia Gorriti y me doy cuenta que estoy desorientado. ¿A qué altura de Gorriti era? Un hipster que esperaba para cruzar en una esquina me dice en un español de acento torcido que “Café Vinilo tienes que ir para allí” mientras señala en dirección este, y a medida que me alejo pienso que sin duda el fin de semana ya está pasadísimo de rosca: un gringo me estaba dando indicaciones para manejarme en mi propia ciudad.
Llego a Gorriti 3780 ya un poco transpirado porque, fiel a mi costumbre estos últimos días, estoy sobre la hora. Una vez adentro, sumo algunos discos a mi colección (Saltar al vacío incluido) y me siento a esperar que arranque el espectáculo. El peso del fin de semana ajetreado empieza a caer sobre los hombros cansados de tanto andar (¿veintidós años para qué?) cuando el trío sale al escenario de Vinilo. Las canciones van y vienen, los invitados también: en trío o solo, la música de Nicolás fluye naturalmente y su cantar se abre paso desde un lugar que se asume extremadamente íntimo: “vivir no es algo de lo que quiera cantar con levedad”, dice desde ese lugar de entrega total, y en la sala de Gorriti ya no es domingo, ni es de noche, ni hace calor por un buen rato.
Desmedido, el bis, repasa el disco anterior, Canciones sobre el silencio, y nos despide hasta la próxima. No puedo evitarlo: la visita tiene sueño. Bajo la llovizna camino hacia la parada del 26 para volver a casa, y llegando a Lavalle por Medrano veo que el reloj indica que, ¿por suerte?, el domingo terminó, dejando atrás un fin de semana para tomar nota.



Ilustración por Julián Rodríguez F. Septiembre 2014