El Zorro en la Argentina

escribe Pablo Monteagudo▹
Tras la máscara permanece el enigma. ¿Cómo es posible que un programa tan elemental, tan reiterativo y de tan poca calidad como El Zorro se haya convertido en un objeto de culto para los argentinos?


En su libro Babilonia Gaucha, el historiador del cine Diego Curubeto relata así la primera visita de Guy Williams, “El Zorro”, a la Argentina, en 1972:
“La llegada de Guy y Janice Williams al aeropuerto de Ezeiza fue una verdadera sorpresa. El ex actor y su esposa contaban con una cordial recepción pero la que los esperaba superó cualquier expectativa. Cuando el 707 que lo había traído desde California a Sudamérica aterrizó en el aeropuerto local, Guy Williams no pudo contener su júbilo. Miles y miles de personas eufóricas lo estaban esperando. Bajó del avión por una escalerilla; el sitio era un hervidero. Chicos con sus padres lo ovacionaban, y también una auténtica multitud de decidido aspecto tercermundista que parecía absolutamente enardecida por su presencia. La gente cantaba cosas inentendibles para el astro resurgido, que no dominaba el español, y le dirigían el gesto de la victoria con dos dedos de sus manos. Como un símbolo de buena voluntad, Williams le devolvió a la masa latina ese signo tan popular. El pueblo allí reunido no pudo creer que veía al mismísimo Zorro saludando con la V del Viva Perón, y todas las voces se unieron en un jocoso ¡El Zorro y Perón, un solo corazón!, que se repitió incansablemente”.
¿Cómo es posible que un programa de televisión tan elemental, tan reiterativo y de tan poca calidad como El Zorro se haya convertido en objeto de culto para los argentinos, tanto que al día de hoy se siga emitiendo por la televisión pública? Es difícil saberlo. Pero la historia del Zorro y del hombre que lo encarnó resulta bastante interesante.
La serie El Zorro tiene su origen en la novela de Johnston McCulley The Curse of Capistrano (1919), que originalmente apareció serializada en una revista. McCulley (1883-1958), un prolífico escritor pulp norteamericano, ambientó la historia en la California española de 1820, más concretamente en  el pueblo de San Juan Capistrano. Don Diego de la Vega (el Zorro) y su mucamo mudo Bernardo ya tienen esos nombres en la novela, mientras que el malvado Capitán Monasterios y el Sargento García se llaman originalmente Capitán Ramón y Sargento González. El Zorro ya había sido interpretado en cine dos veces: en 1920 por Douglas Fairbanks y en 1940 por Tyrone Power. Las dos películas se titulan La marca del zorro (The Mark of Zorro) y la segunda versión, dirigida por el armenio radicado en Hollywood Rouben Mamoulian, es un auténtico clásico del cine de aventuras. En 1957 los estudios Walt Disney se lanzaron a la búsqueda de un actor para encarnar al personaje en una serie televisiva. El fundamental requisito era tener conocimientos de esgrima. Un apuesto desconocido de treinta y tres años fue seleccionado por el propio Disney y el 10 de Octubre de ese mismo año millones de norteamericanos vieron en sus pantallas de televisión el primer episodio de El Zorro. La varita mágica de Disney no había perdido su toque: la serie fue un éxito y de la noche a la mañana había nacido una estrella: Guy Williams.


El verdadero nombre de Guy Williams era Armando Catalano. Había nacido en Nueva York, 1924, hijo de italianos ricos. Según algunas fuentes, su padre, antiguo oficial del ejército italiano, le enseñó a manejar la espada siendo un niño de seis años. Pero es más probable que el joven Catalano aprendiera su esgrima en la prestigiosa academia militar de Peekshill, a la que ingresó siendo adolescente. Decidido a ser actor, Catalano Junior fue contratado por los estudios Universal en 1952 (a esa altura ya había cambiado su nombre por el de Guy Williams). Debido a sus escasas dotes actorales, Williams no consiguió ningún papel importante: antes de convertirse en el Zorro apareció en doce películas y en todas era casi un extra. Como curiosidad cabe señalar que entre esa docena hay dos clásicos bizarros: Sinceramente tuyo (1955), que protagonizó el pianista queer Liberace (hecho insólito para el Hollywood de la época) y Yo fui un hombre lobo adolescente (1957), que no necesita comentario.
La serie El Zorro duró dos años, hasta 1959. Aunque era un programa previsto para niños, su realización era bastante tosca. Vistos hoy, los capítulos son poco ágiles y reiterativos, y la comicidad pesada. El Zorro fue exitoso no sólo en Estados Unidos, sino en todo el mundo. Tal fue su popularidad, que se estrenó en los cines un filme titulado El signo del Zorro (1960), que consistía en dos capítulos de la serie pegados y reeditados en formato largometraje. A pesar de que el planeta entero ya había visto esos capítulos por televisión, El signo del Zorro recaudó millones. Los actores secundarios de la serie se hicieron casi tan famosos como Guy Williams: Gene Sheldon, que encarnaba al sirviente mudo; Britt Lomond, el villano Monasterio; el caballo negro Tornado (interpretado por seis equinos distintos). Pero el más popular de todos fue por lejos el Sargento García, que interpretó el actor gordo y cómico Henry Calvin.
Cuando terminó la serie Guy Williams protagonizó tres películas en Europa, cada una en un país distinto: en Inglaterra Príncipe y Mendigo (1962, Don Chaffey), en Italia Damón y Pitias (1962, Curtis Bernhardt), y en Alemania Capitán Simbad (1963, Byron Haskin). Ninguna fue especialmente memorable, hecho atribuible a que Williams seguía siendo tan mal actor como en sus comienzos y era visiblemente incapaz de sostener un largometraje. Prueba de ello es que en Capitán Simbad el director Byron Haskin (el mismo de clásicos como La guerra de los mundos y Marabunta) le sacó a Williams casi todo su diálogo, repartiéndolo a los demás actores. Esta sería la última película que Williams hiciera para el cine. El actor volvió a la televisión en 1966 como protagonista de Perdidos en el espacio (Lost in Space), serie de ciencia ficción destinada, como El Zorro, a un público infantil. A pesar de que esta serie también fue muy exitosa, Williams ya había perdido el interés por su carrera de actor: dedicaba la mayor parte de su tiempo a la compra y venta de acciones, y además había montado una fábrica de postres dulces llamados Pannettone, según receta propia. Por esta época comienzan a notarse algunas características excéntricas de su personalidad: el astro se alimentaba exclusivamente de hamburguesas crudas, leche y pannettones; vivía con su mujer e hijos en una casa idéntica a la del Zorro, y era un experto en peces tropicales y astronomía. En 1968, cuando terminó Perdidos en el espacio, Guy Williams se retiró.
En 1972 el actor viajó por primera vez a la Argentina para ser entrevistado en un programa especial del canal 13. En ese año El Zorro se retransmitía por el 13, con un altísimo rating. Enrique García Fuertes, productor del canal, recuerda:
“Guy Williams tenía una gran popularidad en la Argentina. Esa popularidad la habían tenido Los Tres Chiflados, pero ellos estaban muertos. A pesar de que (Guy Williams) hacía años que estaba retirado, aquí seguía teniendo vigencia, y por eso al canal le pareció atractivo traerlo”.
Los productores del canal decidieron que Williams aparecería vestido como el Zorro, y haría una demostración de esgrima. El campeón argentino de esgrima Fernando Lupiz, que por ese entonces tenía sólo 18 años, fue seleccionado para hacer de partenaire. Lupiz recuerda:
“Cuando me llamaron y me dijeron que tenía que trabajar con El Zorro, se me cayeron las medias. Fui al canal: nunca había visto un estudio tan lleno de gente. Me lo presentaron, nos dimos la mano, hicimos una exhibición y salió bien. No lo podía creer.”
Esta primera visita del actor a la Argentina cambió su vida para siempre. A Guy Williams, que se comunicaba en una mezcla de italiano-español, le encantó nuestro país. En 1973 el canal volvió a invitarlo, y esta vez lo acompañó Henry Calvin, el Sargento García. A diferencia del Zorro, el Sargento García era un alcohólico en el final de sus días y estaba casi irreconocible. Los argentinos se llevaron una gran decepción.
En 1975 las visitas de Williams a la Argentina comenzaron a hacerse más frecuentes. Siempre caracterizado como el Zorro, ese año participó de un show de esgrima a lo largo del país, acompañado nuevamente por Fernando Lupiz. Según Lupiz:
“Fuimos al interior, a Córdoba, e hicimos varias presentaciones en la Rural. También estuvimos en programas de TV como el show de Pato Carret y el de Olmedo, que hacía del Capitán Piluso. Yo hacía del Capitán Monasterio, del malo, me ponían bigotes”.
En el verano 1977/78 Williams interpretó al espadachín en el Gran Madrid, el circo más grande que había en Sudamérica. Durante estas presentaciones en el Gran Madrid conoció a Araceli Lisazo, una joven de veinticuatro años que se convertiría en su segunda mujer. Guy Williams contaba entonces cincuenta y cuatro años y proyectaba realizar una película argentina con el personaje del Zorro, que se debía titular El Zorro vivo o muerto. Además de protagonizar, el Zorro pretendía escribir, producir y dirigir la película, aunque carecía de cualquier conocimiento previo en estos rubros. Según Diego Curubeto:
El Zorro vivo o muerto debía filmarse, a criterio de Williams, en la provincia de Salta. Sus ideas para la producción eran sumamente ambiciosas para nuestro medio cinematográfico. Por ejemplo, a la usanza de las filmaciones de westerns en los Estados Unidos, quería que el decorado del fuerte se construyera a todo detalle en un paisaje desértico salteño, para al final hacerlo volar en pedazos con todo realismo (...) En una escena en la que una carreta cargada con municiones debía caer por un barranco y luego explotar espectacularmente, Williams quería tener listas seis o siete carretas para poder elegir la toma que mejor hubiera salido. La banda de sonido sería música de Mendelssohn, que el Zorro pretendía que interpretase la orquesta estable del Teatro Colón”.
El problema con El Zorro vivo o muerto era que ningún productor argentino estaba dispuesto a poner un millón de dólares, que era la cifra que Williams necesitaba para comenzar. El único que estuvo a punto de poner el dinero fue nada menos que Palito Ortega. Cuenta Lupiz:
 “Apareció Palito Ortega y ofreció poner un millón de dólares. El único problema fue que Palito quería ponerlo a Carlitos Balá a hacer del mudo Bernardo (personaje que no estaba en el guión): tenía un contrato con Balá y no quería dejar de meterlo en una producción suya. Y Guy Williams dijo: Yo me rompo para ponerle a la película música de Mendelssohn y va a aparecer un tipo que dice ¡ssa sa sa sa ssa!
El Zorro vivo o muerto nunca se hizo. Guy Williams regresó a Estados Unidos a principios de los ochenta con su nueva mujer argentina, aunque la unión no duró mucho. Cuando el actor contaba sesenta años volvió, solo, a Buenos Aires, con la intención de quedarse definitivamente. En 1989 se encontró su cadáver en avanzado estado de descomposición, en el dormitorio de su departamento ubicado en Ayacucho 1954. El caso fue caratulado como “muerte dudosa” y al día de hoy sigue siendo un misterio la causa de su muerte. Más misterioso aún es el hecho de que ninguno de sus amigos porteños (tenía muchos) haya reparado en su ausencia mientras el cadáver se pudría en el dormitorio durante más de una semana. El encargado de reconocer el cuerpo en la morgue fue Fernando Lupiz: “Sólo lo reconocí por los bigotes”.


FUENTES
  • Babilonia Gaucha, Diego Curubeto
  • The Internet Movie Database


Ilustración por Federico DalmazzoMarzo/Abril 2015