Editorial #11: Desconfiados

Y un día nos despertamos desconfiados. Si a alguien le sirve, no hubo revelación ni epifanía, alcanzó nomás con mirar hacia un costado para darse cuenta. ¿Qué valor tiene el rol de productor? ¿De qué sirve la producción inmotivada? ¿Qué riesgos corremos cuando trabajamos únicamente por la mirada de un tercero?
Amparados por infortunios personales, nos dimos el lujo “poco profesional” de que nos chupe un huevo la lógica de producción que intentamos sostener. Pero la precavida reversa, el freno de mano, la analogía automovilística nos dio más de lo que esperábamos. Ahí llegó la desconfianza: ¿Qué podemos construir colectivamente, si el trabajo se orienta hacia la competencia homogénea? ¿Qué posibilidad de disfrutar o entender un proceso social y colectivo, si ocultamos las diferencias como si no existieran?

Esta revista entiende su rol como posible formadora de sentidos, pero también entiende que su único valor reside en el trabajo y el cuidado sobre lo que presenta. Desconfiaremos de la obsesiva prolijidad, de las repeticiones disfrazadas, de la regularidad computacional, de la falta de preguntas, de la falta de cariño, de nosotros mismos cuando haga falta. Porque cada tanto es preferible desconfiar que despertarse tranquilo y obediente.

Nos despertamos desconfiados y no creo que sea algo tan malo.