Tres para El Pez #11: Diego Mancusi

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Tres boleros para bailar con Diego Mancusi.


En plena crisis de identidad de aquello que cada vez más ambiguamente seguimos denominando rock, el trabajo de algunos referentes nos ayuda a volver a poner los pies sobre la tierra cuando el peso de las caretas empieza a encorvar las columnas. Periodista de profesión, Diego Mancusi lleva alrededor de una década escribiendo en diversos sitios y publicaciones como Rolling Stone, Tiempo Argentino y las desaparecidas Crítica y La Mano. En el éter, fue musicalizador de Radio UBA (87.9), guionista en Rock & Pop (95.9) y actualmente co-conduce, junto a Santiago Schefer, el programa Monoambiente, al aire de lunes a viernes de 21 a 23 por FM Nacional Rock (93.7), nuevo bastión de la música emergente de nuestro país.
Si al hablar de la trayectoria de un músico resulta inevitable repasar los hits, en el caso de Diego no podemos dejar de nombrar dos espacios en los que supo imprimir  su sello personal y sus opiniones responsable y coherentemente. Los blogs de actualización diaria Poplife  y Rockstar explotaron con su contenido oscilante entre el humor bizarro 2.0 y la sátira, los contadores de visitas del sitio web de RS durante sus períodos de publicación (casi dos años y casi dos meses, respectivamente).
Este último, un manual para el rockero wannabe, cuenta desde finales del año pasado con una edición en papel que puede conseguirse haciendo click acá. De la mano de la editora cordobesa Llanto de mudo, con tapa ilustrada por el otrora entrevistado Gustavo Sala y contratapa a cargo nada más y nada menos que de la súper estrella Andrés Calamaro, Rockstar se suma a la tradición ya instalada de blogs que devienen libro. A propósito de todo esto, aprovechamos para hacerle a Diego algunas preguntas acerca del oficio de escribir y para preguntarle sobre una de las facetas de este periodista, que quizá pocos reconocen: su fascinación por el bolero.
¡Gracias, Diego!


:: TRES BOLEROS

1. “Sabor a mí”, de Álvaro Carrillo
2. “Escándalo”, de Rubén Fuentes
3. “El reloj”, de Roberto Cantoral

1. Siempre se asocia al bolero con el amor. Y está bien, pero sólo si tenemos en cuenta que en la mayoría de los boleros ese amor no es dulce, sino tortuoso, ausente, no correspondido o mutó a odio por una traición. Esta canción de Carrillo juega con esa necesidad de certeza que suelen tener los amantes, la pulsión de abrazarse en perspectiva a la trascendencia. Es el darlo todo y, si aun así el plan falla, asegurarse un futuro en un rincón del otro, garantizarse la permanencia eterna en él. Recomiendo la versión de Los Lobos.
2. Otro tipo de amor para nada ‘edulcorado’: el prohibido. “Porque tu amor es mi espina, por las cuatro esquinas hablan de los dos. Que es un escándalo dicen y hasta me maldicen por darte mi amor”, reza la letra, destacando la pasión sobre la moral colectiva. Lo divertido es conjeturar sobre qué hace escandaloso a ese amor: ¿será la edad de los amantes? La versión definitiva de este bolero es la de Javier Solís, aunque el chileno Rosamel Araya también le hace honor.
3. En una interpretación literal: un amor con fecha de vencimiento (¿un one night stand?). Y yendo a lo metafórico, el deseo de congelar una relación en el momento más grato y más irreal, el del inicio, antes de que lleguen las miserias y las cotidianeidades. La versión más recomendable es la de su autor. Se evitará fervientemente la de Luis Miguel.



Tanto en los posts finales de Rockstar como en los de Poplife recalcás el ejercicio de escritura que implicó producir con regularidad diaria. Durante el proceso, ¿renegaste de haber tomado esa decisión a priori? ¿Creés que te dejó algún tipo de ‘entrenamiento’ para el oficio?
No es que me haya arrepentido de haberlos empezado, pero sí noté a mitad de camino de ambos blogs que producir una nota (en este caso un post) de cinco mil caracteres al día es una tarea bastante más compleja de lo que parece, sobre todo cuando no es esa —ni por asomo— la fuente principal de ingresos de uno. El problema de los blogs rentados era el desfasaje entre la cantidad de trabajo y la remuneración. Se pueden sostener por un tiempo, pero no demasiado. Y en cuanto al entrenamiento: lo que más me quedó de ambos es la idea de encontrarle la vuelta a una noticia para convertirla en un texto más orientado al guión, algo que sigo aplicando hasta hoy en mi trabajo en radio.

¿Cuáles son las facilidades y las complicaciones a la hora de inscribirse en un género de tono humorístico? ¿Te planteás las relaciones entre tus trabajos más ‘serios’ o, quizá, ‘diplomáticos’?
Yo entiendo a mis dos blogs (y más aún RockStar) como una consecuencia de mi trabajo ‘serio’. Un lado B. Un aprovechamiento de ese material que queda tras una entrevista o una reseña. La complicación a veces puede ser la mirada del ‘sujeto de estudio’ y su susceptibilidad, aunque a medida que pasa el tiempo a uno eso le va importando cada vez menos. Hay que aprender a usar la diplomacia sólo cuando es imperiosamente necesaria.

Que la sátira y el humor sobre el mundo del rock estén tan instalados, ¿habla de la decadencia del género? ¿Creés que hay propuestas dentro del ámbito que lo refresquen o está condenado?
La sátira le está haciendo bien al rock, porque está exponiendo lo que éste tendría que erradicar: la cáscara, la pose, la estupidez, la inmadurez. Que exista un Pomelo y haya consenso en verlo como un imbécil implica que quien haga música y tenga dos dedos de frente intentará evitar parecérsele (no siempre con éxito). Teniendo en cuenta esto, y sabiendo que el star system en la Argentina se vuelve cada vez más insólito desde que las discográficas dejaron de pagar grabaciones en Nueva York, creo que marchamos a un rock mucho más saludable. Al contrario de lo que alguna vez dijo Afo Verde, la industria está en crisis pero creatividad sobra.

La oferta cultural independiente en Buenos Aires aumentó radicalmente en los últimos diez años. ¿Creés que va hacia un crecimiento sostenido, o hay un techo próximo a tocarse? ¿Cuánto de lo que pasa hoy creés que puede llegar a trascender lo coyuntural?
La democratización de la música se corta en la difusión: cualquiera graba y sube, pero muy pocos trascienden la barrera de los amigos de sus amigos. Por eso pasamos de una escena rockera con pocos grupos que convocaban mucho a otra con muchos grupos que convocan poco. Esto puede disparar dos conjeturas opuestas: que la trascendencia es posible porque cada banda tendrá su audiencia, y que la trascendencia es difícil porque convocar poco implica ganar poco y no serán muchos los que logren vivir de la música.

Fuera del rock, ¿cuáles son las propuestas locales que te interesan? ¿Hay algo en particular que encuentres en ellas que no encuentres en otros géneros?
Hay cosas interesantísimas en el tango, con artistas como Acho Estol o la Fernández Fierro. Pero más allá de lo que se haga ahora, me interesan el tango, el folklore y el bolero porque están muchísimo más despojados de la pose de la que hablábamos más arriba. Es bastante más difícil vender humo tocando folklore (salvo que uno sea Jorge Rojas, claro) que tocando rock.

¿Pensás en próximas publicaciones en formato libro? Dejando de lado al tiempo o al dinero como factores determinantes, ¿qué te gustaría escribir?
Ya hay un proyecto en marcha, de hecho. Tiene que ver con las letras del rock nacional y su contexto histórico, pero no se puede adelantar mucho más. Me gusta la idea de alternar trabajos humorísticos y periodísticos. Nadie que no sea Stamateas edita libros para ganar plata, así que todo lo que escriba será porque me gusta.


Fotografía por Victoria SchwindtMarzo/Abril 2015