El último caudillo

escribe Urco▹
Comenzando el año electoral, un redactor nos trae a la memoria a uno de los personajes con peor fama de la política nacional. Esquivando la tan mentada yeta, aquí se lo nombra con todas las letras. Con ustedes: el último caudillo.
Ser soberano es abrirse generosamente hacia los hermanos de la Patria Grande. Por eso, seguiremos consolidando y ampliando los acuerdos logrados en todos los campos, para que nuestros principios doctrinarios se materialicen en realizaciones concretas, que lleven a un nivel de vida digno a todos los latinoamericanos. Estoy convencido que también en este ámbito la opción es ahora o nunca. Allí están las miradas de nuestros padres, para guiarnos y para hacernos más sabios. Allí están San Martín, Bolívar, Artigas, Perón y tantos otros.
Discurso inaugural de su presidencia


Corría la década del noventa. La ciudad de Buenos Aires vivía por ese entonces una extraña pasividad, que sólo parecía sospechosa para unos cuantos locos. En la redacción de un diario llega un personaje, tal vez demasiado tranquilo para todas las historias que pesan sobre él y que habrán de llegarle. Pide permiso y se dirige cordialmente a todos los trabajadores de la redacción. “Buenas tardes, ¿cómo le va?”. Uno por uno, no va quedando ninguno sin recibir un saludo de quien se presenta como un tipo sencillo, que entiende a la gente y la sabe escuchar. Su apariencia llama la atención. ¿Sus patillas serán como las de Facundo? Pareciera venir de otra época, donde los lazos eran todavía más carnales, sociales y directos. Pero, a no dejarse engañar, que la nota es larga, y su trayectoria deslumbrante. A los hombres les estrecha su mano derecha, mientras en la izquierda un reloj bañado en oro exhibe con orgullo el retrato del General Perón. A las mujeres les acerca la mejilla, siempre amable y considerado, tratando de reducir la distancia que pesa sobre un presidente de la nación y un humilde trabajador de clase media.
Su historia nos lleva a lo más íntimo y penetrante de nuestra historia política reciente. Permaneció detenido durante cinco años en la última dictadura cívico-militar. Fundó la Juventud Peronista de su provincia natal, La Rioja. Hizo volar en mil  pedazos una base militar en Río Cuarto. Luchó a sangre y fuego contra sus adversarios, mandando a muchos de ellos a la muerte. Podríamos estar hablando de algún guerrillero heroico, que inmiscuido en los caminos inevitables del socialismo latinoamericano dio su vida por una causa que creyó justa. Pero no, pocos lo defienden en estos tiempos y en buena hora. La verdad, un reverendo hijo de puta. Estamos hablando, querido lector, de Carlos Saúl Menem. Sí, lo leyó bien: su apellido es capicúa y se lee igual de atrás para adelante. Mucho se ha hablado de su vida pública y política, patéticamente defendida por unos cuantos en la actualidad. Pero se olvida de su trayectoria personal, sus caminos por el justicialismo y se relación con el pueblo que, lejos de ser un ejemplo de vida política, ayuda a comprender al único presidente que duró dos mandatos consecutivos y dejó su tercera gobernación en La Rioja en manos de su propio partido, ganando con casi el 70% de los votos.  Se olvida, en definitiva, su condición de líder que coexiste con el Menem burócrata, neoliberal, ladrón, cipayo, privatista, asesino y un largo etcétera. Lleno de contradicciones aparentes, su pasado y desempeño a lo largo de una trayectoria política inquieta lo convierten en un personaje complejo, donde lejos de buscar una ruptura encontraremos una continuidad a lo largo de toda su vida.  

PRIMEROS AÑOS
Recibido de abogado en la Universidad Nacional de Córdoba, en el año 1955 retornó a su provincia natal para ejercer su título defendiendo a los presos políticos, militantes y trabajadores que había detenido la Revolución Libertadora de Aramburu. Allí, empezaron sus contactos con militantes peronistas y sindicalistas y, en el año  1957, participa en la creación de la Juventud Peronista de La Rioja. Su activismo profesional lo llevó a desempeñarse como asesor legal de la Confederación General del Trabajo (CGT) y en las elecciones provinciales de 1962 ganó la banca de diputado de La Rioja, cargo que no pudo ejercer por la intervención militar que sustituyó a Frondizi por el presidente inconstitucional José María Guido. Sin embargo, continuó su vida política por fuera del estado, logrando la presidencia del Partido Justicialista (PJ) de la Rioja en 1963.
Al año siguiente, en 1964, realizó dos viajes al exterior donde conocería a su futura primera esposa, Zulema Yoma, en Siria. Luego partió a España para entrevistarse, nada más ni nada menos, con el General en Puerta de Hierro. Con el visto bueno de Juan Domingo Perón, se presenta a gobernador para la provincia de La Rioja por el Frejuli (Frente Justicialista de Liberación) en las primeras elecciones democráticas de la segunda mitad del siglo XX —la otra ‘vuelta a la democracia’, anterior a la de Alfonsín. El caudillo asumió con una gran apoyo popular —el 67% de los votos— y una relación estrecha con las organizaciones sindicales de su provincia.
Sin poder terminar su mandato, luego de la muerte del General Perón y el nefasto gobierno de Isabel Perón, el golpe militar de 1976 lo destituye de su cargo y lo detiene junto a otros peronistas de su provincia. En su detención participó el actual comandante en jefe del Ejército Argentino, César Milani, cuestionado a partir de entonces por su compromiso con la dictadura militar[1]. Según notas del diario La Gaceta de Tucumán, Menem le habría dicho “nos volveremos a ver cuando yo sea presidente”, y así fue. El ex gobernador de la Rioja fue confinado provisoriamente en el buque de guerra 33 Orientales, donde compartiría celda con otros presos políticos como Jorge Taiana y Lorenzo Miguel[2]. A los ochos meses, lo trasladaron a Magdalena donde permanecería hasta el año 1978, compartiendo celda con el sindicalista del petróleo Diego Ibáñez, quien le presentaría años más tarde a Alfredo Yabrán. Si bien las condiciones de vida en Magdalena eran dignas y hasta privilegiadas —sin pizza y champagne, pero con asado los domingos— el presidente de facto Jorge Rafael Videla le negó la autorización para asistir al funeral de su madre, muerta en 1978. Sin rencores y por amor a la patria, Menem le otorgaría, en la década del noventa, a este mismo personaje el indulto por los crímenes y vejaciones cometidas durante la última dictadura.
Libre pero bajo la mira, Menem retornó a La Rioja donde intentó continuar su vida política, interrumpida por otras detenciones menores. Ante la inminente caída de la Junta Militar, Menem empezó la década del ochenta con miras a retomar la gobernación que le había sido arrancada. En el año 1983, con Alfonsín de presidente, fue electo nuevamente como gobernador de su provincia, esta vez con el 53% de los votos. Renovaría este mandato en el año 1987 con el 63% de los votos, logrando ser el primer gobernador de La Rioja en ser elegido tres veces en menos de 15 años con abrumadora mayoría.
La década del ochenta fue el escenario de una nueva disputa y escisión dentro del movimiento justicialista, producto de una nueva corriente dentro del PJ que se dio a conocer como renovadora. Por ese entonces consolidaron su aparato político personajes de la talla de Antonio Cafiero, Carlos Grosso, Menem, Duhalde y De La Sota, entre otros. En el año 1987 Carlos Menem logró imponerse en las elecciones internas del PJ con el 53% de los votos de los adherentes. Esto le posibilitó su candidatura presidencial por el Frejupo (Frente Justicialista Popular) en 1989, donde ganaría la dupla inigualable Menem-Duhalde con el 49,4% de los votos.

MENEM EN LA TRADICIÓN POLÍTICA DEL JUSTICIALISMO
“Yo utilizo las tribunas para hacer doctrina y para llegar a mi pueblo. Jamás levanto la voz para tratar de humillar o atacar en su dignidad a un compañero o a mis adversarios. Lo han hecho conmigo, pero yo no respondo con las mismas armas. Hay una frase que siempre la digo y me la enseñó Perón: «Vea hijo, en política hay que volar como las águilas y no arrastrarse como las víboras»”[3].
No en vano Menem habrá leído los Manuales de Conducción Política de Juan Perón. Allí se deja bien en claro cuáles son las armas que tiene que manejar un dirigente: los cuadros y las masas, orientadas por la conducción del movimiento. El discurso menemista para las elecciones presidenciales de 1989 era fundamentalmente pragmático. Su objetivo, demostrar que hay un dirigente capaz de adelantarse al movimiento y conducirlo, evitando faccionalismos.
Menem en su afán de acercarse al pueblo fue el primer presidente electo en concurrir a un programa televisivo. En el programa de Neustadt y Grondona, el caudillo de La Rioja dejo bien en claro que no era “ni privatista ni estatista”, sino “evidentemente pragmático”. En el discurso, invitaba a la sumatoria. El juego de Menem era no posicionarse por ninguna opción con el fin de lograr adhesiones. Una vez en marcha, sólo el conductor es capaz de dirigir el movimiento gracias a sus cualidades personales de liderazgo. En la práctica, sabemos que la tercera posición es un lugar bastante endeble y peligroso, que tarde o temprano se inclina por alguno de sus extremos y que en realidad estaba diciendo abiertamente que iba a privatizar hasta el hartazgo. Pero, recordemos, Menem no concibe la política por fuera de la conducción personal. Su estrategia fue posicionarse por encima del movimiento y encontrar un camino que sólo él podía ver.

EL FEDERALISMO DE MENEM EN LOS OCHENTA
Menem se consolidó en la política argentina de los años ochenta bajo su manto gubernativo de tres gobernaciones en La Rioja. Con mucho apoyo popular, todavía hay quienes recuerdan esa época por el trabajo, la presencia del estado y un gobierno estable. El Menem de los ochenta presentaba un proyecto más bien federal, tratando de ampliar al resto del país los logros de La Rioja y respetando la gobernabilidad provincial. En una entrevista realizada en 1985 por Gabriel Levinas, actual productor del ciclo televisivo Periodismo para todos, estableció que “hay que terminar con el liberalismo apátrida de algunos militares para adquirir un auténtico sentido nacional que dé respuestas a los requerimientos del pueblo”. Brillante. Y aún  hay más, “el pueblo exige que las Fuerzas Armadas sean custodias de la soberanía, no sólo la territorial, sino también de la soberanía popular”[4].
Es así que el riojano se presenta como un hombre fuerte, capaz de retomar los logros iniciales de la época dorada del peronismo. En un contexto político y social posterior a la muerte de Perón, Menem arrasa la conducción del movimiento a los grandes barones del justicialismo nacional. Caffiero, Ubaldini, Duhalde, pasan a segundo plano mientras que Menem se consolida como el gran conductor del movimiento. Consideraba que el peronismo necesitaba una vuelta al “verticalismo revolucionario”[5] —léxico típico del General. Esto significaba la necesidad de un auténtico y único conductor con apoyo popular. Y es en este sentido que Menem llenará sus discursos de un contenido federal, popular, soberano y a la vez democrático.

¿Y ENTONCES, QUÉ PASÓ EN LOS NOVENTA?
A no confundirse: la trayectoria política de este gran caudillo, humildemente esbozada en este pequeño artículo, no está relacionada con su quehacer político de los noventa, sino con su capacidad de conducción. Elemento que cobra importancia por el movimiento al cual adhiere nuestro personaje. El justicialismo del siglo XX fue la historia de los grandes personajes de la política. Desde Perón a Menem, el justicialismo nos llenó de dirigentes gremiales, partidarios, guerrilleros y hasta intelectuales. No es fácil conducir semejante movimiento, sobretodo porque el padre eterno que les legó su nombre se retiró de la política con una lamentable presidencia. Pero su legado —o maldición, depende la orientación política de cada lector— se enmarañó en la política argentina para no dejarla ir. Son estas las banderas que retoma Carlos Saúl Menem, desde su juventud hasta la actualidad.
Por eso, no queremos criticar en este artículo lo que ya se sabe de Carlos Saúl Menem, aunque es menester mencionarlo brevemente para evitar acusaciones indebidas. Definitivamente hay algo que no heredó de Perón, y son sus causas judiciales. Fue acusado, por ejemplo, de volar una base militar en Río Tercero cuando se sospechaba que contenía pruebas que lo vinculaban con el tráfico ilegal de armas a Ecuador y Croacia —donde, dicho sea de paso, se “perdieron” 60.000 dólares. Testigos de la misma causa murieron terriblemente en un accidente de helicóptero. La desaparición de Yabrán y el caso Cabezas. Se piensa que la muerte de su hijo fue un ajuste de cuentas por negocios ilegales. Su vicepresidente fue Eduardo Duhalde y su ministro de economía Domingo Cavallo. Se retiró del recinto el día de la votación de las retenciones al campo, haciendo que el Cleto se ponga la “opo” al hombro.
Políticamente, sus dos presidencias son el emblema de las relaciones carnales, apasionantes y, por qué no, “matrimoniales” con los Estados Unidos. Sin entrar en detalle de todas las empresas privatizadas, las leyes que precarizan hasta el día de hoy a los trabajadores, la despolitización de los jóvenes, la frustración de los viejos militantes, la farandulización de la política, la corrupción y el 2001, podemos mencionar algunas de sus perlitas presidenciales. Pero, recordemos, concentrados en la conducción del movimiento. Menem ganó durante sus dos presidencias la mayoría de las bancas de diputados, se llenó de provincias justicialistas y fue reelegido para su segundo mandato. Con Perón, fueron los únicos dos presidentes que pudieron modificar la constitución —tarea poco fácil, sino pregúntenle a Cristina. Y gracias a su conducción hegemónica del PJ y al Pacto de Olivos logró imponer sus decisiones en la dirección del país.
Como dice el ciclo-antropólogo Andrés Ruggeri en una entrevista de El Pez Digital, “a Menem no había cómo ganarle”. Esperamos que esta nota haya servido para esclarecer la manchada figura de este último gran caudillo.




[1] http://www.lagaceta.com.ar/nota/554487/politica/milani-participo-detencion-menem-1976.html
[2] http://edant.clarin.com/diario/2001/06/08/p-02101.htm
[3] Entrevista a Carlos Menem en el año 1987, en el programa de Lucho Avilés “El pueblo quiere saber”: https://www.youtube.com/watch?v=skdNGhqD5SU
[4] http://www.plazademayo.com/2011/04/hay-que-ejercer-el-poder/
[5] Ibíd.

Ilustración por Julián Rodríguez F.Enero/Febrero 2015