Nobleza obliga

escribe Nicolás Piva▹
El Pez Digital sigue refutando mitos (si es que alguna vez lo hizo) de la mano de Salón Paraíso.
Existe un mito injustamente generalizado: cualquiera puede desplegar sus talentos frente a una pantalla pero no así en la vida real. Culpa de esta conspiración, pudorosas multitudes han intentado posponer las relaciones humanas para cuando tuvieran más coraje. Los cafés de Buenos Aires, que tanto se vanagloriaban de los discursos impetuosos y heterogéneos que los habitan, han tenido que reemplazar sus armas de seducción con cartelitos que gritan “¡Tenemos Wi-Fi!” porque las discusiones no pueden ganarle a soliloquios inargumentables vía Facebook; del mismo modo en que lentamente se abandona la cordura para en su lugar reenviar cadenas de mails a compañeros de trabajo que se sientan en frente; o en que se decidió unilateralmente abandonar las reuniones sociales de cualquier tipo (bares, boliches, cumpleaños, fiestas, etcétera) y buscar parejas por internet. Sin embargo, dicha conspiración no ha triunfado por completo, ni lo hará mientras nos resulte repudiable que algún celubobo despechado finalice una relación amorosa con un mensaje de texto.
Por esta noble razón —y otras posiblemente más verídicas e interesantes— es que se estrenó el pasado 12 de octubre Salón Paraíso. Debe ser necesaria la aclaración: alguien tuvo que encargarse de transformar todo en un fetiche incomprensible, y nos obligó a creer que frente a la pantalla cinematográfica podíamos ser felices, pero que nuestra capacidad para comprender una obra de teatro no tendría el mismo efecto. A pesar de todo, siguen existiendo valientes pruebas que refutan este fenómeno. Es por eso que la obra que dirige Deby Wachtel es aquí debidamente elogiada. Basándose en la improvisación y la coordinación colectiva a la hora de trabajar, Salón Paraíso continúa las intenciones que aparecían hace unos años con Siberia. Tómese con pinzas lo antedicho. El fantástico elenco es, en su mayoría, el mismo que en el 2012 presentaba su trabajo como una “obra dramática desarreglada en un sólo acto” y mezclaba los problemas del detrás de escena con la escena propiamente dicha. En este caso, el problema es distinto: los actores que llegan a Salón Paraíso entran a pura queja y se desarman a sí mismos. ¿Qué es lo importante para el teatro? ¿Y para el actor? ¿Cómo debe comportarse un espectador? Habrá que conformarse con las preguntas porque, “como dicta el buen gusto”, no se revelará nada.
La meta-teatralidad está presente pero su funcionalidad es significativamente más ambiciosa. Ya no puede leerse la parodia como género totalitario, sino como guiño. El despliegue que transcurre en el camarín del teatro se ríe de sí mismo, sin por ello limitarse, y logra construir un universo ficcional que transcurre en paralelo; y aun así —igual de divertida, aunque invisible—, esa narración que se constituye despacio y entre los espacios que le van cediendo logra apropiarse de todo con total justicia y unir los mundos que esta maravillosa puesta logra formular.
La obra es divertidísima, apta para todo público y en un teatro que está cada día más lindo. Si todavía queda alguna esperanza por finalizar el mito, uno debería ir a ver a este grupo de valientes que trabajan para exorcizar nuestro pudor. Si todavía se puede destruir esta conspiración, si todavía cuando nos sentamos a ver The Office podemos reírnos de que Kelly Kapoor termine su relación con Darryl con un mensaje de texto, deberíamos estar disfrutando de Salón Paraíso.

FICHA TÉCNICO-ARTÍSTICA

Dramaturgia: Matías López Barrios, Deby Wachtel
Actuación: Nagore Aznarez, Julián Bocian, Carlo Castellana, Lucia Cisneros, Agostina Ebbro Conti, Camila Grigera, Francisco Longo, Lucía Meira, Antonella Ruggeri
Vestuario: César Taibo
Escenografía: Miguel Nigro
Iluminación: Milagros Chain
Fotografía: Andrés Knob
Arte: Miguel Nigro
Diseño gráfico: Luisina Musso
Asistencia de dirección: Matías López Barrios, Catalina Napolitano
Producción ejecutiva: Solange Bonfil
Coreografía: Marina Svartzman
Dirección: Deby Wachtel

TEATRO PAN Y ARTE

Boedo 876 - Capital Federal - Buenos Aires - Argentina
Reservas: 4957 6922
Entrada: $ 80 / $ 60 - Domingos 19:00 hs  (Hasta el 30/11/2014)


Noviembre 2014