Plurinacional y popular

escribe Federico Dalmazzo▹
Nuestra América. El doce de octubre Bolivia elige, vota, se pone de acuerdo, marca un camino. Luchando contra sus propias contradicciones, el Estado Plurinacional ha encabezado las políticas más significativas del último tiempo. Entre historias y anécdotas, Fede intenta reconstruir el camino que injustamente suele ser olvidado.
AL LECTOR:
Yo sé que mis notas son largas y entiendo que internet no maneja tiempos tan extensos. Sin embargo, se me hace imposible evitarlo, ya que hay todo un camino necesario para llegar a la conclusión final que, de otro modo, correría riesgo de quedar descolocadísima. Por eso les pido se tomen un tiempito para que lleguemos, a partir de una anécdota y varios datos curiosos, a causas más profundas.

Algún día otoñal, un porteño que viajaba en un bondi en la ciudad de La Paz camino a la Plaza Murillo, escuchando la sinfonía drone particular que produce esta urbe, es interrumpido por un vendedor ambulante. No puede evitar escucharlos, por lo general, y menos a éste. El hombre comienza su pregón interpelando a los pasajeros sobre el momento histórico que les toca vivir, anunciándoles el rol fundamental de cada ciudadano para cuidar de todos los demás, y concluye con que, cuando se vive bajo un sistema de leyes, lo crucial es conocerlas. Bajo esta poética metralla que implica la prosa de un vendedor boliviano, cruzando por momentos el umbral de lo procesable, desenfunda de su bolso un librito de típico formato: “Nueva Constitución Política del Estado Plurinacional de Bolivia”. Todo toma sentido entonces, y aparecen a la vista dos figuras antagónicas que encuentran su complementariedad en este señor: el vendedor de mercancías y el militante de ideas conviven en él. Ambos parecían expresarse y salvarse mutuamente mientras el hombre recorría el transporte llenándole la cabeza a todos de lo importante que era esta Constitución, de lo especial que era, de lo importante de conocerla y bancarla. El vendedor salvaba su alma entregándose a la noble tarea de difundir derechos, en tanto el militante salva su estómago en el proceso.
“En tiempos inmemoriales se erigieron montañas, se desplazaron ríos, se formaron lagos. Nuestra Amazonia, nuestro Chaco, nuestro altiplano y nuestros llanos y valles se cubrieron de verdores y flores. Poblamos esta sagrada Madre Tierra con rostros diferentes, y comprendimos desde entonces la pluralidad vigente de todas las cosas y nuestra diversidad como seres y culturas. Así conformamos nuestros pueblos, y jamás comprendimos el racismo hasta que lo sufrimos desde los funestos tiempos de la colonia.” De esta manera tan poco ortodoxa empieza el preámbulo, que lleva al argentino de bien a preguntarse si no es todo un gran chascarrillo, si no hay una campaña internacional para remplazar el texto original por uno en joda. Sin consultar a la embajada boliviana, podemos corroborar que el texto es real, así como son reales las noticias ‘locas’ que de tanto en tanto nos llegan sobre aquel corazón olvidado del continente. Como aquella medida en la cual se decidió invertir el sentido del reloj de la cúpula del congreso para que retorne al sentido natural y lógico, girando entonces hacia la izquierda, como lo hicieran los relojes solares durante el imperio del Inca, el Tawantinsuyo. Cuántos cabezas de tarro deben estar riéndose de esto, suponemos, y cuántos esgrimen el argumento de que es “poco serio” sólo porque no se enteraron;  es una vergonzosa muestra de la profunda decadencia de quienes razonan, no con razones, sino mediante las pautas y eslóganes de la CNN en español. “Estamos en el sur y como estamos en tiempos de recuperar nuestra identidad, el gobierno boliviano está recuperando nuestro Sarawi. De acuerdo a nuestro Sarawi, que significa camino, de acuerdo con nuestro Ñan, en quechua, nuestros relojes deberían girar a la izquierda”, explica el canciller David Choquehuanca, uno de esos ‘indios’ que no fueron invitados en la primera fundación de Bolivia a ser más que mano de obra esclava, y que ahora toma su revancha. Esta y demás curiosidades, como el auge de la arquitectura neo-andina de Freddy Mamani Silvestre o la decisión de exigir visa a turistas israelíes por provenir de un país terrorista, son a claras luces expresión de cambios sociales profundos, así como son esos diseños arquitectónicos, consecuencia de la nueva prosperidad económica de aymaras que ahora buscan estéticas que los identifiquen.


Para algunos argentinos que no estén enterados de todo lo que implica el Estado Plurinacional, cuya mayor asociación a la whipala sea la cara de Bruno Arias, verla en los trajes de las fuerzas armadas puede ser inentendible; para otros, contradictorio. Aunque ahora figure en los escudos oficiales y las puertas de los edificios públicos, entre otros, siempre habrá quien diga que es meramente simbólico, sin peso, y habrá que recordarle que no por eso es menos real, no por eso no tiene base. ¿De dónde salió esta indianización del estado? Lo que pareciera que salió de debajo de una piedra, acaso se viene gestando desde hace décadas, quizás centenios, en el seno de organizaciones que postulaban la creación de un estado nacional aymara propio, ante un estado republicano que estaba totalmente impermeabilizado contra los pueblos originarios, que son la abrumadora mayoría en Bolivia. Podríamos seguir las pistas, por ejemplo, de la propuesta impulsada con las armas por el Ejército Revolucionario Túpak Katari durante los noventa. A esta organización, que sufriría una evidente derrota política y militar, perteneció el ahora vicepresidente García Linera, ideólogo del movimiento y guerrillero responsable de un atentado a unas torres de alta tensión, por el que permaneció cinco años preso. Pero, más atrás aún, deberíamos rastrear la irrupción del pueblo indígena en la política hasta toparnos con la revolución de 1952, en la que se le expropiaron las minas a los “barones del estaño”, se instauró el voto universal, y se realizó la reforma agraria, entre otras reformas que, en un país que tenía un setenta por ciento de población rural, significaron una apresurada entrada al siglo XX. Aquel proceso se enfrió y, aunque permitió la aparición de la clase media y de una burguesía nacional que suavizaron la abismal diferencia de clases, el estado continuó siendo la estructura de opresión que mantuvo a sus habitantes en una situación de servidumbre neo-colonial durante el resto del siglo.
Nadie cree que con la abolición de la esclavitud se haya terminado en América; tan sólo tiene uno que mirar a los suburbios marginales, desde Detroit hasta Rosario, y preguntarles a sus habitantes por su trabajo, su remuneración y sus derechos laborales de facto. Esta situación es más clara en el caso boliviano, donde la cuestión racial es tajante. Así, la concepción de qué es una sociedad justa fue encontrando caminos muy particulares, nutriéndose de diversas tradiciones con fuertes paralelismos. Las líneas de pensamiento marxista encontraron, en formas de organización pre-colombinas, algo muy cercano al socialismo que jamás se logró en Europa; y los campesinos indígenas encontraron en estas teorías para la transformación social una ‘traducción al occidental’ de sus caminos como oprimidos. Hasta donde alcanzan a vislumbrar los registros, las sociedades del altiplano estaban organizadas en lo que, siempre con categorías inadecuadas, los expertos explican como un socialismo agrario, que es lo que los españoles encontraron en el ayllu incaico. Por eso, dado que el modelo de propiedad privada europeo significa para el indígena ser totalmente excluido de poseer cualquier propiedad, es perfectamente entendible que, con sus grandes distancias y contradicciones, sean los movimientos sociales “marxistas” e “indigenistas” (ambos términos muy improvisados o previsorios) los portadores de esperanzas y soluciones para los problemas de Bolivia. Fuera de aquellos eternos y necesarios debates sobre la dudosa aplicación de conceptos europeos a esta realidad, se encuentran las mismas posiciones colonialistas de siempre.
El gobierno del MAS, como todos los que actualmente se pueden etiquetar “de izquierda” en América, presenta profundísimas contradicciones entre su discurso y sus acciones, que son el objeto corriente de crítica de los criticones, honestos o interesados, de adentro o de afuera. Estas críticas son parte fundamental de cualquier proceso político y deben ser valoradas como tales —siempre con el buen criterio que hoy día es imprescindible desarrollar para ver la diferencia entre las actitudes sinceras y los clichés neoliberales. Bruno Fornillo, investigador del proceso boliviano, opina que “Evo transitó desde un discurso pachamámico, en defensa de la madre tierra hacia fuera; pero hacia adentro, en un desarrollo de las fuerzas productivas con un único fin de hacer crecer el PBI a toda costa. Para lo cual, había que hacer minería a cielo abierto, y ésta es una contradicción flagrante del gobierno.” Y es en esta contradicción que se revela uno de los aspectos fundamentales que darán continuidad para rato al actual proceso de cambio: el crecimiento sostenido de una economía aparentemente robusta, ya no basada únicamente en la exportación de estaño a EE.UU., sino en la exportación de gas a Brasil y Argentina. En otras palabras, el actual gobierno le está haciendo ganar mucha plata a los capitales privados mientras construye un estado con los beneficios del gas nacionalizado en 2006, elevando el ‘nivel de vida’ de la población y traicionando de aquella manera los principios de amor a la tierra que son incompatibles con la noción de desarrollo europea. Este dilema está a la orden del día en nuestro continente y es sin embargo tan poco profundizado que termina convirtiendo actitudes sinceras en clichés neoliberales. Por eso lo resumiremos en un gráfico educativo:


Como podrán observar, las salidas son varias, y todas terminan en la miseria de los pueblos y la destrucción de un continente que debería ser un paraíso, salvo una: el gobierno de todos para todos. Mientras tanto, ninguno de los grupos que se disputarán las elecciones este doce de octubre tiene una opción superadora, ni plantea cambios de rumbo “desde adentro” del proyecto descolonizador. Esto nos obliga a tomar una posición madura, en el sentido de la palabra usado por toda madre, es decir, resignar aspectos morales y deseos de utopías inmediatas en pos de un objetivo a largo plazo, y hacer la vista gorda a estas flagrantes contradicciones. Quienes vean a su alrededor y se descubran en un mundo organizado en torno a dogmas dañinos y un consenso suicida, tienen, a mi sincero entender, dos caminos que emergen de la noche ricotera del triunfo global del neoliberalismo. Si bien muchas veces pareciera que la inexistencia de leyes históricas atenta contra las luchas populares, esta suposición podría ser puesta de cabeza si vemos, en este caos moral que dejó el mundo unipolar, una buena chance de liberarnos de los dogmas de los marxismos que hegemonizan ciertos patriarcas inadaptados. Porque, a diferencia de lo que se podía creer en el siglo XIX, si existen leyes históricas, estamos todos jugados, nada nos importa ya, sigamos haciendo quilombo, la yuta no nos va llevar.


Mientras tanto, a 517 años de la conquista, más de medio millón de personas llegadas de los nueve departamentos de Bolivia se reúnen en la combativa ciudad de El Alto a escuchar la proclama de la nueva constitución, la que refundará Bolivia. No entre cuatro paredes sino de cara al pueblo, el primer presidente indígena en dos siglos, aquél que habiendo asumido recordó en su primer discurso que los indígenas no fueron invitados a la fundación de ese estado-nación en 1825; aquél que promulgó una constitución modelo de la que debiéramos estar envidiosos. Una donde se le quita el carácter oficial a la Iglesia Católica, donde se prohíbe la instalación de bases militares extranjeras,  donde se prohíbe el latifundio, en el que se declara al agua derecho humano no privatizable y se promueve la economía comunitaria y la propiedad colectiva de la tierra. De paso cañazo, se oficializan treinta y seis lenguas —además del español—, se reconoce la legitimidad de los gobiernos propios de los pueblos originarios y se reconoce a la hoja de coca como recurso fundamental de la biodiversidad de Bolivia, como factor de cohesión social. ¿Acaso no fue la War On Drugs uno de los más efectivos operativos imperiales? Nunca en la historia registrada fue mayor la comercialización de estupefacientes que bajo la supervisión de estos ejércitos encubiertos, que Evo expulsó en 2008 acusando a la DEA de espionaje y conspiración contra su gobierno, luego de la participación activa de sus agentes en el intento de golpe de estado.[i]
Dadas así las circunstancias, no es extraño el odio que genera este sindicalista cocalero en las mentalidades colonizadas, que a pesar de las extraordinarias condiciones que presenta el país para amasar fortunas privadas, están cegados por la terrible abstinencia de contacto carnal con la potencia del norte.[ii] Disculpen ustedes si me supera la indignación al comprobar que es constante objeto de burlas un aymara por no hablar el correcto español de Castilla, siendo que el anterior presidente de Bolivia, Gonzalo Sánchez de Lozada, hablaba peor el español por caer directamente de Washington D.C. a administrar la colonia sin preocuparse por aprender el idioma.



Por el bien de nuestra América, anhelamos que los pueblos andinos recuperen el control de sus destinos y den rienda suelta a las posibilidades creativas que esto implica. Los elementos para la construcción de alternativas concretas al modelo del industrialismo suicida abundan en las formas de organización de estas naciones que tienen como primera tarea recomponer su identidad negada por el culto al individuo que impuso Europa. Porque no todo es lo mismo, porque todo lo demás es mucho peor y soñando con que algún día finalmente nos “caigamos del mundo” de verdad, le deseamos este 12 de Octubre, ex Día de la Raza (preferimos Día de la Acumulación Originaria), una muy exitosa elección al MAS y a sus candidatos Linera y Morales, dirigentes del episodio en curso más interesante y complejo del continente.

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[i] Según datos proporcionados por el Ministerio de Gobierno, con la DEA, de 1999 a 2005, se provocaron 29 muertos y 468 heridos, “bajo el pretexto de la erradicación de coca excedente”. El informe del Ministerio de Gobierno también destaca que cuando la DEA manejaba la lucha contra las drogas en Bolivia, desde 1999 a 2005, se secuestraron 55 toneladas métricas de cocaína y que desde 2006 hasta 2012 la policía antidroga de Bolivia secuestró 187 toneladas métricas de cocaína.
[ii] El presidente de Bolivia, Evo Morales, cobra menos de cuatro dólares por hora trabajada, menos de lo que percibe como ingreso un albañil o un taxista en su país, según afirmó el vicepresidente boliviano, Álvaro García Linera. García Linera se refirió al tema para defender que “no hay nadie más austero en el país” que Morales, en medio de una polémica sobre un decreto que permitía pagar viáticos o dietas a sus hijos si lo acompañaban en viajes oficiales, pero que fue anulado días más tarde.

Ilustración por Federico DalmazzoOctubre 2014