La cadena alimenticia

escribe Laura Desmery▹
Nuestra especialista desentraña los primeros plagios de la historia de la animación: Félix, Mickey y demás caen todos en la misma bolsa. Una nota en la que no se salva nadie.
Se dice que todo está inventado, que lo nuevo y lo original no es más que una copia reformulada de lo que ya existe. Lo cierto es que las ideas surgen a partir de algo conocido que nuestro inconsciente recolecta y vuelve a utilizar. Hay casos y casos: aunque es imposible comprobar las cosas con certeza a cierta distancia pero a veces resulta difícil pensar que algunas copias son a propósito. Aquí hay algunos ejemplos: esta es la historia de los primeros plagios de la animación.

Todo comenzó con un gato: en el año 1919 se estrena en los cines Félix, el gato, creado por el australiano Pat Sullivan y Otto Messmer en los estudios que Sullivan administraba en Estados Unidos. El verdadero genio tras la tinta era Otto Messmer que, por amor al arte, seguía haciendo lo que le gustaba y dejaba que Sullivan se llevara todo el crédito. Es que, para ese entonces, cuando el cine sonoro apenas tenía veinte años, todo costaba un dineral y nadie pretendía invertir en caricaturas. En sus comienzos, Félix era negro y blanco, mudo, cómplice de las travesuras de su pequeño dueño y, por lo tanto, amigo de todos los niños. Siendo la adaptación animada de cómics originales de Messmer, en los primeros episodios de Félix, el gato se utilizaban como recurso los globos de diálogo. Resultó una gran alternativa para mantener una trama relativamente compleja sin cortar la acción continuamente con placas, sumándole dinamismo al asunto.


Pasaban los años y Félix crecía en popularidad, para preocupación de la competencia. Por esa época, y durante poco más de dos décadas, el producto cinematográfico para niños por excelencia era Koko, el payaso, un personaje que salía del tintero de los hermanos Fleisher para hacer bromas, piruetas y liderar el mercado. Frente a la amenaza, los creadores del payaso debieron generar un contra-producto y así nació Fritz, el perro, un fresco nuevo compañero para Koko, que hacía travesuras sin el consentimiento de su dueño y siempre lograba zafar de las consecuencias. Pero Félix no era el único personaje por el cual los hermanos Fleisher debían preocuparse.


Unos años antes, con un presupuesto muy distinto y muy bajo para su nombre, un cuentacuentos llamado Walter Elias Disney y un gran ilustrador de nombre Ub Iwerks buscaban introducirse en la industria del dibujo animado. No fue fácil. En un primer intento fallido, la dupla cedió los registros de lo que habían logrado hasta el momento a una productora que poco tiempo después quebraría, echando todo el trabajo a la basura. Tuvieron su segundo intento con una serie basada en Alicia en el país de las maravillas. El personaje de Alicia lo hacía una joven actriz que los animadores recortaban y pegaban en el fílmico con los dibujos. El personaje del gato de Cheshire, por otra parte, podrán imaginarse a qué otro felino se parecía. Lo notable de este asunto es que su similitud fue a pedido de la distribuidora que se ocupo de proyectar la serie por cines y teatros a lo largo de cuatro años.


El dúo dinámico de volvió un trío cuando, en 1927, Walter y Ub se asociaron con el productor Charles Mintz y le dieron vida a Oswald, el conejo. Oswald fue diseñado por el equipo con las marcas de estilo que caracterizaba a sus personajes: piel negra, narices redondas, ojos grandes y cuerpos curvos, son algunos de los rasgos que estaban presentes desde el primer Félix. Sin embargo, todo parecía marchar bien: Oswald crecía y los apellidos de los creadores empezaban a sonar. Les estaba yendo lo suficientemente bien como para tomar la decisión de mudarse a un estudio más grande. Mintz compró un estudio en California y se ocupó de todo el papeleo, pero cuando llegaron los otros dos no les quiso abrir la puerta. Perplejos pero convencidos, Walter y Ub resolvieron seguir animando a Oswald, el personaje que habían creado y en el que depositaban todas sus esperanzas. Pero Mintz, lamentablemente, tenía una patente bajo la manga.


La leyenda cuenta que en el viaje de vuelta en tren se les ocurrió un nuevo personaje, el ratón Mortimer, que luego sería rebautizado por Lillian, la señora de Disney, como Mickey. Y así fue como el simpático ratón de aire irlandés y con poco conocimiento acerca de los derechos de los animales llegó por primera vez a las pantallas. Haciendo una comparativa, no cabe duda alguna del parentesco entre Oswald y su reemplazo: los rasgos fundamentales e incluso el carácter son inconfundibles, dejando las especies de lado. El dúo de animadores trabajó durante varios meses en el garaje de Disney preparando los primeros tres cortos de Mickey: los dos primeros fueron Plane Crazy y Gallopin’ Gaucho; el tercero, diseñado con sonido, fue Steamboat Willie, que fue el primero en estrenarse y llevó a Mickey a la historia como el primer dibujito animado con voz.


Mientras Disney y Fleisher corrían una carrera cabeza a cabeza que parecía no terminar, el resto de los animadores buscaban su espacio en el ámbito. Hugh Harman y Rudolf Ising quisieron demostrarle a los estudios de Warner Brothers todo lo que ellos y su personaje podían hacer. Lo que necesitaba la industria era una competencia sólida a Mickey y, como se ha demostrado, cuánto más se parezca mejor. Siguiendo la estética de animalitos de guante blanco, Harman e Ising se ocuparon de crear a Bosko, una suerte de monito eternamente enamorado de Honey, su pretendida análoga a Minnie. Se ve que las historias de galanteos era lo que las grandes productoras buscaban, porque sin duda la pareja de animadores conquistó el corazón de la Warner Brothers. Fue así como Bosko inauguró la primera de muchas series y las memorables aventuras de los Looney Tunes.


Existen miles e inabarcables historias como éstas en el mundo del espectáculo y la animación. Cada personaje y cada creador siguió su camino, cada cual distinto al otro; algunos volvieron a cruzarse y otros no, algunos triunfaron y otros no. Nada les quita lo que hicieron en el tiempo que tuvieron y el valor que eso puede llegar a tener hoy. Por lo que queda, no tiene importancia de dónde vengan las ideas mientras sean buenas, aunque se trate de la combinación de muchas otros contenidos procesados como uno sólo. En alguna otra ocasión, dentro de estos pequeños relatos, estas historias continuarán.

Ilustración por Julián Rodríguez F. Noviembre 2014