Tango indie

escribe Nacho Castillo▹
De colección. Estoy seguro de que Tango indie podría tener varios volúmenes: esta entrega es fruto tanto de la urgencia de la publicación como de la limitada visión de quien escribe.”

Repetirlo hasta convencer: La escena musical porteña del nuevo siglo goza de muy buena salud. Las propuestas musicales ocupan incluso los espacios que no existen, crean los que quieren habitar y se reformulan artísticamente a voluntad de las necesidades de los espacios existentes. El panorama post-Cromañón, que devino en el auge de la música sin amplificar y la búsqueda por las instrumentaciones atípicas fue el paso previo para la vuelta a los grupos grandes y de las orquestas para bailar que hoy abundan en la Ciudad de Buenos Aires. Mientras aumenta la matrícula en las instituciones de educación musical, también lo hace la oferta de música popular que dialoga con los géneros tradicionales. Así, la música rioplatense, las distintas especies folklóricas o los aires latinoamericanos conviven con sonidos foráneos en contextos impensables, en los que el excentricismo y la propuesta “arriesgada” son valores cada vez más fundamentales para diferenciarse en un panorama de producciones exaltado en calidad y cantidad. Entre aciertos y errores, una cosa resulta innegable: hay una generación que está creciendo de la mano de la revalorización de la identidad regional y que curiosea con menos prejuicios que otras generaciones en las distintas expresiones que nuestro riquísimo acervo musical le provee. Éste crecimiento, para colmo, se da a la par de la consagración de la independencia y la autogestión como métodos posibles para llevar adelante un proyecto artístico. Lo mismo que hace unos años comenzó como opción u oposición a la hegemonía de las industrias discográficas, hoy no sólo es bandera y ejemplo de lucha sino también marca de una estética que tiene, como tal, incidencia en las decisiones musicales.
Inmersa en este contexto está pensada la recopilación aquí presente llamada (a conciencia del amarillismo que esto implica, claro) Tango indie. La incógnita es clara: ¿Cómo resuenan las distintas expresiones de nuestra música ciudadana en la producción popular contemporánea no (tan) especializada? ¿Cuáles son los aspectos que se cuelan en ella? ¿Qué nos está faltando ver? ¿Para qué nos sirve? ¿Cómo entendemos e interpretamos, las nuevas generaciones, a nuestro tango?

Algunos disclaimers inevitables: Se optó por utilizar la modalidad de embed de Bandcamp para presentar estas producciones por un lado porque resulta ser el medio elegido por los artistas seleccionados del período analizado para difundir su música y, por otro, porque facilita la incursión en el resto de su obra (tan solo a un click de distancia). De más está decir que cada uno de estos artistas es un mundo en sí mismo que vale la pena investigar por separado para entender del todo de qué trata su propuesta.
La selección no es ni por asomo exhaustiva. Estoy seguro de que Tango indie podría tener varios volúmenes: esta entrega es fruto tanto de la urgencia de la publicación como de la limitada visión de quien escribe. Un factor determinante para la selección fue el formato canción de autor. No estamos hablando de versiones de clásicos, de composiciones por encargo ni de tango instrumental, ni tampoco de músicos o compositores que se dediquen al tango de manera exclusiva. Ahí debiera apuntar, probablemente, la brújula para los hipotéticos próximos números.
La discusión del tango nuevo, mal que le pese a algunos, es una que estará instalada siempre y que, me animo a decir, hasta forma parte del folklore del género. Una hipótesis un poco benévola e inocente podría decir que es una polémica que parte del amor, del cuidado y del respeto que todos tenemos por un género que queremos tanto y que sin duda nos representa. Me permito el jipismo de apelar a esa complicidad y no a la confrontación en esta oportunidad.
A propósito de esto último, y a manera de antecedente, quisiera recuperar un debate encontrado de casualidad investigando sobre la cuestión que nos inquieta: el periodista Mauro Apicella en diálogo con Ignacio Varchausky, Ramiro Gallo y Andrés Linetzky, algunos de referentes del género sin duda ya consagrados.


1.
El tango interminable
(Tango canción)
Pacha González. Del disco homónimo (2015)


 “No es celoso pero puede ser cargoso / justo cuando el corazón pide reposo. / Si le están tomando lista grita ausente / y si llueve se lo lleva la corriente”. Así describe desde el piano su tango interminable Pablo “Pacha” González Velasco, entre coros de niños y arreglos para cuerdas. Fuera de las formas tradicionales del tango, el estribillo pide pista para repetirse una y otra vez en la cabeza del oyente.


2.
Salteñita
(Vals)
Sexteto Fantasma. Del disco La ventanita de arrabal (2014).


Este quinteto típico sin violín y con trompeta que se completa con la voz de Rodrigo Perelsztein cruza generaciones con su sonoridad evidentemente tanguera y su brillo particular fruto del maridaje entre dicho bronce y la guitarra eléctrica de Guido Iacopetti, compositor de esta pista. En el disco, la versión de la milonga La trampera cuenta, además, con la participación de una de las figuritas clave de nuestra generación indie: Pablo Hadida en lapsteel


3.
Reunión de amor
(Candombe)
Mati Mormandi. Del disco aMORmorTAL (2014).


La verdad es que toda la producción de Matías Mormandi, incluso aquella que pareciera tener poco que ver, tiene un característico color rioplatense. Elegimos este tema porque viene bien además como recordatorio de que el Río de la plata tiene dos orillas. También es cierto que resultó difícil resistirse a la imagen de “el bandoneón me cala/como un cuchillo y yo/sandía suicida/tiño de tinto mi vida”.  


4.
El baile
(Milonga)
Julio&Agosto. Del disco Julio&Agosto (2011).


Alguien alguna vez dijo que los Julio y Agosto eran la banda más dulce del mundo, y aunque no sea del todo verdad aquí podría haber una prueba de por qué se corrió la voz. Otro grupo que sintetizó influencias de mediados de década pasada y salió a llevarse puesto todo a fuerza de guitarras criollas y arreglos de vientos y cuerdas. Para bailar en pareja y de entrecasa en alguna tardecita de nostalgia y amor.


5.
Sonido
(Tango canción)
Los Hermanos Butaca. Del disco No alcanza una vida (2013).


Después de dos discos de tango hecho y derecho como medio para canalizar historias humorísticas (y no tanto) Los Hermanos Butaca (German Dominicé y Carlos Senín) se despacharon en su último disco con catorce canciones hiper-producidas (basta para ello mirar la lista de invitados que va de Abel Rogantini a Andy Chango) que rompen con esa restricción estilística original. Independientemente de eso, Sonido es un tango con rap intermedio que cuenta con los arreglos y la guitarra de Darío Barozzi.


6.
Verde
(Tango canción)
María Pien. Del disco La vuelta manzana (2012).


Alguna vez la llamaron “la porteñita” y en su primer disco, La vuelta manzana, sobran las referencias para asumirlo. Aunque musicalmente su ADN musical esté posiblemente más cerca del folklore que de la música ciudadana, nos regaló casi a modo bonus track de su primer disco esta divertida página que además suma al repertorio de tangos de género. Acompaña en guitarra de siete cuerdas quien también fuera el productor del disco debut de esta joven cantautora aún activa: Diego Rolón.


7.
Menos palabras
(Vals)
Tomás Lebrero. Del disco Cosas de Tomi (2009).


El ex integrante de la Orquesta Típica Fernández Fierro y actual Grillos del monte pasea desde hace varios años su bandoneón, su guitarra y sus composiciones por los recovecos indies de turno. Miembro de una generación que sin duda preparó el terreno para lo que vino después, en esta canción de su segundo disco solista asegura reescribir a Macedonio Fernández en tiempo de vals.  


8.
Che Butterfly
(Tango canción)
Pablo Dacal y las guitarras del tiempo. Del disco El corazón es el lugar (2013).


Siempre fiel a los aires de vaudeville que su colega Alvy Singer supo adjudicar a la influencia del español Juan Antonio Canta, Pablo Dacal incursionó en los ritmos criollos para este disco que grabó junto al ensamble de cuerdas compuesto por Julio Sleiman y Nicolás Pascuzzo que denominó “Las guitarras del tiempo”. Además, suma su voz en esta selección la también cantautora María Ezquiaga, completando el cuadro de las estrellas. “Seguí tu vuelo que para el frío/es necesario aprender a amar./Vas pocas horas y lleva un siglo,/o eso parece, che Butterfly”.


Ilustración por Laura DesmeryMarzo/Abril 2015