Cucuza y El Pez

escribe Nacho Castillo▹
Más notas sobre tango. Nos dimos el gusto y entrevistamos a Hernán "Cucuza" Castiello, ídolo tanguero del barrio de Villa Urquiza. Y, de paso, visitamos el Bar Notable El Faro.


“Necesitamos más notas sobre tango”. La frase que en mi cabeza resonaba en la voz de un editor manija dio vueltas unas cuantas veces hasta decantar finalmente en un acto de la vida real. A medida que los borradores de ideas difusas se iban desechando, la necesidad de ir a buscar ayuda externa para lograr hacer ese aporte se volvió más evidente. Así fue que se hizo imprescindible levantar teléfonos y dejar de mirarse el ombligo.
La mañana del día peronista por excelencia nos lleva al barrio de Villa Urquiza, a uno de los espacios sin dudas ineludible en el mapa tanguero porteño: el Bar Notable El Faro, ubicado en la esquina de Constituyentes y La Pampa, que desde el año 2007 es base de operaciones de nuestro entrevistado de turno. Al llegar, redactor y editor nos acomodamos contra una ventana y pedimos los cafeces con leche y las medialunas reglamentarias que llegan a la mesa acompañadas de una pregunta que nos afirma (como si hiciese falta) la localía de nuestro anfitrión: “¿Ustedes lo esperan a Cucuza? Ahí avisó que está llegando...”.
A Hernán “Cucuza” Castiello podemos haberlo visto por muchos lugares distintos y  con diferentes funciones, pero su esencia (como el mismo explicaría minutos después de los saludos de rigor y sumándose a la ronda de café) está en ser cantor: de tangos y no tanto; de ayer y de hoy; de orquestas, como la Típica Almagro, o junto al guitarrista Maximiliano “Moscato” Luna (por no mencionar otros de los muchos cruces y colaboraciones que llegaron —o no— al disco). Actualmente, canta junto a su hijo Mateo Castiello en guitarra, Sebastián Sazali en bandoneón y Noelia Sinkunas en piano, presentando tanto un repertorio de tango como uno que convive con el rock en Menesunda, tangolencia rockera. Dueño de un currículum envidiable y de una trayectoria longeva (la leyenda cuenta que debutó a los seis años —1975— casi sin querer junto a Roberto Grela[1]) es además representante simultáneo de dos generaciones: la que lleva largo rato haciendo de las suyas y la que promete levantar la apuesta para lo que vendrá. En medio de ensayos y de las idas y vueltas generales que produce el cierre del año, de todo esto y mucho más, habló con El Pez Digital.

Esta noche vamos a venir a ver la presentación de los cantores Nicolás Cobelli y Agostina Pagella. Para quien nunca vino al Faro a ver música en vivo, en tus palabras, ¿con qué se va a encontrar?
Mirá, en primer lugar lo que te cuento es que han pasado cosas maravillosas que tienen que ver justamente con esto del bar. A Nico lo conocí ahí, en la barra. Después al tiempo descubro que es realmente un tipo con un sentimiento tanguero increíble. Y lo que ha pasado con El Faro es que acá han estado Rubén Juarez, Alberto Podestá, el “Chino” Laborde, Ariel Ardit o Lidia Borda entre otros. Pero también siempre me gusta invitar al escenario, por ejemplo, a muchachos como Nico. Que se saquen el gusto, que vean qué pasa, ¿no? Porque recién te das cuenta cuando estás ahí. Acá en El Faro siempre la gente que viene es muy receptiva y muy respetuosa. Cada vez que yo presento o traigo a alguien, sé que mínimamente lo van a escuchar. Entonces, es buena la experiencia para el que está empezando en esta historia. Eso vas a encontrar esta noche seguro, un público que es muy participativo. Vos si cantás, ponele, Olvido o Viejas alegrías, que son letras muy para adentro, muy sentidas, tenés un silencio que la gente que viene acá, el que no conoce el lugar, no lo puede creer. Y después qué se yo, cuando proponés la joda, la cosa un poquito más rockera, la gente empieza a corear. Yo he ido a recitales de rock toda mi vida y acá pasa una cosa muy rockera, nada más que con el tango. Empiezan a cantar Alma en pena, que ni siquiera es muy conocido. Es una cultura muy tanguera y muy rockera, y la gente es muy, muy receptiva, participativa y respetuosa.       
Después, lo que ves: hay una cosa muy directa con la gente. No tenés ni siquiera un escenario. Entonces el lugar realmente ha tomado una mística muy honesta, muy creíble. Muy real. Me parece que esas son las cosas que conmueven de este lugar. Es de verdad.

En el 2007 la consigna junto con el ciclo de alguna manera era “El tango vuelve al barrio”. Hoy por hoy, siete años después, pareciera haber muchas propuestas en todos lados: no sé si en todos los barrios pero sí hay una diversidad, con sus distintos públicos y sus distintas cuestiones. Ahora que (llevándolo al extremo) el tango volvió al barrio, ¿qué sigue? ¿Cómo se hace para que eso perdure? ¿Tenés algún plan o alguna fantasía?
No, bueno, una fantasía pequeña... Que en realidad no lo hago por impericia, pero me encantaría poder hacer un festival de tango de Villa Urquiza. Esa es una, por lo menos acá en Urquiza me encantaría que pueda pasar eso. Me parece que una buena manera ya de por sí es todo lo que está pasando. Falta un poquito de empuje capaz en lo que tiene que ver con los medios, que igual está un poco más abierto que en otra época. Por ejemplo, un programa de tango en televisión que esté bueno, que sea nexo, ¿no? Eso falta un poquito. Después está buenísimo lo que están impulsando, que es el tango como materia en los colegios primarios.

Siempre me sorprendió mucho algo que una vez te escuché decir en una entrevista: “el tango te tiene que venir en el Toddy”, porque si no, no llegaba. En el momento me sonó rara la frase, pensando quizá que uno puede tomarle el gusto. Pero de repente me di cuenta que de los casos que tenía a mano, todos en algún lado tenían la semillita. Y fue tremendo.
Sí, eso lo dijo hace mucho un amigo de acá. Siendo benévolo con mi frase y conmigo mismo, es verdad que hay cosas que uno las va aprendiendo, van entrando. Pero me parece que las cosas que realmente quedan marcadas a fuego están ahí, en ese momento de la vida, ¿no? Por eso digo lo del Toddy. Yo soy un ejemplo de eso, no estoy hablando por otro. Creo fervientemente en todas esas cosas que a uno le vienen en el Toddy o un poquito después, en los primeros años. Y creo yo, lo digo siempre, que lo que soy como cantor hoy... El noventa por ciento, ochenta por ciento de los tangos que yo sé hoy los aprendí en esa época. Sinceramente siento que hubo poca evolución, para bien o para mal. No soy muy diferente en la actitud o en la manera de conectarme del pibito ese que se puso a cantar. Si te hablo por mí, creo en eso. Es la etapa más fuerte de aprendizaje y cuando te quedan marcadas las cosas. Después por suerte hay otra parte que uno sí la va incorporando, porque si no, no habría gente de treinta años a la que le empieza a gustar el tango. La famosa frase de “el tango te espera”. Pero a mí lo que me esperó fue el rock. El tango no me esperó nunca. Entonces bueno, no quiero hablar por algo que no sé, pero yo creo que esas cosas que te quedan muy firmes son las que pasan en esos primeros años.

Hay algo que a mí siempre me llamó la atención aparte de lo que hacés como cantor, lo que podríamos decir —medio frívolamente— gestión o producción. Es decir, lo que tiene que ver con coordinar la movida. Y mismo lo que pasó ahora en el Festival de Tango de Buenos Aires con la Con-vivencia tanguera y la Ronda de cantores,[2] que es un poco muestra de eso, de cómo generás vínculos. ¿Alguna vez sentiste un cruce o una contradicción entre esos dos lugares?
Y, mirá... Vamos del principio. Esencialmente yo soy cantor. Nunca fui cantor de quedarme ahí. Como no me interesa cantar en las casas de turismo porque no me siento identificado, fui siempre más de ir a buscar la historia. O sea, de buscar los lugares que a mí me gustan. Un poquito por eso uno empieza a generar algo, ¿no? Ir a buscar un lugar. Con esto de El Faro yo me encontré empezando como cantor y queriendo hacer la movida acá de El tango vuelve al barrio, donde la idea era que sea además un escenario abierto. Y para que sea abierto tenés que invitar a gente. De a poco me voy encontrando en esa situación y me voy encontrando a gusto, porque, en verdad, es lo que me gusta hacer. Entonces le meto para adelante como un animal. Encima veo que hay linda respuesta, que pasan buenas cosas. A partir de que soy cantor, que es lo que sinceramente soy, me encontré en este lugar.
Y lo que ha pasado ahora a raíz de eso es, por ejemplo, lo del Festival de Tango. A mí eso me gustó mucho porque sinceramente me di el gusto de llamar a los cantores que me parecía que tenían que estar. Hacer como una especie de abanico. Por eso vino Abel Córdoba y vino lo que llamo yo “el semillero”, pibes que no se conocen todavía. Pero sí tengo un poquito de cuidado, porque realmente todo lo que hago yo, lo hago del lugar de cantor. Y para abrir un poquito el juego. Fue una alegría que me llamen a mí porque no soy ni empresario, ni productor, ¿viste? Me pareció piola que me hayan convocado porque soy cantor y que me dijesen: “Hacé una fecha de cantores”. Eso lo hago con total alegría pero también es un riesgo que uno acepta y corre.
El Festival de Tango, más allá del color político que tenga o que le quieran dar es sin duda el festival más importante de tango del mundo, porque es el de Buenos Aires. Siempre están aprovechando un poquito la política. Yo digo siempre que mi manera de hacer política es a través del tango, que es mi bandera política. Es lo que yo aprendí de pibe. A veces me defraudan mucho las cuestiones políticas, y realmente el tango a mí no me ha defraudado nunca. Entonces tengo una lealtad con eso del tango que no se la puedo tener quizás a un partido político, más allá que uno tenga la posición tomada que tenga. Mí política y mi manera de hacer política, en todo caso, tiene que ver con esto del tango. Y es abrir un poco el panorama del tango, ¿no? No hay un trasfondo más extraño que ese. Ahora, el tango en sí lleva adentro un montón de lo que tiene que ver con política. Tiene que ver con el barrio, tiene que ver con el bienestar de la gente, porque la gente la pasa bien también escuchando tango. Hay insertas en el tango cuestiones que tienen que ver con una cuestión política. Yo lo hago desde ese lugar.

Bueno, más allá del tango, esa vuelta al barrio es una cosa puramente social. Es un acto súper claro.
Totalmente. Después bueno, termino haciendo algunas otras cosas que tienen que ver con acomodar cosas o ser productor de alguna manera, pero es todo a partir de lo que soy. Cantor. Ni mejor ni peor, pero soy cantor. A partir de ese lugar sí me animo a hacer.

Está buenísimo, porque dentro de toda esta generación nueva, o de esta gente que está haciendo tango ahora, todos salen a la calle. Por lo general los nombres que uno ve circulando están armando sus milongas para tocar, están generando espacios y me parece que es lo más sano. Mientras que en el rock, por ejemplo, pareciera que la gente está esperando que le toquen la puerta para salir a tocar.
Sí. Bueno, una cosa que a mí me parece... Y lo digo como tanguero y como rockero. Como tipo de la canción, digamos. El rock ha perdido un lugar importante hoy por hoy. No sé si necesariamente por esto, pero hizo que mucha gente joven se acerque al tango. Me parece que ven eso que tenía el rock en su momento, esa cosa independiente, esa cosa más pujante o más luchadora. Hoy se está dando quizás más en el tango que en el rock. Es lo que yo veo, me parece que es así. Hay movidas de tango mucho más interesantes y mucho más creíbles que en el rock. Y esperemos que no se degenere, que siga manteniendo esa esencia.



Volviendo un poquito al Festival de Tango, hay una pregunta que no quiero dejar pasar. El show de Con-vivencia Tanguera estaba dentro de la sección Clásicos del futuro. ¿Te pesa ese título?
¿Los Clásicos del futuro? Eh... Vamos a decir que poéticamente está bueno. Puntualmente ese rótulo no me cuesta. No me jode. Ahora que lo pienso... Está muy bien. No me jode para nada. Creo lo que yo digo siempre: por mi cuestión de edad (no soy ni un tipo de setenta ni un pibe de veinte) estoy en el medio cronológicamente y tuve la suerte de haber agarrado una época del tango que fue el coletazo final de la cosa de oro, vamos a decir. Y a partir del 2000, ir a ver a la Orquesta Típica Fernández Fierro, ir a ver a La Chicana y ver que la cosa estaba tomando de vuelta un color y un vuelo en el sentimiento. Entonces viví las dos épocas. Me parece que en mí, lo más interesante, más allá que me encanta cantar y soy cantor, es la cuestión ésta de nexo. Por edad y por vivencia.

Hablando de las nuevas generaciones de músicos, ¿podés nombrar algunos que sigas más o menos de cerca?
Y, fresquito, fresquito... Mirá, en realidad, capaz que a mí los que más me gustan son los que tienen un par de añitos, que también los descubrí acá y que son como parte del semillero de lo que ha pasado acá. Por ejemplo el cantorazo que es Juan Villareal, que hoy está cantando con El Arranque y ya es reconocido. Pero también, empezó muy... es como una especie de Beto Márcico del tango, empezó a cantar más bien de grande. Juan Seren, un muchacho que escribe letras que están buenísimas. Gente joven, casi de treinta como mucho. Mismo Cobelli que está largándose, Bárbara Grabinski, Nicolás Abosky, que lo llevé ahí al Festival de Tango, Gonzalo Genone... Por suerte hay un montón.
En un momento estaba listo. Hubo una época que fue del setenta al ochenta en la que estaba el precipicio y no había nada más. Y ahora no. A partir de lo que te decía, un poquito antes del 2000, empezaron a pasar todas estas cosas. Y ya hace cinco años que tomó otro envión más poderoso. Qué se yo, está la Orquesta Típica La Vidú, una orquesta de gente que hace un montón que la viene peleando pero que están ahí viendo un poquito los frutos ahora. Y fijate que los referentes de toda esta generación, más allá de los grandes, son La Chicana o “Tape” Rubín. Y lo más loco es que se los sigue considerando tango joven.

¿Y cómo te llevás con las propuestas de tango “contemporáneo”? Pienso más en propuestas instrumentales como las de Diego Schissi, Ramiro Gallo o Agustín Guerrero, que quizás no vienen del palo de la canción que por lo general se quedó un poco más ahí. ¿Te interesan?
Entiendo a lo que vas pero igual aclaro esto: los que nombraste son inicialmente tres bestias. Vienen realmente de una cosa muy de raíz, conocen muchísimo. Han llegado a ser renovadores dentro de lo que son porque son gente que sabe de lo que está hablando, yo siempre lo rescato eso. O sea, para renovar y para innovar tenés que saber de dónde viene toda la historieta. Son gente quizás sí de otro palo, para ponernos de acuerdo en un punto. Pero no son pibes que empezaron por Piazzolla.  
Como todo, hay cosas que me gustan más que otras. No es lo que más escucho. Capaz es un vicio de cantor, ¿eh? Te quiero decir: me gusta mucho la letra. Me parece que realmente la falta una pata. Esto lo digo como público. Puedo ir a ver un grupo que hace todos tangos instrumentales que tocan fenómeno, que está re bien tocado, pero a mí me está faltando una parte que es la poesía del tango.

Ya que estamos con esto de la poesía, ¿qué pasa con “Cucuza” letrista? ¿Sigue escribiendo?
“Cucuza” letrista es muy vago. Escribí ahí Tibieza, que en realidad cuando yo la escribí la cajoneé, porque fue más como un ejercicio. Al tiempo (te hablo de hace bastante, año 2005), yo me presentaba por primera vez al certamen Hugo del Carril como cantor. Y cuando voy, me bajan la ventanilla en la cara y me dicen que no había más lugar. “Uff, la puta”. Entonces fui a buscar Tibieza, y al otro día la llevo. Como de caliente, ¿viste? Te la hago corta. Los premios se entregaban un viernes, y me dejan un mensaje de voz en casa como para recordarme que concurra. Yo laburaba... No fui por una cuestión de decir: “Loco, ni en pedo voy a ganar nada”. Viste como es. Y el lunes estaba en la calle y me llama mi mujer y me dice: “Che, Hernán, ¿vos te anotaste en un certamen? Ganaste. Me mandaron un mail diciendo que ganaste”. Así gana Tibieza. Después de eso escribí cuatro o cinco más, pero nunca los largué, creo que precisamente porque le fue tan bien a Tibieza.



Volviendo un poco hacia el cantor, algo que me parece que está buenísimo es que a diferencia de otros cantores que tienen eso de “los tangos que les quedan bien”, en tu caso pareciera que no hay tangos que quedan bien si no tangos que te hacés a medida. Porque, de hecho, si no es el repertorio tanguero, de repente está Sumo y Mañana en el abasto en tiempo de vals. ¿Tenés algún criterio más allá de esa idea de apertura?
Sí, tengo un criterio muy importante y es cuándo se me pone la piel de gallina. Mido por ese lado. La mayoría de los temas además siempre me cierran tanto por melodía como por letra. Muy de vez en cuando me emociona muchísimo una melodía y no tanto la letra. Qué se yo... Mariposita. La letra de Mariposita es hasta media naive. Hay gente a la que le encanta. Pero la melodía es hermosa. En fín, la medida es que realmente me emocione. Que yo me lo crea, ¿no? Después hay tangos que me gustan muchísimo que quizás puede ser que haya una cuestión de decir: “no sé si me veo con este”. Pero bueno, el grueso de los temas los elijo por una cuestión de emoción. Y hay temas que son inevitables.
Hay una cosa que tiene el tango: hay mucho para elegir. Y mucho de lo que se conoce y mucho de lo que no se conoce. Entonces como que es fácil. También me parece a mí que los cantores que me han gustado siempre han sido muy abarcativos en el repertorio. A mí me hincha las bolas el que canta temas lunfa, o me hincha las bolas el que canta temas reos nomás, o el que canta canciones... Por eso me gusta mucho el “Polaco”, me gusta mucho Floreal. Mismo Gardel, obviamente. O Juárez. Juárez tenía los huevos, ponele, de meterse con tangos que decían: “no, este lo cantó Gardel, no lo puede cantar más nadie”o “lo cantó Goyeneche”. Y el tipo, bueno, se ponía un poquito como meta hacerse propio ese tango que era intocable.
Los temas de Sumo, por ejemplo... Es algo muy coherente con mi historia musical también. Por eso es lo que hago en Menesunda, que son todos temas de la canción llevados al tango. Ahí es cuando me sale ese costado más de la canción, porque conozco. Porque conozco a Los Visitantes, porque los he ido a ver. Porque sé que su segundo disco, Espiritango, tiene cuatro o cinco tangos que son increíbles. O sea, no figuran como tangos, pero lo vas a escuchar y vas a ver.  De ahí hago un tema que se llama El ente. Un temazo. Y bueno,  Mañana en el abasto lo hacemos vals, que también... La letra, ¿viste? Lo que hago en Menesunda... No quiero que haya una separación. Me parece que la letra también tiene que definir. Hay melodías que dan para hacerlas tango pero las letras capaz que no me llevan para ese lado. Después discutimos qué puede ser para mí letra tanguera o no. Ese es otro tema.

El único disco que tenés editado oficialmente es el de “El tango vuelve al barrio... En vivo...!!!” del año 2010 junto a “Moscato”. ¿Tenés planes de grabar algo más?
Sí, está la idea. Pero bueno, un poquito de impericia... Me cuesta llegar a grabar. Por eso fijate que lo que se grabó fue en vivo. Tiene que ver con cantar mucho en lo que me gusta, que es el vivo. Y después con lo que te decía: Me cuesta ponerme a organizar un festival de tango de Urquiza. Me cuesta entrar a grabar. Aparentemente por iniciativa de la orquesta voy a grabar un disco con ellos. Pero más que todo porque lo arma la orquesta, ¿entendés lo que te digo? Y después quiero grabar lo de Menesunda. Creo que el año que viene lo voy a grabar. Y un disco mío. Pero, por ahora, eso es lo que hay.


MÁS TARDE EN EL FARO

Como prometimos esa misma mañana, la noche nos encontró una vez más en la misma esquina de Villa Urquiza que envuelta por la oscuridad de la noche cobra un brillo mucho más evidente. El recibimiento es tan cálido como el de unas horas antes, pero las mesas ahora están todas ocupadas y las tazas mutan en copas de vino que van y vienen.       
El programa promete a la platense Agostina Pagella acompañada por el pianista Pablo Murgier y al también el ya nombrado hincha del club del barrio Nicolás Cobelli junto a Eduardo Lucente en guitarra. Mientras salen las primeras pizzas y la música comienza de la mano de la cantante, confirmamos buena parte de lo conversado durante la mañana con Cucuza, quien ronda ya las mesas repartiendo saludos y abrazos: lejos del cotillón y las guirnaldas que muchos espacios culturales ostentan en el afán de aparentar simpatía, El Faro es un punto de encuentro auténtico donde las premisas musicales, sociales y humanas se sostienen, muzzarella y sin baruyo, como excusas fundamentales para la congregación.



Fotografía por Julián Rodríguez F.Noviembre 2014