Sí se puede

escribe Federico Dalmazzo▹
¿Un español perdido en Argentina? ¡Por supuesto que no! Se trata de Iñigo Errejón, que sigue dando vueltas por Buenos Aires con Fede siguiéndolo de cerca. En este caso, Podemos en la Facultad de Ciencias Sociales.

En plena locura urbana, viernes seis de la tarde, llegamos al acto que organizaban los militantes de Podemos en la Facultad de Ciencias Sociales, instantes antes de que comenzara. Allí parados, vimos cómo, de un instante a otro, se desplegaba el espectáculo, a partir de unas combis, para envolver el espacio con banderas, remeras, y hasta una mesita con pins, stickers o el nuevísimo libro Disputar la democracia, de Pablo Iglesias, Secretario General del partido, quien fue comparado en los días recientes con Adolfo Hitler por un asesor de la Presidenta alemana Angela Merkel. Es que en la península asiática llamada Europa, hay varios personajes bastante alterados con el ascenso avasallador de esta nuevísima fuerza electoral, que plantea que la disyuntiva actual para España es entre democracia u oligarquía.
“¿Vamos a vivir en un país donde los ciudadanos pueden decidir su futuro, donde los ciudadanos no tienen que vivir con miedo, donde las instituciones están al servicio de la gente, o vamos a vivir en un país estrecho, mediocre, una colonia de los alemanes, donde, además, los señoritos se salen siempre con la suya?”, pregunta a los presentes Iñigo Errejón, en un acto claramente dirigido a los españoles residentes y que, sin embargo, contó con su sabor criollo en forma de bombos y platillos, con una guarnición de moradas banderas del partido.
A modo de introducción para el lector argentino, y sin arriesgar demasiado, se puede ubicar a este ‘fenómeno’, sorpresivo para muchos, como resultado de las fisuras que se abren en el sistema bipartidista español (conocido también como turnismo), en el cual desde hace décadas se reparten los cargos entre el PP (Partido Popular) y el PSOE (Partido Socialista Obrero Español). Algunos incluso se refieren al “PPSOE”, implicando que en concreto son lo mismo, resultado de una transición democrática encausada por los poderes económicos que mantienen una íntima y nada oculta relación con estos dos partidos alternantes. Aunque exista la costumbre de llamar “socialistas” a los miembros del PSOE, y haya un creciente énfasis por parte de sus autoridades de marcar diferencias con el PP, esta palabra se usa con tanta ligereza como se adjetiva hoy día a Hermes Binner de esta manera. Tras una historia de luchas sindicales y de participación en la República previa a la dictadura franquista, el PSOE terminó de blanquear su sumisión a estos poderes fácticos en 1979, renegando de su relación con el marxismo que figuraba en los documentos oficiales, e involucrándose en importantes casos de corrupción. Mejor ni pensar qué opinión tendría de esto su fundador, Pablo Iglesias, que paradójicamente comparte el nombre con la cabeza del nuevo partido Podemos, objeto de los comentarios más reaccionarios de parte de los acomodados del actual sistema. Es en este espectacular nivel de mediocridad que presenta el espectro político español, que un partido con figuras públicas jóvenes, y propuestas no tan revolucionarias como lógicas y honestas, genera un aluvión desmedido de comparaciones, burlas y mentiras en su contra. Será porque estos viejos partidos se enfocan más en desestimar a Podemos que en frenar el desguace del Estado de Bienestar, que sus ofensivas no están rindiendo tanto efecto: desde cero, la nueva fuerza acaba de ganar 15 escaños en Andalucía.

Hay una causa evidente del temblor (y no sismo, por ahora) que se está sintiendo en Europa, y empieza con la llegada de una de esas crisis que un sistema económico irracional no puede evitar. Aumenta la pobreza, el desempleo, la fuga de capitales, las familias no pueden pagar sus deudas y los bancos las echan a la calle. Los carroñeros huelen sangre y esperan el mejor momento: nada mejor para un usurero que reclamar las deudas cuando se sabe que, para pagarlas, la víctima tiene que seguir endeudándose. En el momento en que el que la gente más necesita la protección estatal, los paladines de la libertad occidental (reunidos ahora en una troika compuesta por el Banco Central Europeo, el FMI y la Comisión Europea) imponen una sola fórmula: la austeridad. Quien quiera un ‘rescate financiero’ tiene que aceptar la condición de reducir la inversión pública y ceder capacidades de los Estados nacionales a la troika. No se asuste si los hechos o personajes resultan familiares, no es pura coincidencia. Entonces las élites deciden entregar todo —lo que no sea suyo— como siempre lo han hecho, sólo que ahora se nota más y se quiebran ciertos consensos que hasta recién mantenían la ilusión de una Europa repleta de ‘países serios’. Como lo expresa Esteban de Gori:
“Los electorados acompañaron la construcción de una Europa atravesada por el boom económico, el conservadurismo político y el elitismo social. No sólo eso. Apoyaron la edificación de una Europa donde se establecieron centros y periferias, ganadores y perdedores, como políticas que fortalecieron grupos económicos y financieros que se beneficiaron con las aperturas y las privatizaciones.”
Ésta se vuelve, entonces, la historia de cómo muchos europeos recordaron que eran periferia, de cómo buscan soluciones en la política de masas y pasiones, y de cómo tantos otros habrían preferido, mientras ven el reflejo de su cara en la ventanilla del avión, no haberle dicho tantas veces “sudaca” a los argentinos inmigrantes.

“Somos el resultado de un desastre generalizado”, declaró Pablo Iglesias hace poco, luego de que consiguieran cinco escaños en el parlamento europeo ­—es decir, 1, 2 millones de votos, y añadió que “los padres de Podemos son el PP y el PSOE”. Esos cinco parlamentarios, junto a otros siete españoles de Izquierda Unida, ERC e ICV, sumando en total 75 europeos, fueron los únicos que votaron en contra de la resolución del Parlamento Europeo, condenando a Venezuela por combatir las guarimbas, en medio de la moda que se impuso fuertemente este año de defenestrar al país caribeño. Pero al considerar los 384 votos a favor de la resolución, que no consiguió el apoyo necesario para incluir sanciones, deberíamos especular con una instrumentalización política intraeuropea, quizá más importante que la alcahuetería proyanqui. La ridícula perseverancia en equiparar a Podemos y Syriza, entre otros, con los gobiernos “populistas” americanos, toma sentido viendo el trabajo previo de los medios hegemónicos sobre la opinión pública respecto al tema, que a pesar de la poca solidez de la información, termina en la siguiente lógica:
Los chavistas son malos.
Podemos es chavista.
Podemos es malo.
Y a pesar de la insistencia de los miembros de Podemos en desvincularse, muchos se lo creen, confirmando que tantas décadas de educación franquista no fueron en vano. Tanta es la insistencia, que inclusive cultivaron sus enojos en la misma Venezuela, “¡Justo ahora nos vienen a soltar la mano!”, habrán dicho. Pero en definitiva no importa; quizá lo más importante para los conservadores europeos, en este momento, sea que los países endeudados no se den cuenta de que con la voluntad política necesaria, y apoyo popular, se pueden renegociar las deudas, deudas que, si fueran pagadas, ahogarían las economías en más y más deudas. En eso están los griegos, cuya deuda representa más del 175% de su PBI, y, conducidos por el primer ministro de izquierda Alexis Tsipras, buscan la forma de balancearse entre las políticas antiausteridad prometidas y la inflexibilidad de las tan mentadas “reglas europeas”. Son estas potenciales coaliciones de izquierda, como la que representa Syriza (acrónimo para Coalición de la Izquierda Radical), las que provocan pánico; y éstas se verían potenciadas a nivel internacional ante un eventual triunfo de Podemos. No es tanto cuestión del dinero, sino de mantener el orden vigente, ya que el ejemplo es de jardín: si el estado griego puede priorizar la vida de los griegos por sobre las recetas de Alemania, también lo puede hacer España, y luego cualquier pueblo al que estén humillando de esta manera. ¿Qué países podrían sorprendernos con el auge de movimientos que los corran del eje mundial de los garcas? Si vamos a hacer futurología, lo mejor que podemos hacer es aplicar toda la lógica anterior a los números duros de la deuda, esa deuda que erosiona partidos y reflota las ideas nacionalistas y clasistas: entre Grecia (175%) y España (93%), encontramos a Irlanda y Portugal (123%) y sobre todo a Italia (132%), cuna de Silvio Berlusconi pero también de grandes ideas emancipadoras y gestas combativas.

Para nosotros sólo queda seguir la situación y desear un triunfo de estas fuerzas que serían positivas para Nuestra América, por cuanto todo detalle suma en este mundo globalizado. Como premio consuelo, podemos al menos esperar que la derecha española tenga suficientes problemas internos como para dejar de financiar al paramilitarismo mediante ONGs en Venezuela. Por otro lado, al igual que en otros momentos de la historia europea, el pueblo puede ir a buscar su dignidad no sólo en proyectos de izquierda, sino también en movimientos nacionalistas de derecha como el Frente Nacional en Francia, UKIP en Reino Unido, el Partido Ley y Justicia polaco, el Partido de la Libertad de Austria, el Partido Popular Danés o Aurora Dorada en Grecia, entre otros. Estos partidos cuentan con un electorado mayor al 20%, que crece a los ritmos de la crisis y también, en la mayoría de los casos, ofrecen un proyecto en contra de las imposiciones de la Unión Europea y de la dictadura de los mercados financieros. En este momento, las propuestas de la izquierda española ante la crisis incluyen Asamblea Constituyente urgente, someter a referéndum la monarquía, baja de la edad de jubilación, jornada laboral de 35 horas, industrialización, recuperación de la soberanía y autodeterminación regional, entre otras. Si es así, adelante. Nosotros vamos a olvidarnos lo de Entel, YPF, Edenor, y tantas otras cosas el día que veamos flamear de nuevo la bandera tricolor y podamos brindar: ¡Salud y República!



NOTA: Galeano definió las privatizaciones en Argentina como “la transacción mediante la cual el Estado argentino pasa a ser propiedad del Estado español”.



Fotografía por Federico DalmazzoMarzo/Abril 2015